“Cuando estaba en el jardín infantil, me tocó ser la bruja en la obra de “Blancanieves”. Recuerdo que cuando mi mamá me pasó a buscar, estaba llorando desconsoladamente porque no quería ser la bruja. No entendía por qué tenía que ser la villana. Pero mi mamá, con su sabiduría infinita, me dijo algo que cambió mi perspectiva para siempre. Me dijo que la bruja en realidad era la jefa, una mujer independiente y fuerte que no necesitaba ser rescatada como Blancanieves. Para el día de la obra, me vistió con un vestido azul de reina maravilloso y una coronita. Me sentía lo máximo. Creo que su intención era que no estuviera triste, pero podría haberme dicho cualquier otra cosa. En cambio, decidió hacerme sentir importante y valiosa.
A lo largo de mi vida, me he dado cuenta de que para mi mamá siempre ha sido crucial que seamos mujeres independientes y seguras de que podemos hacer lo que queramos. Ella creció en una familia con dos hermanas y un hermano, en una casa donde todo funcionaba de manera bastante tradicional. Mi abuela, aunque siempre trabajó y fue bastante independiente y rupturista para su época, tenía una mentalidad más machista. Creo que esas experiencias marcaron profundamente a mi mamá que siempre ha sido fuerte y es mi modelo a seguir.
Le ha tocado empezar de nuevo varias veces en su vida y siempre ha salido adelante con una fortaleza admirable. Somos tres hermanas y siempre supimos que podíamos contar con ella para todo, sin importar lo que pasara. Tiene sus problemas, como todos, pero siempre encuentra una solución. Cuando era chica, sentía que mi mamá lo sabía todo. Ahora, ya adulta, sé que no lo sabe todo, pero sí casi todo. Siempre la llamo para pedirle consejos.
Su forma de ser me ha marcado. De hecho, desde pequeña he sido vista como la “mandona” o “puntuda”, pero mi mamá siempre decía que no era mandona, sino que tenía habilidades de liderazgo. Siempre nos reforzaba positivamente. Aunque no me llamaban bruja textualmente, sí con otras palabras. Y es que las mujeres fuertes suelen ser etiquetadas como “perras” o “histéricas”, un comentario bastante común. Pero gracias a las enseñanzas de mi mamá, y especialmente a ese gesto que tuvo conmigo en el jardín y que me marcó para siempre, yo no dejo que ese tipo de comentarios me afecten. Al contrario, en ese momento el comentario de mi mamá me hizo sentir como una reina; me creí el cuento absolutamente y, con solo dos años, salí a comerme el escenario.
Desde entonces, supe que las mujeres podían ser mucho más que princesas indefensas y que podían con todo. Por eso y tantas cosas más, la relación con mi mamá hoy es muy cercana y la agradezco. Nos llevamos bien con ella y mis hermanas, a pesar de no vivir en la misma ciudad. Nos vemos seguido y mi mamá sigue siendo mi principal fuente de consejos cuando tengo que tomar decisiones difíciles. Ella es y siempre será mi ejemplo a seguir”.