Pocas cosas son tan lindas y simples como la letra manuscrita. No puedo dejar de imaginarme la belleza de los versos de Emily Dickinson escritos con la fuerza de su mano; rápidos como olas una tras de otra, apurándose para que no se escapen las palabras. Sus miles de versos en hojas cosidas con hilo blanco en cuadernillos. Escribía cartas. También hizo un herbario.
Me gusta mirar la letra de los otros y observar que hay una infinidad de maneras de escribir la misma palabra. Muchas veces, en una que otra sala de espera, me pillo mirando de reojo los cuadernos ajenos solo para ver cómo son sus letras hechas a mano. Ni siquiera leo lo que dicen, porque para mí la escritura a mano es más que el significado de las palabras. Aunque eso no tienen por qué saberlo los desconocidos dueños de los cuadernos. Lástima para mí que cada día encuentro menos, suerte para ellos que no tendrán ojos sobre sus apuntes.
Me sorprendió saber que muchos de los niños que hoy están comenzando a escribir están usando letra imprenta, y que las profesoras deben ayudarlos a fortalecer el puño para realizar la noble tarea de aprender. Aunque es esperable si la mayoría de lo que escribimos hoy lo hacemos en pantallas touch o en el teclado del computador. La letra se puso bruta y tiesa. Y el lápiz, se convirtió en un objeto extraño e incómodo.
Tengo varios cuadernos, dicen cosas sin importancia. Hay rayas y dibujos que no tienen ninguna pretensión. Me gusta tener un lápiz en las manos, a ver si sale algo digno de atesorar. La mayoría de las veces no sale nada, pero prefiero el lápiz a pasar el día con el celular. Es un objeto al que en realidad amo, porque es como una ventana al mundo y respuesta a la mayoría de mis preguntas. Pero sin lugar a dudas es el objeto con el que más tiempo pierdo. Descubrí que mientras más tarde lo tome y mientras menos cosas tenga que revisar ahí, más aprovecho el día. Hacer una lista de lo que tengo que hacer escrita a mano sobre cualquier papel (ideales son los envoltorios de las bolsitas de té) ha sido un buen hábito para alejarme de la tentación de mirar las redes sociales o de revisar el mail cada vez que tomo el celular. Y de paso ensayo formas y pienso en los cuadernos de Emily Dickinson. A ver si sale algo.