Paula 1205. Sábado 30 de julio de 2016

Son las 5 de la tarde y Jacinta Besa lleva casi ocho horas sentada en su taller de Pocuro, con una estufa por debajo del mesón de trabajo y otra al costado. A su derecha, apoyado en una mesita lateral, un iPad con la imagen de una magnolia tulipera que fotografió hace años en la Casona de Las Condes. Al frente, un computador en Netflix, con la voz de Jack Bauer (de la serie 24) disparando una de sus típicas frases mesiánicas. Jacinta solo escucha. No mira ni las persecuciones ni los balazos. No despega los ojos de los pétalos de la magnolia que replica uno a uno, paciente, con plasticina, sobre una superficie de acrílico que descansa en posición horizontal. Su cabeza gira hacia la izquierda solo para mirar la referencia del iPad. También sobre la mesa, al alcance de sus manos, una centena de pelotitas de plasticina en la gama de los rosas y los blancos que ella ha preparado con anterioridad, buscando el realismo también en el color. Antes fueron tonos básicos en lingotes de material duro. Con sus dedos largos las toma delicadamente, entibia y aplasta, obteniendo la forma deseada. La visualidad impresionista de Besa recuerda también al puntillismo, solo que este no se logra con pincel, sino con ese material tan familiar para los niños.

El magnolio es solo parte del enorme tríptico (cada uno de 1 metro x 70 cm) en que la artista plástica lleva tres años y medio trabajando, en paralelo a otras obras, con un promedio de 14 horas diarias, de lunes a lunes, a pedido de un comprador. Cuenta que a ese ritmo los ojos son los más perjudicados. "Aunque también las muñecas. Tengo tendinitis, debiese descansar y hacer algunos ejercicios cada cierto rato, pero no alcanzo", explica. En un par de días, Jacinta Besa (28) cerrará el taller, dejará la casa de sus padres, se despedirá de su pololo hace un año, el periodista Humberto Sichel, y partirá por 12 meses a Berlín, con una visa Working Holiday. En Santiago, dejará colgada hasta el 19 de agosto su exposición en OpenArt-Opendark, junto a los trabajos de Santiago Ascui y José Luis Prieto. Se va con un proyecto pendiente: después de varias colectivas (en galería Madhaus y en Ch.Aco entre otras), dice que el próximo paso debe ser lanzarse con una individual, "aunque me da miedo, porque es enfrentarme al mundo en pelotas".

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"Tres plantas", plasticina sobre aluminio (100 x100 cm), 2016.

Al terminal internacional del aeropuerto de Santiago Jacinta Besa llega con una mochila con un poco de ropa y una enorme maleta con materiales, especialmente sus plasticinas americanas y chilenas. "A Berlín –añade– me voy a seguir trabajando como artista y a seguir autogestionándome, en una ciudad que hoy es foco de artistas de distintas disciplinas porque hay muchos lugares para exponer, para mirar la obra de otros, para que vean lo tuyo". Y tiene razón. No es casualidad que las artistas Dominga Vergara, Manuela Morales y Carla Effa, el director de cine Sebastián Lelio, y la diseñadora de vestuario Claudia Vitali, entre muchos otros chilenos, hayan elegido esa ciudad como centro de operaciones.

Besa cuenta que un par de veces le han preguntado a qué se dedica y ha respondido "soy artista". Entonces le han dicho "ah, ¿en qué canal de televisión y en qué programa apareces?". "y ahí tengo que explicar que soy artista plástica y trabajo con plasticina. Los dejo aún más confundidos".

Para tomar el avión, Jacinta Besa –a diferencia de prácticamente todas sus amigas– postergó la salida de la casa paterna y ahorró durante un año la plata que obtuvo vendiendo algunas obras y haciendo acotados trabajos como modelo. "Pagan súper bien y me permite dedicarme el otro 90 por ciento del tiempo a mi arte, a arrendar el taller y a comprar los materiales", explica. "Pero no soy modelo", dice enfática.

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Gomero, plasticina sobre aluminio (75 X 40 cm), 2016.

Muy lejos de la idea obsoleta del artista buscando la inspiración, Besa cuenta que lo suyo es un sistema que tiene horarios y rutinas. De lunes a viernes, a partir de las 9, está en la calle adquiriendo materias primas, enmarcando o haciendo trámites. Cerca del mediodía se instala en el taller. El nuevo, en Berlín, está en Neukölln, el mismo barrio en que vive, y lo comparte con un artista americano y una curadora alemana.

"No me atrevería a hablar de misoginia, pero sí creo que en Chile hay poca fe respecto de que realmente una artista vaya a desarrollar una carrera a largo plazo, precisamente por la maternidad o por sus responsabilidades familiares".

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Jacinta Besa descubrió la plasticina mientras estaba en segundo año de Arte en la Universidad Católica. Entró pensando que el arte se reducía a la pintura, el grabado y un par de técnicas más, y pronto comenzó a experimentar con materiales, como la gasa, con la que hizo unos pájaros. En eso estaba cuando se topó con la plasticina y tuvo la certeza de qué ahí debía quedarse. Eso le dio seguridad: sería la plasticina con todas sus posibilidades (entera, derretida a baño maría o con soplete) con la que crearía un lenguaje propio. Aliada a la teoría del color, es capaz de transformar los 20 tonos disponibles en el mercado en hasta en 200, si lo amerita, gracias a los efectos ópticos que ha logrado alcanzar mediante ensayo y error. Elegida la plasticina, vino una primera declaración de principios, próxima a la simbología junguiana de los sueños. Allí apareció el conejo, por ejemplo, para representar la fertilidad. También los zorros, relacionados a la simbología de la muerte y lo diabólico, pero "lo estoy dejando porque se pusieron de moda". Después de un tiempo, también le puso punto final a la literalidad de los símbolos, aunque ha seguido insistiendo en el rol de la mujer como gran tema de su obra.

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Cita a Magritte, Taza de natalidad, plasticina sobre acrílico (75 x 55 cm), 2012.

En Taza de natalidad abordas directamente el tema de la fertilidad femenina. ¿Por qué?

Sí, ese trabajo de 2012 lo hice como consecuencia de lo que me preocupaba en ese momento. Me di cuenta de que yo estaba dedicada por entero al arte, mientras que a mi alrededor muchas mujeres de mi edad, 25 por entonces, se estaban casando y comenzaban a tener hijos o a planificarlos. Y ahí aparecieron un montón de preguntas como ¿me tengo que casar pendeja?, ¿tengo que tener muchos hijos, como mi mamá que tuvo 5? Y también apareció muy claramente la razón de que durante un buen tiempo los conejos fueran parte de mi trabajo. Taza de natalidad, que es una cita a una obra de Magritte, tiene una taza colgada, que puede interpretarse como el receptáculo que es la mujer, y un conejo muerto. Es una manifestación sin tener que andar quemando los calzones.

El tema le toca de cerca. La madre de Jacinta, quien por años se ha dedicado a la cerámica y a los azulejos, la crió rodeada de materiales para pintar, pegar, moldear y recortar, estudió, como ella, Arte en la Católica pero, a diferencia suya, dejó la carrera cuando a los 20 años se casó y volcó a los hijos.

En la misma línea, en su muestra más reciente, Ya no somos, las protagonistas son las plantas de interior, entre ellas un gomero, que Besa usa nuevamente para representar el lugar de la mujer, "que ya no se limita a la casa, sino que se extiende sin vuelta atrás al ámbito público".

Un año antes, como reflexión respecto de las "grandes verdades que todos acarreamos como consecuencia del lugar en que nacimos y nos educamos", realizó la instalación Useless (Inútil), con siete colgadores de acero, cada uno con una prenda de vestir de la artista sumergida en plasticina blanca.

¿Existe paridad en el mundo del arte en Chile?

Mi impresión es que no. Es un hecho que en las galerías de arte chilenas el porcentaje de mujeres que son representadas es menor que el de los hombres, a pesar de que a estudiar Arte en las universidades entran más mujeres. No me atrevería a hablar de misoginia, pero sí creo que hay poca fe respecto de que realmente una artista vaya a desarrollar una carrera a largo plazo, precisamente por la maternidad o sus responsabilidades familiares. Frente a eso, lo que yo puedo decir es que no tengo hijos, espero alguna vez tenerlos, pero eso no significará en ningún caso que mi carrera quedará estancada y que nunca más en la vida voy a tocar una plasticina. Confío en que las llamadas "labores del hogar" se reparten de manera cada vez más equitativas. Para mí el arte es una necesidad. No tengo opción.