La liebre y la tortuga

Columna de Tomás Recart, director Ejecutivo de Enseña Chile.




Paula.cl

Nuestros estudiantes tienen una necesidad imperiosa para aprender, pero ¿cómo van a aprender si sus profesores no son un ejemplo de aprendizaje? De igual manera, ¿cómo los profesores serán un ejemplo de aprendizaje si sus colegios no son organizaciones que aprenden?

Una organización que aprende genera ambientes donde es claro cómo, cuándo y dónde se aprende. Sin embargo, en nuestra cultura, generalmente lo que se observa son ambientes donde se quiere aprender, pero no se sabe cómo, o la mayoría, son ambientes punitivos. En un ambiente de aprendizaje, los errores y fracasos son un insumo importante del aprendizaje. En ambientes punitivos, el error sale caro.

En educación, las personas que trabajan en colegios, tienden a percibir sus ambientes de trabajo como ambientes punitivos. Por ejemplo, a los profesores no les gusta que se les vaya a ver porque se sienten "evaluados". De igual manera, muchos detestan las pruebas estandarizadas porque no les ayudan a mejorar. En resumen, no se sabe cuándo, ni cómo ni dónde mejorar.

Garvin, Edmondson y Gino publicaron el año 2008 en Harvard Business Review un artículo que ayudó mucho a Enseña Chile a entender cómo revertir este problema. En su artículo "¿Es la suya una organización que aprende?" se plantea que básicamente se necesitan tres cosas: un liderazgo que fomente el aprendizaje; una cultura que aprecie el aprendizaje, y procesos establecidos y conocidos por todos para mejorar. Uno mismo se puede auto diagnosticar haciendo preguntas como ¿Mi jefe me da tiempo e instancias para  identificar fortalezas  y desafíos de nuestra organización?, ¿Las personas que trabajan en esta organización habitualmente se sienten cómodas al hablar de lo que funciona y lo que no funciona? o ¿Esta organización tiene procesos para aprender de sus errores y fortalezas con  actores fuera y dentro de la organización?

En una encuesta que hicieron a varias organizaciones de todo tipo, el aspecto donde la mayoría se cae para llegar a ser una organización que aprende es en tener procesos conocidos por todos para mejorar. Estos procesos  deben tener una clara visión o un norte hacia dónde se quiere mejorar, etapas, tiempos y responsables claros. Por ejemplo, teniendo una visión clara del estudiante al cuál se aspira, se eligen los instrumentos que den mejor cuenta de avances en estos aspectos, se da cuenta cómo y con quién se va a analizar, qué plan de ajuste se va a hacer a partir de ella y cómo se va a comunicar. Si esto se repite una y otra vez, finalmente se crea una inercia de aprendizaje que es difícil de parar.

En la gran mayoría de los colegios, la carencia de un proceso claro de aprendizaje continuo es abismal. Se observa poco una visión consensuada, simple y conocida del estudiante al cuál se aspira, no hay claridad de etapas ni de instrumentos para dar cuenta de avances. Generalmente, el único instrumento que se usa en los colegios para medir avances es el SIMCE, que tiene solamente un componente académico, y cuyos resultados se dan un año después. Es información parcial y entregada a destiempo para poder mejorar. En algunos colegios se utiliza una rúbrica de observación de clases, que podría ser una tremenda herramienta para mejorar si se hace de manera frecuente, con retroalimentación de acciones medibles en el corto plazo, pero en la mayoría de los casos se hace de manera poco frecuente, entregando una cantidad de información que es difícil de asimilar. En casos en que se tiene de información, es común encontrar que el análisis se hace pocas veces con los mismos estudiantes y los planes de acción son poco conocidos.

Por otro lado, sin buena información es imposible celebrar y aprender de aquellos miles de profesores que están haciendo una gran labor de modo de aprovechar las fortalezas que la comunidad tiene. Generalmente se resalta lo que la comunidad escolar carece.

Hoy, hay una serie de instrumentos que permiten medir mucho más que el aspecto académico, hay experiencias de análisis de información con comunidades de aprendizaje que incluyen estudiantes, profesores e incluso apoderados. Nuestra experiencia en Enseña Chile es que al principio la gente responde con escepticismo, pero cuando ven que la información se usa y se generan cambios, lo que antes era una amenaza, se transforma en una oportunidad.

La academia y la discusión en educación ha estado demasiado centrada en buscar "la bala de plata" que va a cambiar la educación, pero ¿qué pasa si nos enfocamos en, con lo que tenemos, asegurarnos de ser cada día mejor? Es como el cuento de la tortuga y la liebre. Buscamos ser la liebre, cuando finalmente es la tortuga, la que con su trabajo diario y silencioso es la que llega primero.

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