La importancia de educar respecto al déficit atencional

Niños con deficit atencional Paula

Este trastorno afecta tanto a adultos como niños y generalmente se suele caer en el prejuicio de que son personas menos calificadas, pero esto está muy lejos de ser verdad.




El Trastorno de Déficit Atencional (TDA) se define como una condición neurológica, determinada genéticamente, que se manifiesta tanto en niños como adultos. Este diagnóstico es reconocido como uno de los trastornos neuropsiquiátricos más frecuentes en la población infantil y parte de los principales motivos de consulta en neurología y psiquiatría infantil.

Cerca de un 10% de los niños lo presenta y es propio de quienes lo manifiestan tengan la dificultad para focalizarse, mantener la concentración por tiempos prolongados, perder la atención en clases o reuniones, dificultad para organizar, planificar, priorizar o controlar. Usualmente puede ir acompañado de hiperactividad e impulsividad, que se manifiesta de distintas maneras en niños y adultos.

Si bien no existe relación entre inteligencia y déficit atencional, ocurre muchas veces que quienes lo padecen son etiquetados como especiales o poco calificados. La psicóloga infanto-juvenil de espacio Terapéutico Agua de Luz, Camila Silva, comenta que usualmente tanto a adultos como a niños se les cuelga una etiqueta de su trastorno que cuesta mucho despegar de su personalidad, lo cual impide a futuro a realizar ciertas actividades y no identificar sus cualidades.

“Es importante que, como en cualquier trastorno, quitarnos esa idea de que el diagnostico te hace ser más el trastorno que tú mismo. El TDA no es un trastorno que se cura en la infancia, sino que en general a los niños que debutan con esto los acompaña toda su vida. Lo que cambia es la forma en la que se relaciona con ello y como ellos, a través de buenas herramientas, logran conocerse más y saben, por ejemplo, cómo estudiar, cómo enfrentarse a una prueba difícil o ser más organizados”, explica la especialista.

Y es que personas destacadas y que han marcado en la historia de la humanidad se han caracterizado por tener Trastorno de Déficit Atencional, tales como Jim Carrey, Richard Branson, Michael Jordan, Steve Jobs o Bill Gates.

El déficit atencional, según explica el neurólogo Patricio Ruedi, es una condición permanente que cambia con el tiempo porque nuestro cerebro madura, se adapta, aprende y compensa de distintas formas. Bajo esta línea, es frecuente que personas con TDA tengan capacidades que para otros son imposibles, tales como intuición, percepción o liderazgo, entre otras.

“Antropológicamente podríamos hacer un símil con nuestros antepasados. Los recolectores (sin TDA), serían aquellos que su cerebro les permite funcionar en actividades rutinarias, con paciencia trabajar detalladamente en recolectar, contar y guardar. El cazador (con TDA), en cambio, está en alerta permanente a los peligros y a la búsqueda de la presa. Aventurero. No se detiene en detalles, sino que esta percibiendo un todo, intuyendo el peligro o el camino para dar con su objetivo”, explica el neurólogo.

De esta forma, como al cazador, al paciente con TDA se le van a pasar los detalles de su empresa, pero va a liderar a su grupo, reconociendo los talentos de cada uno y los guiará, gracias a su intuición, hacia el camino del éxito. “Es importante entender que ser de una u otra forma no constituye un pronóstico, las personas pueden cambiar, compensar y adaptarse. Actualmente, con el tratamiento adecuado, es más fácil que un TDA adquiera las habilidades de un recolector, que un recolector adquiera las habilidades de un cazador”.

Sin embargo, las personas con TDA en nuestra sociedad son factor de riesgo de estrés, ya que se tiende a ver de mejor manera a un “recolector” que cumple con sus tareas, recuerde los detalles o que se encuadre fácilmente que aquel que requerirá más motivación o será más inquieto. La exigencia igual para todos no repara en los que requieren más motivación, por ende, son susceptibles a síntomas o episodios de ansiedad, depresión, insomnio o consecuencias como fracaso escolar y laboral.

De la misma forma, Camila asegura que el sistema educacional en Chile -si bien ha mejorado- está hecho para que los niños estén frente a un profesor entre 45 a 1 hora y media, cuando los seres humanos en general no son capaces de prestar atención sostenidamente por más de 45 minutos, por ende, necesitan pausas. “El sistema educativo no está pensado en este tipo de personas y es ahí donde parten los problemas, porque los niños no logran adecuarse al sistema y los profesores tampoco son capaces de generar un espacio para que ellos se adapten”, asegura la especialista.

La importancia de un tratamiento adecuado

Según explica Doctor Ruedi, para un buen tratamiento es importante tener un buen diagnóstico. Para ello resulta fundamental una entrevista del paciente con sus padres o pareja y -aunque no constituye una condición- realizar una evaluación neuropsicológica, la cual puede entregar una orientación de cómo funciona el cerebro que se está estudiando.

“El uso de fármacos es importante, pero no suficiente. La mirada integral y holística de los pacientes es fundamental para tener un tratamiento exitoso. Considera, el ambiente, la conducta, el nivel de exigencia, el ánimo, los hábitos, pueden hacer gran diferencia en el resultado. No hay dudas de que el TDA es una condición real, medible y tratable. El no hacerlo puede determinar trastornos de conducta, problemas de adaptación, fracaso escolar, problemas en el trabajo y en las relaciones interpersonales. Un niño con TDA no tratado tiene mayor riesgo de ser un adolescente y un adulto frustrado e infeliz”, concluye el especialista.

Así mismo, la psicóloga afirma que resulta muy importante la educación al respecto. Los padres deben explicar a sus hijos acerca del trastorno y hacerlos entender que no se trata de algo que ellos no debieran hacer, como el poner atención, sino que se trata de una dificultad a nivel de sus funciones ejecutivas en el cerebro.

“Educarlos en torno a lo que está padeciendo y en qué tipo de cosas les puede afectar es la clave. Hay que hacerles entender que necesitan un espacio más limpio, con menos distractores y que, por ejemplo, deberán leer dos veces el mismo párrafo. Debemos saber que una persona con TDA no quiere cometer errores, sino que se equivoca por descuido y por estar un poco menos atentos que los demás”, explica Camila.

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