Día a día veo y escucho a muchas mujeres que tienen síndrome de ovario poliquístico (SOP). Algunas llegan con la intención de poder entender qué pueden hacer para generar un impacto a nivel hormonal con decisiones que pueden hacer en su día a día como la alimentación, el movimiento, el sueño, la gestión del estrés, el entorno y también apoyo farmacológico y no sólo farmacológico. Desafortunadamente la gran mayoría de las conversaciones tiene que ver con que la primera vez que fueron a ver a un doctor, les recetaron anticonceptivos. “Y vuelve cuando quieras embarazarte”, les dicen.
Personalmente creo que es una manera muy limitada y reduccionista de abordar un tema de salud tan importante y que afecta a tantas mujeres en edad fértil. Y es que no sólo se cierra toda posibilidad de poder indagar y estudiar por qué esta mujer no está teniendo su ciclo menstrual, también se minimiza una alteración que está impactando en nuestro ciclo vital.
En vez de hacer que estas mujeres efectivamente no ovulen y tengan reglas “falsas”, lo que deberíamos hacer es preguntarnos por qué no están ovulando. Pero como ya no nos llama la atención el tema, no nos preguntamos qué es lo que está sucediendo internamente que hizo que su sistema bloqueara la forma biológica que tenemos las mujeres para trascender. ¿Qué otros más sistemas se ven involucrados? ¿Por qué solo lo reducimos a un órgano? Cuando esta alteración afecta el día a día, posiblemente a futuro afecte también la fertilidad y, por estadísticas, su salud cardiovascular.
Las mujeres somos vulnerables a los factores ambientales porque en nosotras está la reproducción, por lo tanto, si percibimos o vivimos en contextos estresantes donde el cuerpo detecta peligro, lo más probable es que se canele la ovulación.
El SOP es el trastorno endocrinológico más frecuente. Afecta entre 7-10 % de las mujeres en edad reproductiva y en Chile se ha establecido una prevalencia de 7% de SOP en adolescentes. Al ser un trastorno proinflamatorio tiene impacto en la salud cardiovascular y a menudo va acompañado de resistencia a la insulina. Tiene además implicancias en la fertilidad, que bien sabemos que el costo emocional y monetario que implica en la vida de las mujeres y sus parejas.
El SOP genera dificultades en el día a día. Hirsutismo (mayor cantidad de vello en partes no deseas), insomnio, ganas de comer dulces, y con ello una serie de ideas como “no tengo fuerza de voluntad con los dulces”, “soy floja, por eso no hago deporte (claro si no tengo un sueño profundo, lo más probable es que este muy cansada)” y, peor aún, una sensación de estar en continuo conflicto con el cuerpo. Sentirse incomóda en la propia piel.
La menstruación regular y sin dolor son pistas que nos hablan de salud, de bienestar, de que hay homeóstasis en el cuerpo de la mujer. No confundamos frecuente con normalizar las reglar dolorosas, porque así seguimos invisibilizando necesidades sanitarias de todas las mujeres.
El camino hacia este abordaje necesita ser integral, tomando el área emocional, psicológica, física y alimentaria. Tomando cada historia, contexto, vivencia, trauma y estilo de vida: cómo duerme esta persona, qué come, qué antojos le dan, si hay movimiento en su vida, a qué eventos estresantes está expuesta y cómo lo maneja, cómo gestionas sus emociones. Y dar espacio a hacernos cargo de todas estas áreas en la que afecta y genera dolor.
Educar para entender. Si sabemos de dónde viene, podemos dar camino gestionarlo. Y eso ya tiene un impacto terapéutico y soberanía de nuestro cuerpo.
Camila Quevedo Truan es Nutricionista – Health Coach (Instagram: @camilaquevedot).