Son las 9.20 de la mañana de un caluroso 13 de marzo de 2018. Un joven, vestido completamente de negro, se está tomando un café a las afueras del Hospital Sótero del Río. Está nervioso. Así lo revelan sus movimientos: se mantiene callado y camina de un lado para otro intentando controlar su respiración acelerada. Cinco minutos después, toma de la mano a la mujer que lo acompaña y juntos comienzan a caminar hasta la entrada del edificio de atención ambulatoria del hospital Sótero del Río, conocido como CDT. Una vez adentro, dan un par de vueltas hasta que encuentran el pasillo 8, donde está ubicada la oficina "arcoiris" y trabaja la asistente social Laura Toledo.
"Hola, mi nombre es Andy y soy un trans masculino no binario", dice cuando saluda a la profesional. Para romper el hielo, Laura comienza a preguntarle sobre su vida y su familia. Él responde que se crió en Curicó, que ahora trabaja en Santiago como fotógrafo freelance, que vive con su polola Madeleine (30), que su padre lo apoya en esta decisión, pero que con su madre no ha podido hablar del tema. Que durante su infancia nunca quiso jugar con muñecas ni tacitas, que en la adolescencia comenzó a vestirse de manera andrógena y que cuando entró a estudiar cine, al ver las películas de Pedro Almodóvar, entendió que era trans.
En cada palabra se percibe su angustia. Algo común en todos los usuarios con los que la profesional se reúne, según reconoce. "Vienen acá con mucha sintomatología depresiva, tienen baja autoestima, pena y sentimientos negativos porque no pueden expresarse y ser como quieren. Muchas veces se reprimen ante su familia y la sociedad".
Diez meses después de esa primera consulta, Andy confirma las palabras de Laura y cuenta que se estaba muy deprimido y que se sentía estancado. También recuerda que odiaba su cuerpo. Le frustraba que él ya se había asumido como trans, pero que su apariencia no lo acompañaba. Por eso era muy importante la reunión con la trabajadora social. Actualmente el hospital Sótero del Río es el único centro asistencial de la Región Metropolitana -junto al Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso y el Hospital Higueras de Talcahuano- que ofrece un programa de identidad de género gratuito e integral para los usuarios de las comunas de La Florida, Puente Alto, La Granja, La Pintana, San Ramón, Pirque y San José de Maipo.
Antes de llegar al programa, había consultado en el sector privado, pero para poder acceder al tratamiento hormonal primero tenía que pagar una consulta con un psiquiatra y luego con un endocrinólogo. Y, posteriormente, comprar por su cuenta las hormonas. Algo imposible para un joven trabajador freelance.
Después de 40 minutos de conversación con Laura, ese 13 de marzo de 2018 Andy fue inscrito formalmente en el programa. La trabajadora social le abrió una ficha médica y le entregó una hoja de ruta: tendría consulta con la psicóloga y el endocrinólogo. Sin embargo, le reiteró que tenía que tener paciencia porque se trataba de un proyecto autofinanciado al que diariamente ingresan en promedio dos personas. "Los usuarios tienen muchas expectativas y uno tiene que aterrizarlos, porque los cambios no se ven de un día para otro. Yo diría que ese es uno de los temas más difíciles de trabajar", explica a ella. Él agrega: "Es cierto. A veces también me pongo ansioso pero recuerdo que ya estoy en esto y se están notando los primeros cambios".
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Laura Toledo, trabajadora social y el médico familiar José Luis Contreras, jefe Área Ambulatoria del Hospital Sótero del Río[/caption]
El primer hito
Corría 2016, año en que se reactivó la discusión legislativa del proyecto de identidad de género, cuando el médico de familia José Luis Contreras -jefe del Área Ambulatoria del Hospital Sótero del Río- participó en un congreso en La Serena. Allí se reencontró con una vieja amiga, la doctora especialista en sexología Constanza Bartulocci, quien en esa oportunidad expuso el estado del arte del tema trans. Después de escuchar la presentación, se cuestionó cómo era posible que el centro asistencial más grande de Chile (que atiende a más de un millón y medio de usuarios) no estuviera dando atención a las personas trans. Por eso, a su regreso a Santiago, comenzó a averiguar y se encontró con que profesionales de distintas áreas también estaban interesados en implementar alguna iniciativa que pudiera dar respuesta a esta realidad.
"Esta es una revolución cultural. El hospital no sólo está para atender a enfermos. También puede convertirse en una institución que ayude a las personas a que sean más felices. Es en esa disputa cultura e ideológica que estamos trabajando hoy día", relata el médico, quien reconoce que este tema inevitablemente ha generado algunos roces al interior de la institución, que también es campo clínico de la Pontificia Universidad Católica.
En enero de 2018, con algunos profesionales interesados y con el apoyo económico del Servicio de Salud Metropolitano Sur Oriente -dinero que fue utilizado en la compra de hormonas-, se lanzó oficialmente el programa de identidad de género. Rápidamente se corrió la voz entre la comunidad trans, y actualmente están recibiendo atención 272 personas, de entre 7 y 52 años. El equipo está compuesto por 12 profesionales: psicóloga, fonoaudióloga, trabajadora social, ginecóloga, psiquiatras, endocrinólogos y urólogos. "Ahora estamos en una crisis de crecimiento porque los recursos que tenemos no nos permiten responder a la gran demanda. Estamos en conversaciones con el Ministerio de Salud para que nos apoyen desde el punto de vista de una política pública. Esto lo mantenemos con nuestros recursos y con las voluntades de los especialistas que han reasignado sus horas. Pero necesitamos financiar, por ejemplo, algunos cargos", explica el médico.
Pero pese a la preocupación por la falta de financiamiento externo, hoy el Hospital Sótero del Río celebra un hito importante, que logró en apenas 10 meses de funcionamiento: a fines de noviembre, se realizó con éxito la primera cirugía de reasignación de género, y se contemplan otras dos más para este año. Sin embargo, el doctor Contreras aclara que este no siempre es el fin último de los usuarios. "Algo que hemos aprendido con ellos es que no todos quieren operarse ya que eso tiene mucho que ver con cómo cada uno vive su sexualidad".
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Andy junto a su polola Madeleine[/caption]
Andy, por ejemplo, está inscrito en una lista de espera para someterse a una masectomía, pero quiere conservar sus genitales y también algunos gestos femeninos. "A mí no me molestaba ser mujer, pero con lo que no estaba cómodo era con mi cuerpo", explica. Desde que empezó el tratamiento hormonal -proceso que ha ido registrando en grabaciones- ha visto cambios notorios: su espalda está más ancha y su voz más ronca. Durante estos meses también ha reflexionado acerca de cómo los hombres trans pasan más desapercibidos, y que es mucho más fácil ser aceptados socialmente "porque no eres acosado y no te cuesta encontrar trabajo, hay menos discriminación". En este punto el doctor José Luis Contreras agrega que algunas mujeres trans le han comentado que quieren mantener sus genitales porque el pene es una herramienta de satisfacción sexual en una cultura patriarcal, donde las mujeres son siempre penetradas, y con esto se invierten los roles. "Los hombres trans logran ascender socialmente, mejoran su calidad de vida. Pero cuando un hombre hace el tránsito a mujer, pierden oportunidades", reconoce el jefe del programa.
Una voz fantástica para una abuela trans
Margarita Hernández tiene 53 años y recién hace cuatro meses comenzó su tratamiento hormonal, que vino a coronar una transición que inició hace poco más de 10 años en Calbuco. Los otros 40 años de su vida los intentó vivir como Juan Carlos, pero a medias, porque cuando todos estaban durmiendo ella se levantaba a escondidas de la cama para ponerse vestidos y sombreros.
Su esposa se dio cuenta de lo que sucedía, pero el amor que las unía las motivó a seguir juntas. "En ese momento no existía la palabra trans. Yo no entendía nada", reconoce. El matrimonio se radicó en Calbuco pero con el paso de los años, cuando sus dos hijos crecieron, la familia se radicó en Santiago buscando oportunidades laborales. Margarita se quedó en el sur con su nuera, que estaba con un embarazo de término, y fue quien la animó a que se vistiera como se sentía. Margarita se dejó crecer el pelo, comenzó a depilarse las cejas y a usar faldas largas. Con este cambio en su apariencia los vecinos empezaron a llamarla "Maggie". Así también la llaman sus hermanos, hijos y cinco nietos.
>Pero esa libertad que logró, se ve restringida porque volvió a Santiago a cuidar a su padre enfermo. Cuenta que delante de él se reprime y usa ropa masculina, porque es un tema que él nunca entendería. "Es un hombre machista y homofóbico", dice. Cuando la angustia comienza a ganarle, se va a caminar al Santuario del Cristo del Perdón, en La Florida, donde es conocida y respetada por los miembros de la comunidad. Sin embargo, fingir delante de su padre se hace cada vez más difícil porque con el tratamiento hormonal ya se notan sus primeros cambios físicos: le crecieron los pechos y también su voz suena más suave.
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Margarita Hernández[/caption]
Esto último, que es muy importante para ella, lo ha estado trabajando con la fonoaudióloga Karin Silva, cuya especialidad es una de las más demandadas por los usuarios del programa de identidad de género del Hospital Sótero del Río. "Para ellos es muy importante la voz, porque aunque pueden lucir como un hombre o una mujer, muchas veces les da miedo hablar con desconocidos", explica.
Karin, quien atiende a 54 pacientes, actualmente tiene lista de espera en su consulta. Dice que lo más difícil es aterrizar las expectativas de los usuarios porque la feminización o masculinización de la voz no se logra de un día para otro, pero para muchos es un aspecto esencial para sentir que su transición está completa. En la primera sesión, les realiza una anamnesis que le permite conocer sus historias clínicas. En ella les pregunta antecedentes de su tratamiento hormonal, si consumen alcohol, café o medicamentos, si hablan mucho o poco, si fuman. También ejecuta una evaluación postural y un análisis vocal a través de un software. "Ellas y ellos quieren ser mujeres y hombres trans fantásticos", relata Karin.
Con eso justamente es con lo que sueña Margarita. "Ya tuve la primera sesión y estoy esperando la segunda", explica. Para Andy, las transformaciones en su tono son mucho más evidentes gracias a las hormonas. Por esto él prefirió no pedir de inmediato una consulta fonoaudiológica y dejarle ese cupo a las trans femeninas, quienes según reconocen todos los entrevistados siguen siendo más discriminadas y aisladas de la sociedad. "Las masculinización o feminización no pasa solo por el tono, sino también por la forma de usar el lenguaje no verbal, las inflexiones de voz y el lenguaje utilizado", dice Karin.
Margarita dice que cuando sus cambios físicos sean evidentes le gustaría someterse a una cirugía de reasignación de sexo. Una alternativa que hasta el momento Andy, quien es casi 30 años menor que ella, no contempla. Andy y Margarita también se diferencian en que mientras él se reconoce como "no binario" y quiere mantener algunos rasgos femeninos, a Margarita le gustaría asimilar la mayor cantidad de conductas que socialmente se atribuyen a una mujer. "Las personas trans rompemos los estereotipos de género", dice Andy.
Todo esto ha representado un desafío para el equipo del programa de identidad de género, que con cada experiencia han ido entendiendo que no todas las personas trans quieren lo mismo. "Esto convierte al programa en un espacio de innovación bien disruptivo", dice el doctor José Luis Contreras, quien, además, pide que se generen políticas públicas sobre esta materia: "Las personas trans generalmente han tenido una historia de vida traumática, porque el reconocimiento de sí mismos era a temprana edad y muchas veces los rechazaron por pura ignorancia. Ahora hay más apertura, pero todavía falta mucho. Este no es un tema de izquierdas ni derechas, sino del Estado, que el responsable de velar por el cuidado de todas las realidades", reflexiona el médico.
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Margarita Hernández[/caption]