En marzo de este año se estrenó en Netflix Los principios del placer, una docuserie dirigida por Niharika Desai y centrada –como muy pocas lo han hecho hasta el minuto– en el placer femenino. Su intención, es la de esclarecer, a través de la voz de especialistas, los múltiples mitos, tabúes y desinformaciones que existen en torno a la sexualidad, especialmente en sociedades en las que escasea una educación sexual integral y por ende, lo que suele ser de conocimiento común proviene únicamente de discursos heredados, tanto de nuestras familias, como de instituciones tradicionales o la pornografía.

Es en ese contexto, específicamente en el primer capítulo, que se habla de la importancia de conocer –y en consecuencia validar– nuestros cuerpos, porque solo a través de ese autoconocimiento se logra distinguir lo que nos gusta y lo que no; lo que nos genera placer o no; lo que nos acomoda o nos hace sentir incómodas y, esencialmente, lo que deseamos o no. Como explica una de las fuentes de la serie, Dr. Lori Brotto: “El conocimiento es poder. Quizás por eso, durante siglos, nos negaron esta información. Históricamente se ha asociado la sexualidad femenina a enfermedades, comportamientos problemáticos, ansiedades e incluso depresiones. Las dolencias físicas y mentales se atribuían a la histeria y la misma palabra viene de la palabra griega que significa útero. Más de un siglo después, siguen existiendo estereotipos, mitos y falta de información, como una manera de controlar la sexualidad de las mujeres”, explica. “Por eso –continúa la especialista– saber lo que nos hace sentir bien o no, puede ayudarnos a desarrollar un sexto sentido del cual poco se habla: la interocepción”.

En el colegio se nos enseña respecto a los cinco sentidos básicos: la vista, el olfato, el tacto, el gusto y la audición, sentidos que nos proveen una matriz interpretativa que establece el cómo nos relacionamos con el mundo exterior, pero hay otros que tienen que ver con cómo percibimos y por ende interactuamos con nuestro interior.

Como se explica en un artículo titulado “El sentido oculto que equilibra la salud mental” publicado en la revista científica Saval Net, la conciencia y el reconocimiento de las señales fisiológicas –es decir, esas que se originan en tejidos, órganos y sustancias químicas que circulan por el torrente sanguíneo– se conoce como la conciencia interoceptiva. En otras palabras, según lo plantea Brotto en la serie, la habilidad de saber lo que sucede al interior de nuestros cuerpos. “Algunos son muy conscientes de su frecuencia cardiaca, por ejemplo. Algunas mujeres saben cuándo están ovulando. Otras y otros saben detectar las señales tempranas de una tensión muscular o el comienzo de un infarto. Esas son personas conscientes a nivel interoceptivo”, profundiza. “Pero en la interocepción relacionada a salud sexual, como en muchas otras cosas, hay una brecha de género. Probablemente porque de niñas nos dijeron que la masturbación femenina era obscena o porque nuestros genitales están mayormente escondidos. Por lo mismo, si una niña o una mujer no explora de manera deliberada su cuerpo, es muy difícil que logre conocer sus distintas sensaciones. Esa capacidad de conectarse y detectar los primeros indicios de excitación es muy importante, porque puede abrir el camino para eventualmente amplificar esas señales y saber qué es lo que nos gusta y qué no”. Todo ese autoconocimiento, como explican las especialistas, es clave, especialmente en la prevención de situaciones que no nos generan placer.

Pero, ¿por qué saber identificar lo que ocurre en nuestro interior, incluso cuando las manifestaciones aun no se han exteriorizado, es tan importante para la sexualidad y el bienestar integral? La psicóloga clínica especialista en temas de género, Claudia Muñoz, y la psicóloga especialista en sexualidad de Sorored, Francesca Chiappini, concuerdan en que la importancia de poder detectar lo que ocurre en nuestro interior y, por ende, saber escuchar a nuestro cuerpo, radica en la capacidad que nos da eso para poder responder acorde a nuestros deseos y necesidades, dejando de lado las exigencias y presiones externas. “Vivimos en una sociedad en la que nuestra conexión con el cuerpo está muy subvalorada; las exigencias del sistema laboral, la carga del cuidado que recae en la mujer y los ritmos de estudio, entre otras, nos llevan a dormir menos de lo que necesitamos, comer menos de lo que deseamos e incluso relacionarnos con personas con las que no queremos relacionarnos”, explican. “Vivimos haciendo caso omiso a nuestro cuerpo, pero si lo escucháramos eso podría ser un factor protector para nuestra salud mental, física e incluso respecto a situaciones abusivas o violentas”. De hecho, según especifican las especialistas, un factor protector para situaciones de abuso sexual infantil es justamente enseñarle a niñas y niños a identificar la incomodidad y así poder expresarla o alejarse de la misma, y no obligarlos a tener contacto físico cuando no lo deseen.

Así mismo, la educadora y consejera en sexualidad, Tamara Villanovoa, explica que la interocepción es fácil de entender cuando se trata de saber detectar que tenemos hambre o sueño, o incluso que nos vamos a resfriar, pero en la sexualidad –y potenciado por el hecho de que nuestra educación sexual depende hasta el minuto de lo que el establecimiento educacional quiera enseñar, dada la falta de una Ley de Educación Sexual Integral– es muy poco lo que entendemos o sabemos identificar. “Hay partes de nuestros cuerpos de las cuales no tenemos consciencia, como el piso pélvico y toda la musculatura alrededor. No sabemos nada del clítoris o de la misma vejiga, que solo sentimos cuando estamos a punto de hacer pipí. Tener el concepto de interocepción integrado y poder ir trabajándolo, especialmente en la sexualidad, es relevante para poder lograr una conexión entre la mente y cuerpo, y para poder establecer nuestras necesidades para sentir placer”, explica.

Por ejemplo, la masturbación femenina. Como explican Muñoz y Chiappini, a los hombres se les exige, pero para las mujeres es un tabú. “Pero la realidad es que es y será muy importante para nuestra salud sexual e integral, porque es lo que nos hace entrar en un proceso de autoconocimiento que nos ayuda a dilucidar lo que nos genera placer y lo que no, los lugares más sensibles, el tipo de estimulación que nos gusta o los músculos que al contraer nos permiten sentir más”, reflexionan. “Conocernos en estos ámbitos hará de la sexualidad una más completa, saliéndonos de las exigencias y mitos o incluso de que el otro adivine lo que nos gusta”.

Según explican las especialistas, en los cuerpos femeninos, y desde la niñez, se promueve la idea de que tienen que ser objetos de deseo. “Esto nos lleva a la tarea constante de tener que agradar, silenciarlos o estar al servicio de otro, sobre todo en la sexualidad que es culturalmente considerada terreno masculino. Sin embargo, todas y todos tenemos deseo y derecho al placer y al goce. Es por esto que conocer nuestro cuerpo, escucharlo y actuar acorde al mismo nos permitirá, en primera instancia, ayudarnos a identificar si la persona que tenemos al frente nos genera deseo –independiente de la duración de ese encuentro–, y también si nos sentimos cómodas”. Sabiendo que eso también está sujeto a cambio constante, podremos tener una sexualidad más plena.

Por eso, la interocepción es una oportunidad para escucharnos y validar lo que nos pasa. “Nos permite ponernos en el centro, ser más amorosas con nosotras mismas y proveernos de lo que necesitamos sin que ninguna parte de nuestro ciclo vital sea considerado como particularmente negativo o positivo”, concluye Muñoz.