Hace cerca dedos meses Carla conoció a Antonio (ambos nombres fueron cambiados para proteger a los involucrados) a través de una aplicación de citas. Estuvieron hablando un par de semanas hasta que decidieron juntarse a caminar por el barrio donde ella vive. Como no era fácil ir a bares o juntarse en un lugar por la pandemia, decidieron hacerlo así. Si enganchaban, Carla lo invitaría a su departamento a tomar una cerveza. Así lo hizo. Y hoy es una de las decisiones que más lamenta.

Esa noche Antonio se quedó a dormir. A Carla le parecía alguien normal, incluso muy guapo, y se sintió segura con él en casa. Pero luego de esta primera cita las cosas empezaron a cambiar y a volverse extrañas. “Empezó a mostrar una faceta intensa. Cuando hablábamos no paraba de decirme que era hermosa, perfecta e increíble y aunque claro, es un cariñito al ego, empecé a preocuparme de que alguien que me conociera tan poco me dijera ese tipo de cosas”, recuerda Carla.

Aún así lo volvió a invitar, pero esa noche él se fue temprano y ella se quedó con la sospecha de que era alguien un poco raro. Le prometía amor eterno, le preguntaba cuánto quería esperar para pololear e incluso dejó entrever planes de matrimonio en el futuro. Carla había terminado hace poco una relación y no quería nada serio, cosa que le dejó en claro en un mensaje de texto en el que además le dijo que prefería que no se vieran más. Pero le respondió con insultos.

“Ahí me di cuenta de que había algo muy raro y lo bloqueé de mis redes sociales y WhatsApp”, cuenta, agregando que él reaccionó dejándole varias llamadas perdidas y enviándole mensajes de texto en los que le rogaba que no lo dejara. “Me dijo que si no estaba conmigo él no iba a estar nunca con nadie más y que no sabía lo que le iba a pasar. Le dije que le tenía miedo y me respondió: ‘¿Miedo de qué? Si nunca te he hecho nada’”.

Tras recibir ese mensaje lo bloqueó, esta vez para que no pudiera ni llamarla ni enviarle mensajes de texto y fue así que no supo más de él hasta la semana pasada, cuando le escribió a su correo del trabajo diciéndole que la extrañaba y que no dejaba de pensar en ella. También le comentó que había pasado por su barrio. En otro correo le dijo que se iba a meter a todas sus cuentas de redes sociales.

“Donde más me han ayudado ha sido en el Centro de la Mujer de la Municipalidad de Providencia, donde me llevaron a hablar con un abogado que fue súper claro en lo que podía o no pasar”, cuenta Carla, quien además puso una denuncia en Carabineros por recomendación de su hermano. Le dieron una medida de protección y Carabineros hace rondas por su edificio periódicamente, pero en una de estas rondas hablaron con ella para preguntarle por qué tenía la medida cautelar. Ni siquiera sabían de qué la estaban protegiendo.

“Ni Carabineros ni nadie se comunica con él, nadie le dice que pare. Yo tengo que hacer cambios de hábitos, cambios de vida, mientras que él está tranquilo en su casa”, dice Carla con rabia.

#NoMásViolenciaDigital

El miércoles 18 de noviembre un grupo transversal de parlamentarios en conjunto con diversas organizaciones civiles presentó el proyecto de ley #NoMásViolenciaDigital con el fin de instalar la demanda por seguridad digital, prohibir ciertas conductas particularmente graves y diversificar cómo son penalizadas.

Se trata de una alianza compuesta por las diputadas y diputados Maite Orsini (RD), Maya Fernández (PS), Gonzalo Fuenzalida (RN), Jorge Alessandri (UDI), Marcelo Díaz (Unir), Gael Yeomans (CS), Marisela Santibáñez (PC) y Miguel Ángel Calisto (DC) junto a organizaciones de la sociedad civil; Abofem, ONG Amaranta, Hablemos de Ciberacoso, Observatorio contra el Acoso Chile, Proyecto Aurora, Ley Pack Ahora y Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio.

El proyecto busca prohibir conductas como exhibición o difusión de datos personales, suplantación de identidad por medios digitales, envío o exhibición de contenido no solicitado (ciberflashing), la difusión no consentida de contenido sexual y acoso digital. Este último se define como afectar gravemente las condiciones de vida privada de otra persona de cualquier forma y sin consentimiento así como intentar comunicarse reiteradamente.

“Teniendo presente que los espacios digitales son cada vez más relevantes en términos de comunicación social es que se hizo necesario regular la violencia digital”, explica la directora de derecho penal de Abofem, Camila Guerrero, quien representó a la agrupación en la presentación del proyecto. “Parte de la base del proyecto es que el espacio digital es una extensión del espacio público. Es una instancia de relevancia social y los legisladores no pueden no ir a la par con las nuevas formas de violencia contra las mujeres”.

Respecto al caso de Carla, Camila asegura que se trata de algo común y que la responsabilidad de cuidarse termina recayendo siempre en la víctima, sin que el acosador sea penado por ello. “Le dicen a la víctima que cuide sus redes sociales o que no se exhiba tanto. Tenemos a una persona que, si bien no amenaza de forma explícita, hostiga y afecta las condiciones de vida de otra persona”.

Además de prohibir las conductas mencionadas, este proyecto crea un fondo de reparación y prevención a través de las multas que se cursen, multas que irían entre las 11 y las 20 UTM mensuales.