María José López (29) y Lissette Latin son hoy buenas amigas. Hablan casi todos los días por Whatsapp e incluso tienen algunos proyectos juntas en relación a un tema que las unió profundamente: los hijos con una discapacidad. Pero el vínculo entre ambas no siempre fue como amigas. Comenzó cuando Lissette acompañó como mentora a María José durante una de las etapas más difíciles pero más gratificantes de su vida: la maternidad.

Aquí, María José cuenta habla sobre su embarazo y de cómo recibir el acompañamiento y mentoría de otra mamá le marcó la diferencia a la hora de enfrentar su primera maternidad.

“Cuando quedé embarazada puedo decir que todo el proceso fue soñado. Si bien era una guagua que no esperábamos, viví feliz, contenta, y llena de amor ese tiempo de espera. No solo contaba con el apoyo de mi pareja, sino también de nuestras familias. Porque Luciana era nuestra primera hija, la primera nieta y sobrina. Todos la esperábamos con ansias. Sin embargo, nuestra hija nació con una discapacidad que la tuvo los primeros 5 meses de vida en un hospital. Y a nosotros con ella. Acompañándola constantemente.

Cuando por fin pudimos traerla con nosotros a la casa, me vi en una situación que nunca hubiese pensado. Esta no era la maternidad con la que había soñado toda mi vida. Además de cambiar pañales, pasaba mis días cambiando sondas nasogástricas, preocupándome de si mi hija respiraba o no, vigilando sus niveles de saturación, controlando sus niveles de azúcar y, por su puesto, conteniéndola. Más que mamá, me sentía como una enfermera a tiempo completo.

En ese entonces yo participaba en un chat para mamás de todo Chile que tenían hijos con enfermedades poco frecuentes. Y fue así como me enteré del programa de mentorías de Mamás Mentoras. Decidí inscribirme porque, si bien yo contaba con el apoyo incondicional de mi pareja, mi familia, la de mi pareja e incluso con algunas sesiones de terapia psicológica de forma intermitente, sentía que nadie lograba entender cómo era estar en mi lugar, en mis zapatos. Rellené el formulario de postulación sin ninguna expectativa. En ese minuto no tenía idea a lo que iba. Pero, al poco tiempo, me contactaron. Me explicaron que el programa duraba 12 semanas, con una sesión semanal de una hora vía Zoom. Me dijeron también que ellas se encargarían de buscar a la mentora perfecta para mí.

Fue así como Lissette llegó a mi vida. Recuerdo que las primeras 3 sesiones fueron solo llanto. Ella también tiene un hijo con discapacidad y nuestro match desde el primer momento fue perfecto. Nuestras sesiones juntas nunca duraron solo una hora. Nos comunicábamos a diario por mensajes y compartíamos experiencias. Creo que llegué a este programa para conocerla a ella, porque solo una mamá puede entenderte tan bien. Puedes tener una gran red de apoyo como era mi caso, pero llegué a Lissette con una especie de grito de auxilio tremendo. Porque lo que me faltaba era que alguien entendiera cómo yo lo estaba pasando en ese momento. Y solo una mamá sabe lo que significa ser mamá y pocas llegan a saber lo que siente la de un hijo con una discapacidad. Saber que ella ya tenía varios años de camino recorrido en este tipo de maternidad me ayudó a soltarme con ella y expresarme. Necesitaba que alguien me ayudara a procesar mi duelo de ese hijo soñado que no iba a tener.

Mi hija era diferente y yo me sentía menos mamá, imaginaba escenarios terribles frente al diagnóstico de Luciana y sentía culpa por pensar así. Pero con el ejemplo de Lissette y su familia me di cuenta de cómo ellos hoy eran felices y nosotros también podíamos serlo.

La mentoría me dejó completamente claro que el apoyo entre mujeres es fundamental. Que muchas veces no necesitas una experta a tu lado, ni alguien con muchos títulos ni experiencia. Con mi mentoría aprendí que el apoyo de una persona común, de una mamá, vale muchísimo. Porque como mujer lo que necesitas en ese momento es ser escuchada, que alguien valide tu sentir.

La mentoría me hizo sentirme segura y empoderada con el diagnóstico de mi hija. De todo lo que estaba pasando a mi alrededor y de todo lo que estaba viviendo con Luciana. Gracias a eso decidí volver a mi vida profesional después de una larga licencia de 1 año y 3 meses. Hoy trabajo desde la casa, pero también voy a la oficina durante la semana. He podido retomar mi vida y no quedarme estancada. Y una de las cosas que me ha inspirado a seguir adelante de esta forma es una frase que escuché en una sesión de mentorías grupales: ‘una mamá con un hijo con una enfermedad, un diagnostico o condición especial es simplemente una mamá. Y esa mamá solamente necesita que la escuchen’”.