Paula 1157. Sábado 27 de septiembre de 2014.
¿Cómo empezaste a escribir de tus viajes?
Primero hice crónicas de viaje para el diario El País de Uruguay. Me gusta mucho viajar, me gustan los pueblos chicos porque el trato es más directo. Yo soy suburbana, nací en un pueblo (Moreno) de 30 mil habitantes que ahora tiene 500 mil, imagínate. Todo ha cambiado mucho. Las ciudades grandes son muy inabarcables.
¿De qué lugares has escrito?
De Uruguay, Brasil, Colombia, Perú, Chile, Ecuador. De Europa solo de Roma para abajo; me encantó Nápoles, tienen tanta historia. Ahora trabajé, lo que pude, la parte indígena de Argentina. Es interesante, se aprende mucho. Escribí del sur, del norte, de la provincia, también de Asunción, lugar que quiero mucho; me gustan los guaraníes, son vitales y divertidos. Los chilenos también son divertidos. Dicen el viejo pascuero, ¿no? ¡Y el hoyo del queque!
¿Qué aprendes viajando?
Lo principal es que la gente de campo tiene un saber que uno ignora. La mitología se liga con lo moderno, el celular con las creencias ancestrales. Hay que ver a los indígenas cómo son de diferentes de acuerdo al contexto. Los mapuches, por ejemplo, son muy aguerridos, sus líderes son lúcidos, defensores de sus derechos. Pero en Los Toldos, por ejemplo, que es mayoritariamente indígena, están acristianados, como ellos dicen. Allí conocí a don Arnoldo Coliqueo, médico y fundador de una clínica, un hombre de clase media. Le pregunté si estaba contento del pacto que hizo su abuelo: me dijo que sí, porque si no ni él ni sus hijos hubieran sobrevivido. Tiene en la repisa una foto de su abuelo con la pica y el pelo largo.
Aquí sucede lo mismo, pero los mapuches del sur exigen reivindicaciones radicales.
Para los mapuches la separación entre Argentina y Chile es arbitraria. Hace rato vinieron los gringos, la restitución de las tierras es muy difícil. Este italiano, Luciano Benetton, vino y compró 1 millón de hectáreas y les donó 600 a los mapuches. ¡Fueron hasta Italia a alegar los términos del contrato! Son muy luchadores.
¿Qué otras cosas has descubierto cuando viajas?
A los nómadas que van viajando con muy poco, trabajando.Cerca de Bariloche me encontré con un francés que iba con un perro. Lo había traído del Cuzco y decía que era su hermano. En Tucumán me encontré con unas chicas de Mar del Plata que iban a aprender a tejer para enseñar en Perú, ¡donde tejen hace 5 mil años! Una inocencia, una confianza, sin un peso. Otra cosa curiosa son los pueblos que se resisten a cambiar. En Uruguay están uno al lado del otro, Santa Lucía y San José; Santa Lucía rechaza a los turistas, porque lo rompen todo y vegeta de su historia, mientras San José explota su historia, tiene fiestas del gaucho adonde va mucha gente.
Hay diferencias tremendas.
Sobre todo con la gran ciudad. La gente te pone en tu lugar. En un campo en Entre Ríos había un muchachito que le hablaba a una vaca, era oligofrénico, como decimos nosotros. Le comenté a la mujer que lo acompañaba y me dijo: "es faltito". ¡Faltito! El lenguaje de la ciudad es mucho más fuerte.
Has sido profesora por mucho tiempo y sigues enseñando a escribir. ¿Cómo lo haces?
Hice clases en primaria, secundaria, en la universidad, y ahora en los talleres. Me gusta enseñar, es lindo, tiene un efecto inmediato. Los libros son más mediados, hay que editarlos. ¿Qué hacemos en los talleres? Leemos crónicas, se analiza por dónde van. Los chicos saben que no hay recetas, tienen que hacerlo solos, es un trabajo con ellos mismos; el taller es solo un impulso, un empujón.
* Activades de Hebe Uhart en la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP
-Lunes 29 de septiembre: a las 20:00, entrevista con Alejandra Costamagna.
-Miércoles 1 de octubre: a las 11:00, charla sobre crónicas de viaje y a las 20:00.