La importancia de educar a nuestros hijos en el feminismo

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“Todos deberíamos ser feministas”. Así comienza la charla TED que luego se transformó en un libro escrito por Chimamanda Ngozi Adichie, escritora y activista nigeriana.

Pueden haber muchas reacciones en torno al concepto de feminismo. Puede que algunas personas se sientan próximas y otras lejanas. E incluso puede haber a quienes les genere rechazo. Sin embargo, es cada vez más evidente que el hecho de que siga siendo un tema de discusión, responde a la clara desigualdad que todavía existe.

He escuchado decir que las personas feministas son agresivas, que su conducta es poco asertiva, que son histéricas, o que quieren imponer sus ideas radicales. Y si bien dentro del feminismo hay distintas ideologías que pueden generar cierto desconcierto, el movimiento va mucho más allá de esto. Por tanto las descalificaciones aparecen basadas en prejuicios y miedos a los cambios, sobre todo desde las personas mayores.

¿Por qué no ser feministas? ¿No quieren o creen que debe haber igualdad entre hombres y mujeres? ¿Por qué negarse a eso? ¿Por qué no reconocer que siguen habiendo abusos en todos los ámbitos hacia nosotras? ¿Por qué hacer sentir a nuestras hijas que querer igualdad de género es una exageración? ¿Por qué no enseñarles a nuestros hijos lo básico del respeto humano? Entiendo que si no hubiera abusos o diferencias entre hombres y mujeres esto no sería un problema, pero sigue siéndolo porque aún no hemos avanzado lo necesario.

Muchas veces he escuchado a mis amigas, familiares o a mí misma decirle a mis hijas antes de salir “tengan cuidado”, “no anden separadas”, “ojo con lo que toman”. Y todo por miedo a que sean víctimas de un abuso. Y no solo eso. Las diferencias en salario, en oportunidades laborales, en acceso a educación siguen siendo abismantes. Y si bien para algunas personas pueden ser realidades ajenas e incluso inimaginables, eso no quiere decir que no existan, ni deja espacio para la relativización.

Según Joni Seager, autora del libro Las Mujeres En El Mundo, aún hay 520 millones de mujeres en el planeta que no saben leer, 47% niñas indias aún siguen siendo casadas antes de los 18 años, una mujer es asesinada por su pareja cada tres días, y hasta el año 2030 niños y niñas no accederán a una educación igualitaria. A esto podemos agregar resultados de un estudio de la ONU que expone que durante la pandemia, las mujeres aumentaron nueve horas su trabajo en el hogar, mientras que un 38% de los hombres encuestados destinó cero horas a esas labores. Frente a estas realidades ¿no sería lógico ser agentes activos de cambio y compartir con nuestras hijas e hijos la importancia del feminismo?

Justificarnos en que hay corrientes muy radicales o extremas no hace más que llenarnos de miedo y prejuicios. Y el feminismo es mucho más que eso. Es mejor salir de ese punto ciego y comprometerse con el verdadero sentido, uno que no sólo debería unir a las mujeres, sino unirnos a todos en la importancia de la igualdad de género.

Como mamá de hombres y mujeres, quiero que ambos abracen la igualdad, que decidan con humanidad y justicia sus actos, dignificando cada vida. No quiero darle más permiso de horario a mis niños que a mis niñas, no quiero decirles que se cuiden a ellas más que ellos, no quiero que mi hijo piense que puede jugar mejor fútbol porque es hombre y que para él sea “choro” besarse con una mujer, mientras que ella pueda ser apuntada de suelta. A veces, claro, no sé cómo hacerlo y en ciertas ocasiones dudo, pero, ¿por qué no estar orgullosa de traspasarles estos valores?, ¿por qué no enorgullecerse de que ellos y ellas quieran tener los mismos derechos?

Planteo acá todas estas preguntas porque siento que aún no hay claridad absoluta sobre la necesidad del feminismo y veo que muchas veces son los adultos quienes se incomodan con los cambios sociales, olvidando en el caso del feminismo lo altruista de su objetivo, que es buscar la igualdad. ¿No es eso lo que queremos para todos los seres humanos? ¿No hace eso una sociedad justa y solidaria?

A veces a los adultos se nos hace difícil generar instancias de conversación en relación a temáticas que pueden generar tensión con nuestros hijos e hijas, y no sabemos cómo trabajar algunos temas. Algunas sugerencias para educarlos en igualdad serían:

  • Traspasar la idea de que las tareas domésticas y cuidados de la casa son de ambos progenitores.
  • Diferenciar los permisos que se entregan a los hijos e hijas no por su género, sino por la capacidad de autorregulación y toma de buenas decisiones.
  • Reflexionar y conversar con nuestros hijos e hijas sobre el consentimiento. Este no es un tema que solo atañe a las jóvenes, sino también a los hombres. Evitar o prevenir alguna situación de abuso no es responsabilidad de la abusada, sino de aquel que genera el acto.
  • Compartir la idea de que todos los seres humanos tenemos impulsos sexuales, pero tanto hombres como mujeres somos seres racionales con capacidad de autorregulación. Esta capacidad no se diferencia por género, se debe trabajar en ambos. Todavía, en las generaciones jóvenes, los hombres son alabados por haber tenido un encuentro sexual y las mujeres cuestionadas. La idea no es empatar, se debe educar sobre la capacidad de elección, tomar buenas decisiones y no utilizar al otro para jactarse.
  • Fomentar deportes, actividades, colores, juguetes según las preferencias de nuestros hijos. Hay padres que creen que si fomentan ciertas actividades, sus hijos e hijas podrían ser homosexuales. Eso no es así.
  • Enseñarles a respetar a través del lenguaje que utilizamos. Evitar descalificaciones o alabar actitudes sólo por ser hombres y mujeres. Podemos estar acostumbrados a bromas o comentarios que antes no generaban incomodidad, sin embargo, hemos entendido que no son asertivas: te apuesto que es una mujer la que maneja, los hombres no lloran, debe estar con la ‘ruler’, son algunos ejemplos.
  • Promover que tanto niños y niñas quieran su cuerpo. Durante años se ha utilizado el cuerpo de la mujer como objeto de deseo, con cánones de belleza asfixiantes que han impactado directamente en su autoestima. Promovamos en las casas un espacio seguro y afectivo donde exista respeto y acogida a la diversidad corporal. Esto, sobre todo en la pubertad y adolescencia, donde las niñas a veces dejan de practicar deportes por verse expuestas a los cambios físicos propios de la edad.
  • Propiciar un desarrollo afectivo conectado con la emocionalidad tanto en nuestras hijas e hijos. Los hombres no deben crecer con la idea de que las emociones pertenecen al mundo puramente femenino.
  • Enseñémosles la belleza de la diferencia y diversidad. Es ahí donde se realza el aprendizaje humano. Las posturas, caminos e ideas distintas son el lugar donde aprendemos unos de otros, siempre que no dañen. No hay una sola forma de vivir en el mundo.

Josefina Montiel es psicóloga clínica. Instagram: @ps.josemontiel

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