Paula 1134. Sábado 9 de noviembre 2013.
A casi quince años de denunciar las malas prácticas del poder judicial en El libro negro de la justicia chilena –publicación que le costó el exilio en Estados Unidos–, la periodista y colaboradora de revista Paula presenta ahora la primera biografía no autorizada de Lucía Hiriart Rodríguez, la viuda de Pinochet, recién lanzada en la Feria Internacional del Libro de Santiago.
Alejandra Matus había vuelto hace poco de estudiar un máster en Harvard, en Estados Unidos, cuando en octubre de 2011, en una conversación informal, la periodista Andrea Palet –ligada al mundo editorial–, le planteó la idea de escribir una biografía de Lucía Hiriart. Al principio la propuesta no le causó mucha gracia. "Me parecía fome escribir una caricatura más de esa mujer que yo visualizaba repleta de sombreros y con gustos extravagantes", cuenta. Pero la sugerencia le quedó rondando y se puso a investigar hasta que se entusiasmó con el intrincado perfil del personaje: "Uno tiende a mirar a Lucía como una mujer entre ignorantona y cruel, pero sus complejidades y ambiciones no son tan distintas a las de muchas mujeres", reflexiona Matus, que acaba de lanzar la primera –y muy esperada– biografía de Lucía Hiriart (Doña Lucía, Ediciones B) tras dos años de trabajo, en los que hurgó en más de 60 fuentes documentales y realizó más de 40 entrevistas a ex escoltas, empleados y familiares.
Cuenta Matus: "Doña Lucía es una biografía no autorizada. Intenté entrevistarla a ella y a sus hijos, pero no me fue bien. Y, aunque hubiera enriquecido el libro, creo que hay material suficiente para entender quién es Lucía sin ella. La diferencia de mi libro con otros, como la novela Insaciables, de Mónica Echeverría y Patricia Lutz, es que el mío aborda toda su vida, no solo su participación desde 1973. No había una biografía que pusiera el foco en ella desde que nació hasta ahora que tiene 90 años, porque era Pinochet el que siempre acaparaba la escena".
Aquí, en primera persona, la autora devela algunos de los aspectos que más la sorprendieron de la personalidad de Lucía Hiriart:
"Su padre nunca estuvo a favor de la dictadura y veía con malos ojos el matrimonio de su hija con un militar. También me encontré con su faceta garabatera que no es simpática sino insultante, y su falta de hobbies. A Lucía no le gustaba bailar, ni la música, ni los perros. Todo para ella era Pinochet. Esa es su creación".
"Descubrí cosas sorprendentes, como por ejemplo que su padre nunca estuvo a favor de la dictadura y que una prima suya estuvo presa y fue torturada".
"El lado paterno de su familia está compuesto por militantes del partido radical y comunistas. De hecho, tiene una prima que fue torturada y presa, y si no es porque su padre intervino, muchos de sus familiares estarían muertos. Tiene parientes que vivieron el exilio. Ella fue capaz de cometer este tipo de traiciones, lo que, guardando las proporciones, tampoco es una realidad ajena para otras familias chilenas que tuvieron que delatar a su gente en dictadura".
"En la matriz de la personalidad de Lucía Hiriart de Pinochet hay experiencias comunes a las mujeres chilenas. Salvo porque ella se casó con un futuro dictador, su vida no fue distinta a las de otras mujeres que pusieron todas sus expectativas en un matrimonio y que, sin vida propia, no les quedó otra que pasarlo mal. Ella tenía 16 años cuando lo conoció y, a los 19, recién casada, se dio cuenta de que nada de lo que soñó del matrimonio se cumpliría. Vivió penurias económicas, su marido pasaba la mitad del tiempo en campaña y, para colmo, muy pronto le pusieron los cuernos. Ella y Pinochet tenían el clásico matrimonio chileno de la época: el hombre le pone el gorro a la mujer pero llega con plata a fin de mes. Ella lo celaba y lo perseguía, pero él salía con los amigotes y se iban a prostíbulos. La mayoría de los agentes de la Dina y la CNI estaban casados. ¿Qué hacían esas mujeres cuando ellos llegaban a sus casas? Servirles la comida, preguntarles cómo les fue en el trabajo y hablarles de los hijos. Es fácil creer que Lucía era un monstruo, un caso excepcional y atípico en esta sociedad, pero cuando ves los patrones de conducta de cada militar en dictadura, te das cuenta que todos tuvieron a su pequeña Lucía. Las violaciones a los derechos humanos no hubieran sido posibles sin su contención".
"Fueron dos años de reporteo constante en los que me encontré con gente que se negó a hablar por miedo, como con personas que me costó mucho encontrar pero que me entregaron información valiosísima. Todo esto me permitió hacer el viaje entre lo público y lo privado, hacia el lado desconocido de Lucía", cuenta Alejandra.
"En la historia de Lucía se puede encontrar las mismas frustraciones e inquietudes que aquejan a as mujeres hasta hoy. Por ejemplo: ¿Por qué todas tenemos que ser madres? Más allá del discurso pro-familia que tenía, a Lucía no le salía natural esto de tener hijos. La crianza la sobrepasaba. De ser reina de belleza en el Liceo de San Bernardo, pasó a tener una guagua tras otra –tuvo cinco– y vio cómo su cuerpo se deterioraba. Como muchas mujeres de hoy, no se sintió con el derecho a negarse a ser madre, y tampoco tuvo las agallas de separarse. ¿Cuántas mujeres tienen realmente la opción de acceder a puestos de dirección versus los hombres? Son interrogantes que a ella, que le tocó vivir un tiempo de bisagra, no pudo aspirar a resolver. Creo que si hubiera nacido hoy, habría sido abogada. A lo mejor se hubiera desenvuelto en el Congreso y habría sido más feliz, lo que habría evitado que descargara sus frustraciones de tantos años en una dictadura donde tomaron facetas truculentas y crudas".
"Muchos de los mitos que existen sobre Lucía son derribados en este libro. Eso de que le practicó magia negra a Pinochet o que fue tan infiel como él, es algo que no encontré en la investigación. Lo que sí apareció es una mujer que nunca entendió los límites entre su casa y el Estado, que nunca se sintió cometiendo delitos, porque hasta hoy ella piensa que lo que se hizo es lo que corresponde. Otra cosa que está desmitificada en el libro es que no sabía nada acerca de las violaciones a los derechos humanos. Que se mantuvo al margen. No. Ella tuvo conocimiento directo. Influía en todo. Hay una entrevista en que Pinochet dice que le oculta cosas para no preocuparla. A ella le hubiera gustado influir mucho más; por ella no hubiera habido plebiscito. Es una persona de convicciones muy irreductibles sobre lo que la sociedad debe ser y cree que esa visión debe imponerse".
"Hasta hoy, Lucía sin Pinochet se siente absolutamente vulnerable. Podría haberse liberado cuando su marido murió en 2006, pero no lo hizo. Desde la detención de su esposo en Londres en 1998, la gente que les rendía pleitesía no fue más a su casa y ella siente que le dieron la espalda. Para ella todo lo que ha pasado después de ese momento, ha sido volver a la amargura de sus primeros años. El dinero le sobra, pero tiene 90 años y no puede disfrutar de lo que siempre anheló: reconocimiento social".