Hay muchas temáticas que para los y las jóvenes se tornan de gran importancia durante la adolescencia. Y, hay una, que desde hace un tiempo ha tomado especial atención: el consentimiento. ¿Por qué? Creo que por la visibilidad de situaciones de abusos, pero también por las repercusiones psicológicas y legales que pueden tener sobre las personas implicadas. Y es que estos hechos impactan de manera transversal a las distintas edades y vemos que para las adolescentes reflexionar y ponerlo como centro de conversación y discusión es importante. Además, creo, la conversación en torno a este tema ha tomado relevancia por el cambio de paradigma que están viviendo las y los jóvenes en relación al respeto explícito del otro. Y aquí, el movimiento femenista ha tenido gran impacto en plantearlo como una problemática social de la cual como sociedad nos debemos hacer cargo.

Es importante comprender que el consentimiento tiene sus bases en la capacidad de autorregulación y adquisición de límites desde la infancia. Muchas veces nos preguntamos por qué son necesarias las normas, y la razón es que ayudan a promover el desarrollo moral en los seres humanos, enseñándonos a respetar las necesidades propias y de los demás a través de acuerdos comunes. Como padres y madres tenemos conciencia de que esto es relevante tanto en nuestros hijos como en nuestras hijas, y comprender que el comportamiento reflexivo y la correcta toma de decisión es, en ambos sexos, igual de importante. El primer paso es educar a hombres y mujeres de igual manera, enseñándoles la importancia que tiene la responsabilidad y la intimidad.

Desde que nuestras hijas e hijos son pequeños tenemos que fomentar el desarrollo de la capacidad de autoconocimiento, ese que les permite reconocer quiénes son, su individualidad y diferencias con los demás, porque siendo capaces de saber qué les gusta y qué no, y teniendo claridad de sus propios límites, podrán declararlos frente a los demás. Como seres humanos, capaces de razonar, debemos aprender a socializar de manera sana con otras personas, validando y aceptando su individualidad. Si desde pequeños les enseñamos a respetar normas con el sentido de que son por un bien común, serán capaces de llegar a acuerdos con el resto, lo que marcará el inicio del camino para que puedan asociar que la voluntad y libertad les permite elegir sus conductas, así como comprender que el consentimiento de una persona debe ser es explícito. De esta forma internalizarán que si no se tiene certeza de lo que quiere el otro, no se puede deducir su aceptación o rechazo.

Como en el consentimiento no hay matices, es sí o es no, como sociedad es importante que desde pequeños nuestros hijas e hijos se enfrentan a situaciones en las cuales no se sienten cómodos de participar, o con la acción de otras personas en donde ésta se pueda justificar diciendo “no sabía que le molestaba”. Y ahí es donde como papás y mamás no podemos reaccionar con un “no importa, lo tiene que haber hecho sin querer”, o un “quizá no se dio cuenta”. Ahí es cuando debemos acoger su sentimiento e incentivarlos a que comprendan qué fue lo que les molestó para así explicitar y hablarlo con la persona involucrada. Si somos la madre o el padre de quién hizo la acción, no podemos reaccionar siendo ambiguos y justificando que se equivocó, no dándole mayor importancia. No es que debamos enjuiciar a nuestros hijos e hijas por sus errores, pero sí tenemos que hacerles ver que sus acciones los hacen responsables para que aprendan a acoger el sentir del resto validando su emoción.

El consentimiento es un concepto fundamental que se puede enseñar a cualquier edad. Permite comprender que toda voz importa y que se tiene opciones, aprendiendo así a respetar tanto las decisiones propias como las de los demás. Para poder consentir es necesario conocer todos los aspectos de una situación, por eso es tan importante que podamos tener un vínculo afectivo que permita una comunicación clara y directa con nuestros hijos e hijas, donde podamos conversar, reflexionar y discutir sobre temáticas que van a estar presentes en sus distintas etapas de desarrollo. A pesar de que pensemos que ellos no tendrían determinada conducta, se pueden ver enfrentados de igual modo por su contexto de amigos. Esto es especialmente importante en la adolescencia, ya que la presión de los pares toma relevancia por su impacto en la construcción de identidad. Muchas veces los jóvenes reconocen haber realizado una actividad no porque querían, sino para no quedarse fuera.

Para crear una cultura del consentimiento es necesario que todo el mundo cambie de forma consciente su forma de relacionarse con los demás. Hay que enseñar a las niñas y a los niños la importancia del consentimiento desde la infancia, atreviéndose a debatir sobre ciertos estigmas de conductas que se tienen que realizar o presentar a determinada edad, muchas veces para pertenecer.

Josefina Montiel es psicóloga clínica. Instagram: @ps.josemontiel