Un video que acumula más de ocho millones de reacciones en Instagram muestra a un hombre que, después de un mal día de trabajo, se sienta dentro de la ducha con el agua corriendo. Su pareja se une a él en el suelo para consolarlo. La cámara graba todo desde una esquina. En otro video muy compartido, una mujer embarazada dice que grabará la reacción de su marido cuando le diga que necesita un abrazo. Como es de esperar, él deja de lavar los platos para dedicarle palabras de amor y admiración.
Estos y muchos otros videos similares incluyen el término en inglés #couplegoals (metas de pareja), que si se busca en Instagram arroja más de 46 millones de resultados, un número que crece mucho si se le agregan sus variaciones, algunas con emoticones de corazones.
La frase lleva dando vueltas desde los inicios de las redes sociales y busca englobar cualidades aspiracionales de las parejas románticas así como situaciones idílicas: playas paradisíacas, elaboradas pedidas de matrimonio, regalos y atardeceres en donde se irradia amor. Pero últimamente se ha utilizado también para acompañar a este tipo de videos donde parejas captan momentos de su aparente vida cotidiana para compartir en redes.
Algunas de las reacciones de los usuarios son directamente negativas ya que dudan de la espontaneidad o realismo de estas publicaciones. Pero otras expresan su admiración, anhelo o envidia frente a estas relaciones que pretender ser perfectas. Y eso, en algunos casos, puede ser muy dañino.
Gianella Poulsen, jefa de la Unidad de Terapia de Pareja y Sexualidad en la Pontífice Universidad Católica, asegura que si bien la mayoría de las personas saben que lo que se publica en redes sociales no corresponde a la realidad, muchas veces esto puede tener un impacto: “A las personas inmaduras, infantiles o que están pasando por una situación difícil probablemente les dolerá ver a otros en este mundo tan ideal, tan increíble y que puede generar harta envidia y frustración”, dice.
Estas publicaciones también pueden fomentar la idea del amor romántico idealizado que se ha construido a lo largo de la historia y el arquetipo del príncipe azul que comenzó con los cuentos de hadas y luego fue reforzado por la cultura popular. “Son estos cuentos infantiles antiguos donde la princesa encontraba al príncipe, se casaban y eran muy felices. Cuando las personas tienen un funcionamiento más infantil, ven estas imágenes y tienden a idealizar la vida y suponer que es así”, dice.
La experta asegura que esto produce a su vez una devaluación. “Cuando las personas idealizan una situación, si tienen una baja autoestima, la valoración de sí mismas va a ser muy baja. Son imágenes que, de alguna manera, invitan a este funcionamiento de idealización por un lado y devaluación por el otro”, explica.
Dime de qué presumes y te diré de qué careces
Según Poulsen, existe una distancia brutal entre lo que se publica y se vive. “Me toca estar tratando con personas, parejas, conociendo su mundo interno, sus conflictos reales, y me ha tocado ver lo que publican en las redes y la distancia es enorme. Probablemente quieren mostrar al mundo que están bien aunque internamente están llenos de conflicto y dolor. La gente quiere ir mostrando su mejor cara”, dice.
Silvia Núñez Rojo, experta española en comunicación y redes sociales, explica que el enorme crecimiento de estas plataformas como una especie de vitrina de vidas idílicas ha provocado que se realicen diversos estudios para verificar qué es lo que realmente sucede detrás del lente. “Algunos de estos estudios han mostrado que la cantidad de publicaciones en redes que realiza una pareja (o un miembro de la misma) es, paradójicamente, inversamente proporcional a la salud de la relación”, dice.
La experta detalla que hay una “necesidad de mostrar a los demás, y a nosotros mismos, que nuestra vida es idílica y que nuestras relaciones afectivas gozan de una estupenda salud: son maravillosas y nos sentimos felices y completos dentro de ella”.
En su experiencia, muchas de las personas que exhiben sus vidas de forma tan intensa “carecen de esa seguridad en sí mismas y en sus parejas, y tratan de reafirmalo a través de las publicaciones en redes sociales. Podemos fijarnos en ese dicho tan famoso de ‘Dime de qué presumes y te diré de qué careces’”.
Para Ñunez Rojo, el foco debería estar puesto en educar a los adolescentes, los mayores usuarios de estas redes y quienes podrían llegar a creer que lo que se muestra de manera virtual es la realidad. “Esto les puede generar frustración y llevarles, como hemos visto en numerosos casos, a problemas más graves como puede ser una depresión. No podemos olvidarnos de que, al final, este tipo de redes como Instagram se nutren del deseo de los usuarios de vivir la vida que otros viven, o mejor dicho, la vida que otros exhiben”, dice.
Poulsen cree que sería muy positivo que los usuarios de estas redes puedan seguir también cuentas con un enfoque más real, en donde se enseñe a construir y cuidar las relaciones y los vínculos.
“Una gran parte del trabajo terapeútico es que las personas se conecten con la realidad tal como es”, dice. “Creo que estos modelos terminan dañando si las personas se lo toman en serio”.
La psicóloga destaca que hay un miedo a mostrar cualquier atisbo de conflictos o problemas dentro de una relación, aunque esto no sea necesariamente algo negativo.
“La vida es con conflictos, pero las parejas que llevan bien su relación internalizan los conflictos y los usan para crecer juntos. Hay una mala prensa de los conflictos, pero ahí es donde está la oportunidad de desarrollo, de poder mirar al otro. Ser pareja tiene que ver con la creatividad para llevar una vida que de alguna manera sea amable y consistente, respetuosa con cada uno”, dice.