Sabemos que la lectura es una herramienta fundamental para el desarrollo integral de los niños y niñas. Los libros enriquecen el lenguaje, fomentan el pensamiento crítico y sientan las bases para un mundo de aprendizaje. Pueden ser, además, puentes hacia la empatía y la creatividad.

Los esfuerzos por fomentar este hábito suelen comenzar cuando los niños aprenden a leer, generalmente a los 6 años. Pero ¿qué pasa antes? Tener conciencia temprana sobre este proceso es una de las cruzadas de Katherine Strasser, Académica de Psicología de la Universidad Católica.

La experta detalla que si bien la mecánica de la lectura se enseña formalmente en primero básico, el acercamiento a las letras comienza desde el primer día en que un recién nacido ve una palabra escrita y sus adultos cercanos le ayudan a entender qué es y para qué sirve.

Es parte de un concepto llamado alfabetización emergente, que habla de las habilidades, conocimientos y actitudes desarrolladas antes del inicio del proceso formal de aprendizaje de la lectura y escritura.

Las maneras en que los niños y niñas pequeños están expuestos al lenguaje escrito varían, explica Strasser. Comienza con las letras y carteles que ven en su entorno. Si están insertos en una familia que lee, verán a sus figuras de cuidado y a sus hermanos y hermanas leyendo. Normalizarán el tener libros en la casa. Si leen con sus padres y madres, la exposición será aún mayor. Todo suma.

“El campo de la alfabetización emergente lo que plantea es que desde el nacimiento tenemos que promover esa exposición e involucramiento con el lenguaje escrito en los niños y niñas, no solamente en términos de aprenderse las letras, sino de valorar y entender para qué sirve la lectura”, dice la experta.

Al compartir un momento de lectura con nuestros hijos, independiente de su edad, les estamos “transmitiendo que leer es algo que hacemos por nuestro propio disfrute para aprender cosas nuevas. Es algo que tiene un rol en nuestra vida”, explica.

Hay estudios que incluso indican que los niños y niñas a quienes sus padres les leen con frecuencia conocen y entienden muchas más palabras a los dos años que aquellos a quienes no les leyeron habitualmente.

“Todo esto sucede antes de que el niño o la niña entren al colegio y eso resulta en grandes diferencias individuales”, dice Strasser.

La experta explica que la exposición a los libros resulta en que algunos niños y niñas conozcan más letras y tengan más vocabulario, además de la velocidad con la que reconocen las palabras. También impacta en el interés que desarrollan por la lectura y el rol que tienen los libros en su vida.

“Hay niños que les parece súper bien que les regalen un libro y otros que les parece fome. Eso tiene que ver con valores y también tiene un impacto en el conocimiento”, detalla.

Si un niño o niña tuvo una buena exposición a la lectura, el proceso luego en el colegio será mucho más natural.

“Un niño que nunca ha visto un cuento, que nunca ha visto un libro, encontrará marciano lo que le explique la profesora. No lo entenderá ni le parecerá útil. Además, le costará más porque nunca se paró a escuchar que las palabras que usamos al hablar se componen de sonidos. Hace una tremenda diferencia”, dice Strasser.

Malos lectores

Un estudio de la OCDE reveló que solo el 2% de los chilenos entiende bien lo que lee, mientras que el 48% no comprende lo que lee. Las principales causas de esto, explica el organismo, tienen que ver con el nivel educacional de las familias de origen y los hábitos de lectura que se desarrollan en la infancia.

“Las diferencias más graves se empiezan a observar a partir de cuarto básico, cuando las pruebas requieren inferencias más complejas, es decir, relacionar lo que estás leyendo con tu conocimiento previo. Más adelante, en segundo medio, se requiere evaluar críticamente y ahí se ve un retraso mucho mayor”, dice Strasser.

La base de la comprensión lectora es el vocabulario, explica la académica, de ahí la importancia de fomentarlo de manera temprana a través de la lectura de libros infantiles.

“Todas esas tareas difíciles no se pueden hacer cuando no entiendes las palabras o las entiendes muy básicamente. Las palabras son un índice de conocimiento. Cuando una persona aprende una palabra no aprende solamente una palabra, adquiere una vasija donde va a poder ir echando el conocimiento nuevo. Aprender una palabra te lleva a aprender otra más”, dice.

La experta entrega además otro motivo para rodearse de libros desde la cuna. Los niños y niñas que comparten más libros con su familia y que conversan de las cosas que pasan en esos libros, tienen más capacidad luego de conectar ideas.

“El vocabulario y la capacidad de hacer inferencias se desarrollan a través de estas conversaciones sobre libros y sobre historias, pero también puede ser sobre una película. La idea es enseñarles a los niños las palabras que se usaron ahí y ayudarlos a conectar ideas”, explica.

Sin embargo, hacer este ejercicio utilizando libros tiene una ventaja. “Es muy difícil cambiar la forma en la que uno habla. Lo que se ha visto es que cuando un niño y un adulto conversan con un libro, cambia radicalmente la forma en la que lo hacen. Es muy diferente a la conversación que tendrán cuando están jugando con un camión, por ejemplo. Los libros son muy potentes y son la intervención más frecuente para promover el uso del lenguaje”, dice.

La experta recomienda leer con los niños y niñas una vez al día. “No se trata de que se convierta en una tarea súper desagradable, pero a los niños les gusta estar con sus papás. Entonces cuando exigen ese tiempo, podemos proponer leer un libro”, dice.

A cualquier edad, la interacción de los niños y niñas con los adultos es muy importante para robustecer el vocabulario. ¿Qué pasa entonces con las pantallas? “Mientras más pantalla ve el niño, menos interactúa con el adulto. Y ese es el problema”, dice.

Su recomendación más realista no es prohibir las pantallas, una medida que en estos tiempos le parece muy compleja. “Creo que perdimos esa batalla. Lo que recomiendo es tratar de compartir las aplicaciones, jugar con tu hijo y ver el video juntos. Al igual que cuando ambos comparten libros y leen juntos, con las pantallas pasa un poco lo mismo. Es importante hacer una mediación”, dice.