“Llevo varios años sin pololear y si hay algo que puedo decir con seguridad, es que en Chile aun no está del todo normalizado ser mujer y estar soltera. Más que una declaración radical, lo que quiero es dar cuenta de esas sutilezas, muy mínimas, que siguen existiendo y que a ratos hemos aprendido a interiorizar de tal manera que ni siquiera las cuestionamos. Pero cuando nos detenemos a analizarlas, y lo digo porque yo lo he hecho, son comentarios o actitudes que siguen reforzando, de manera poco evidente, una norma. Y esa norma está obsoleta.

Decidí estar soltera después de varias relaciones que no fueron sanas. En un principio, no me lo puse como una regla absoluta; estaba consciente de que en los últimos 15 años había pasado de una relación a otra sin un tiempo entre medio para reflexionar, pero tampoco quería ser radical y si encontraba alguien con quien seguir desarrollándome y aprendiendo, no me iba a poner ese límite. La idea no era obligarme a estar soltera.

Pero luego de un tiempo, opté por tomármelo más en serio, porque de alguna u otra manera siempre recurría a dinámicas que solo servían para evadir un trabajo personal más profundo que ya estaba pendiente hace rato. Después de un tiempo, me propuse tratar de estar soltera, al menos hasta que me sintiera más cómoda conmigo mism, y más segura del lugar que ocupo en este mundo.

Sé que para muchos no necesariamente son cosas excluyentes; se puede estar emparejada y vivir un proceso personal. Pero para mí lo estaba siendo, porque en la medida de que empezaba a hablar con alguien y dar paso a un vínculo un poco mas profundo, me distraía de lo importante y terminaba poniendo sus intereses por sobre los míos. Entonces me dije: “Camila, ve qué pasa si estás un rato sola”. Sin presiones, sin culpa, pero quería intentarlo.

Desde esa vez, que fue hace ya dos años, no he salido con nadie y no he dado paso a una dinámica relacional. Y realmente porque así lo he querido, porque sé que esto es lo más sano para mí en este momento de la vida. Admito que muchas veces me he visto con ganas de salir corriendo a buscar a alguien. Pero no porque lo quiera realmente, sino porque todo lo que nos rodea está hecho para que queramos estar emparejados.

Faltan referentes de solteras que quieran estarlo y sobran referentes de parejas que viven por siempre juntos y supuestamente felices. Nos muestran a cada rato que eso es a lo que deberíamos apuntar, y que encontrar nuestra alma gemela, compañero de vida o media naranja es de los propósitos más importantes de la vida. Porque sin eso, no hay sentido alguno. Digámoslo; estar emparejados y vivir de a dos, en dupla, sigue siendo la norma. Y quizás más que eso, me di cuenta que la que pololea siempre es mayormente deseada. Cuántas veces hemos escuchado la frase ‘las más lindas siempre están ocupadas’. Con todas esas presiones, más de alguna vez me sentí como que estaba en lo incorrecto. En verdad no importaba mi proceso, la vida me estaba mostrando que lo mejor era encontrar a alguien. Porque vivimos en una sociedad en la que estar emparejados tiene mayor valor que estar solteras.

Por eso, aunque tenga claro que quiera estar sola y que es lo más sano para mí, muchas veces me he sentido rara, inadaptada, fuera de lugar o como si estuviera al debe. Como que le debo explicaciones a la gente de por qué, siendo joven y ‘linda’ –porque a eso apuntan los comentarios– quiero estar sola. Como si se necesitara una razón para justificar esa decisión. Porque es raro que alguien diga ‘simplemente quiero estarlo, o no he encontrado alguien que tenga cabida en mi proceso personal o no es mi prioridad en este minuto ni nunca’. Esas serían respuestas que descolocarían.

Y es que siguen existiendo muchos estigmas en torno a las mujeres solteras. Ya no son tan evidentes como antes, pero están; la gente te habla con pena, pone caras, se sienten incómodos cuando les digo que no tengo pinche y no me interesa, no saben qué responder o me preguntan por qué. O peor que eso, me dicen ‘ya va llegar la persona indicada’. Porque no conciben que no la estemos esperando.

Pero por suerte en este minuto no vivo mi vida en función de que llegue alguien. Bastante por lo contrario, estoy intrigada conociéndome a mí misma, y me parece que eso es más que suficiente. Eso es lo que nos falta normalizar. Que alguien diga ‘no me hace falta nadie’ y que la reacción no sea ni de pena ni de extrañeza. Que esa declaración sea igual de válida que decir ‘estoy emparejada’. Que ambas sean celebradas y reconocidas. Y que no sintamos que nos falta algo o que somos menos por eso.

Camila Sánchez (35) es socióloga.