Paula 1193. Sábado 13 de febrero de 2016.
Crecí en un ambiente rodeada de objetos y colecciones. Mis papás son muy cachureros. Pero el gusto por la decoración viene más del lado de mi mamá (Andrea Eluchans, ex directora de revista Paula), que le fascinan las alfombras o que raya con todo lo que tenga que ver con jarros con flores, no importa de donde vengan, siempre le parecen interesantes. Son su obsesión.
Muñecas de porcelana, platos con flores y calcomanías fueron mis primeras colecciones de chica, aunque todas más bien informales y esporádicas. Cerca de los 8 años me fasciné por las teteras, pero no de cualquier tipo, yo quería las teteras de verdad, de porcelana, no me interesaban las de plástico. Mi mamá, un poco indignada, se negaba a comprarlas, pero terminaba accediendo. También coleccioné botellas de perfumes y perfumeros en miniatura, hoy conservo algunos, el resto se perdieron en el tiempo.
En mi casa todos los muebles son antiguos, no hay nada moderno. Tengo una obsesión por las lámparas de cielo antiguas, especialmente por las de tulipas de opalina y vidrio tallado. Debo tener unas 15. Para la mayoría de la gente este tipo de lámparas se relacionan con los abuelos, pero cuando las ven puestas en mi casa, junto a un sillón y una mesa de madera en tonos claros, notan la calidez y la onda que le dan a los espacios.
María trabaja con más de 50 anticuarios y tiene más de 400 productos, que pueden verse en www.laanticuaria.cl
¿Para qué seguir produciendo muebles y objetos si hay miles circulando que no tienen dueños? Esa idea tiene mucho sentido en mi cabeza y se sustenta en la base de una economía consciente, donde hay que promover la colaboración entre los anticuarios, tasadores, restauradores, historiadores y casas de remate, y así revivir un mundo que está bastante olvidado.
Trabajo con 50 anticuarios y tengo cerca de 400 productos a la venta. Todo comenzó porque algunos familiares querían comprar muebles y no sabían dónde encontrarlos, mientras que yo sabía que en los anticuarios había un mundo enorme de posibilidades. Así partió la idea de trabajar con ellos. El modelo de negocio es simple: voy a los anticuarios, converso con los distintos dueños, negocio si hay objetos que me interesan, les saco fotos, los publico en Instagram y en el sitio. Luego investigo la historia de cada objeto y si alguien se interesa por alguno, lo compro, lo empaqueto y lo voy a dejar donde su nuevo dueño, cara a cara. Me interesa que sea un modelo de negocio que requiere de tiempo y calma, porque para mí es fundamental que cada objeto llegue a las manos indicadas.
"Me interesa que La Anticuaria sea un modelo de negocio que requiere de tiempo y calma, porque para mí es fundamental que cada objeto llegue a las manos indicadas".
Clientes fanáticos. Tengo entre 20 a 30 que son muy buenos. Uno de ellos es descendiente de la familia Luchetti y colecciona todo lo que tenga que ver con su familia. También tengo una clienta fanática de platos con diversos diseños, que cuelga en las paredes de su casa; otra que le fascinan los objetos de porcelana; otro que colecciona camiones de juguetes de niño; otra que raya con los dedales. A ellos los he ido conociendo y cada vez que veo algo que sé que les podría gustar, se los mando por Whatsapp. Es muy bonito que pase esto, porque al final La Anticuaria es un servicio súper dirigido y especializado.
Tengo más de cuarenta lupas, son mi actual obsesión. Esta colección partió hace ocho años, cuando encontré la primera en un insectario; fue amor a primera vista. Le insistí tanto al dueño para que me la vendiera, que terminó aceptando y yo pagando mucho más de lo que en verdad costaba. La lupa es un objeto entretenido porque no es fácil de encontrar, pero hay lo suficiente para que no te frustres en la búsqueda. La lupa es el ícono de mi tienda, que reúne la idea de búsqueda y de colección.
Cada vez que viajo organizo mi itinerario en función de las ferias de antigüedades de cada ciudad. Hace como dos años fui a Berlín con mi hermana y un grupo de amigos. El viaje estaba programado para estar una semana y terminé quedándome sola siete días más, porque nadie me quiso acompañar a recorrer las distintas ferias que en esa ciudad hay. Es entendible. En tres días seguidos visité 15 ferias distintas. ¡Una cantidad de cachivaches que me compré, impresionante! ·
"¿Para qué seguir produciendo muebles y objetos si hay miles circulando que no tienen dueños? Esa idea tiene mucho sentido en mi cabeza y sustenta la base de una economía consciente".