El dolor se asemeja a tener una carga, la que puede desaparecer o puede manejarse dependiendo del caso. Cuando alguien tiene una fractura o lesión, y existe dolor, este se va atenuando a medida que transcurre el periodo de recuperación. Sin embargo, hay quienes tienen un dolor que persiste y puede durar meses… o incluso años.

En 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó la nueva clasificación internacional de enfermedades (CIE-11), que define el dolor crónico como una enfermedad propiamente tal y no como síntoma. Se estima que afecta entre un 20% a 50% de la población mundial. En Chile cerca del 40% de las personas vive con dolor crónico, tal como lo demostró en 2020 un estudio realizado por la Asociación Chilena para el Estudio del Dolor y Cuidados Paliativos (ACHED-CP). Ahí se explicó, además, que este estado suele generar irritabilidad (76,9%), interfiere con las actividades diarias (74,5%), y genera consecuencias moderadas o severas en el autocuidado (72,1%), actividades sociales (70,1%), trabajo (69,4%), ánimo depresivo (68,8%), capacidad para caminar (66,6%), sueño (65,3%) y actividad sexual (56,8%).

Más allá de estar ligado a un tejido lesionado, el dolor crónico también está conectado a una arista emocional, que en parte, como lo explica el kinesiólogo especializado en salud mental Felipe Figueroa, “tiene que ver con la vivencia, la percepción de este acontecimiento y cómo va afectando el organismo”. De cierta manera, todo está entrelazado.

Una conexión emocional

“El dolor es una señal que se genera en el sistema nervioso central, entonces inevitablemente es algo que sale desde nuestro cerebro, interactuando con todo lo que está ahí… como con nuestros pensamientos y emociones”, dice la psicóloga María José Figueroa, especialista en manejo de dolor crónico de la Unidad del Dolor de la Clínica UC Christus. “Es algo que se trata de manera multidisciplinaria y así mismo lo hacemos en nuestra unidad de dolor crónico”, explica y agrega que los equipos están integrados por kinesiólogos, terapeutas ocupacionales, fisiatras, psiquiatras, neurólogos, expertos en nutrición, anestesia, traumatología y, por supusto, la psicología.

“En el caso de los profesionales de la psicología, el aporte está centrado en la fuerte asociación entre el dolor crónico y la salud mental”, comenta la psicóloga de Centro Médico Cetep, Susana Romero. Por lo mismo, sugiere “incluir temáticas que fortalezcan los factores protectores y las habilidades personales y que faciliten el bienestar psicológico”, debido a que existe comorbilidad con depresión, ansiedad, abuso de sustancias y trastornos del sueño.

“Hay factores psicosociales muy importantes que inciden en el dolor crónico, como el apoyo social y el estado de ánimo, que están afectadas a alguna de estas aristas. Ahí también pueden desarrollarse depresión, la ansiedad o la catástrofización”, cuenta Figueroa, por lo que los psicólogos se encargan de intervenir en cada una de estas esferas. La soledad, explica, es algo que se aborda en el espacio de terapia. “Hay Redes neuronales qué se comparten entre la experiencia dolorosa física y este dolor social que se manifiesta a través la soledad o desde la estigmatización que puede producir la misma enfermedad”.

Apoyo y entendimiento

Según explica Romero, una de las principales estrategias para abordar esta enfermedad es la psicoeducación del paciente y su familia, quienes deben recibir “información clara y profesional respecto a qué significa vivir con dolor crónico”. Algunas preguntas que se deben hacer son: ¿desde cuándo lo tiene?, ¿qué intensidad alcanza?, ¿cómo cursa?, ¿qué síntomas físicos y psicológicos concurren?, ¿qué consecuencias acarrea para la persona y su familia?... Con esto internalizado, “ambas partes comprendan las implicancias de la dolencia, más allá de simplemente decir o escuchar un ‘es que me duele’”, explica.

Para Figueroa es importante que los pacientes prioricen su bienestar, “desde acciones chiquititas como darse tiempo en el día para descansar o hacer cambios más importantes como trabajar de otra forma o cambiar el ritmo”. Además de la familia, es relevante contar con apoyo de amigos y cercanos, para que esta experiencia no se vuelva solitaria. “Falta mucha conciencia en torno al tema del dolor, no se sabe mucho, y las personas viven con mucho estigma social, muchas veces se les tilda de flojas o histéricas”. Por eso, “muchas veces dejan de compartir sus experiencias con la gente… es importante tener un grupo más seguro, un núcleo de confianza con quien compartir vivencias”.

La soledad hace que varios pacientes busquen comunidades virtuales donde los puedan entender. “Les sirve para validar su propia experiencia en relación al dolor y comprobar que hay más personas a las que que les pasa lo mismo”, dice.

Salir del estigma y autoconocerse

Por alguna razón, para las generaciones anteriores el acudir a una terapia era mal visto y estaba lleno de estigmas. Hace unos meses llegó una paciente, de 45 años, a la consulta de Figueroa. Cinco años atrás había sido diagnosticada con fibromialgia. Nunca había ido a una psicoterapia y tenía un tratamiento “a medias” con los fármacos. Por eso mismo, las primeras sesiones se notaba inflamada e incómoda por malestar de dolor generalizado. “Conversé con ella la semana pasada y me dijo que no había tenido una crisis de dolor desde hace dos meses”, cuenta.

Una situación similar le tocó vivir con otro paciente, un hombre de 47 años, quien llegó a consultar derivado por su kinesióloga, aquejado de una lesión en el hombro derecho. Los fármacos no lo aliviaban del todo y llegó con un inmenso dolor a la consulta de Figueroa, “un poco escéptico”. Poco a poco, el paciente fue recuperando movilidad, hizo cambios de acuerdo a su lesión además de identificar cosas que le causaban estrés, ya que estaba atravesando por un mal momento familiar. “En la medida en que fue encontrando un rol que lo acomodara más emocionalmente, sus síntomas físicos fueron disminuyendo igualmente, y el dolor fue cediendo”, explica.

“Este es un camino de autoconocimiento, donde ciertas señales somáticas se empiezan a leer y asociar a patrones emocionales”, y es precisamente con esto que “se puede empezar a modificar su experiencia sensorial, su experiencia somática y de dolor desde la cabeza”. Una certeza de estas terapias multidisciplinarias es que “el dolor crónico está unido a la esfera psicosocial, entonces cuando uno toma los fármacos no necesariamente van a funcionar”, si no están unidos a otro tipo de terapia emocional.

Las terapias cognitivo-conductual, mindfulness (conciencia plena), aceptación y compromiso, así como técnicas complementarias como yoga y tai chi, son algunas de las formas en las se aborda el trabajo con personas que experimentan dolor crónico, comenta Romero. La más conocida es justamente la que busca mostrar al paciente la relación entre sus pensamientos, sus emociones y sus conductas. “Se espera que las personas reflexionen sobre sus creencias personales, juicios de valor, maneras de afrontar lo que les ocurre y desde ahí trabajar con las implicancias de estos esquemas y co-definir las modificaciones que podrían ayudarles a mejorar su calidad de vida”, asegura.

¿Sientes dolor? No estás solo

“Quizás no es algo que sea tan observable –más allá observarlo en una conducta– sin embargo, el dolor crónico tiene un impacto en relación a cómo funciona nuestro sistema nervioso, y eso alguna manera produce cambios en el sistema nervioso central hasta lo más periférico”, explica Figueroa.

Otra paciente de la psicóloga UC Christus, mujer de 43 años diagnosticada con fibromialgia, había sufrido una situación de abuso en el pasado. Este tema se presenta cuando traspasan sus límites o ella se siente pasada a llevar, “incluso se dan asociaciones más simples como de recordar su abusador, lo que puede estar ligado a ciertas circunstancias y le hacían sentir un dolor muy fuerte en la zona de la pelvis”, relata.

“Hay otras asociaciones en el área del dolor que pueden ser incluso más semánticas y en la medida en la que uno se va conociendo además de sus gatillantes, eso te va a dando como más poder sobre lo que te pasa”, dice Figueroa. De cierta forma es volver a tomar el control y esa es una de las grandes metas de la psicoterapia, “devolverle el control de la vida a los pacientes para sí tener la vida que quieren tener”.

Un grupo de pacientes que tiene mayores desafíos son los que tienen un historial más largo en cuanto al dolor crónico, porque se suele demorar un poco más en encontrar este alivio. “Es como si el dolor estuviera muy arraigado; hay días que son muy neurales, es como si el dolor estuviera muy escrito en el cuerpo”, agrega, por lo que uno de los desafíos más desafiantes de la psicoterapia es “poder generar conexiones, nuevas acciones, para torcerle la mano a lo que están atravesando”.

“Quienes viven diariamente con dolor crónico, que sepan que no están solos”, comparte Romero, ya que el campo de investigación está cada vez profundizando más en esta área. Por otro lado, “cada persona que lo sufre puede colaborar contando cómo lo vive, qué es lo que más le afecta de su situación, qué le gustaría que sus cercanos hicieran o dejaran de hacer para que los ayudaran a sentirse valorados y aceptados en su condición”.

El siguiente listado representa una serie de acciones que puede realizar cada paciente en casa:

· Evite encerrarse en casa y abandonar sus actividades sociales

· Busque el apoyo de su familia informándole lo que Ud. ha aprendido sobre dolor crónico

· Escuche la música que eleve su ánimo

· Utilice los efectos positivos del humor en la salud

· Procure realizar ejercicios de relación

· Si puede, dedique un tiempo diario a meditar

· Respete los horarios y dosis de los fármacos prescritos por su tratante

· Mantenga la actividad física, a pesar de las molestias que sienta

· Evite las posturas extrañas para evitar el dolor

· No resista el dolor

Para Figueroa es muy importante el no vivir enfrascado en el dolor. “Es necesario salirse de este esquema, buscar experiencias instancias de placeres chiquititos desde la comida, situaciones de entretenimiento, el hacer reuniones o dinámicas lúdicas con gente o cosas que nos llenen”, expresa y afirma que es necesario “ir quitándole protagonismo al dolor”, para así vivir de una forma más tranquila y optimista.