“Me levanto, hago yoga y medito. Tengo mi altar, porque sigo la religión hinduista y budista. Después me ducho, tomo desayuno y me pongo a trabajar en la oficina que tengo en casa”. Así son las mañanas de Paulina Vallejos (40) desde su departamento en El Cairo, Egipto, donde reside hace un año. Pero ese destino no es más que pasajero, porque Paulina lleva una vida nómade desde 2015.

Antes de dar la vuelta al mundo y fundar su agencia de viajes Balibuta Travel (@balibutatravel) pasó por un periodo oscuro. En el 2012 atravesó una depresión severa y en 2013 terminó una relación de 16 años con su pareja, de los cuales cuatro llevaban casados. “Fue mi primer amor. Nos amábamos mucho, pero nuestros caminos eran distintos”, recuerda Paulina, quien en 2015 decidió darle un vuelco a su vida y dejar todo atrás para viajar, incluso su trabajo estable en un banco desde hace 11 años.

“Sentía que mi vida no tenía ningún propósito. Vivía para trabajar. No era feliz, a pesar de que tenía todo lo que siempre soñé: mi casa, mi trabajo, mi marido, mi perrita. Por eso vino ese quiebre antes de separarme, esa depresión muy fuerte en la que me di cuenta de que ya no podía seguir haciendo vista gorda a una vida infeliz. Luego de eso vino un despertar. Miro para atrás y en el 2012 nació otra Pau, la que vino con todos los cambios radicales”, cuenta la empresaria sobre lo que la llevó a aventurarse a viajar.

El 2014 hizo un viaje al Tíbet, un destino con el que soñó desde que vio la película 7 años en el Tíbet. Ese vuelo de vuelta a Chile la hizo querer cambiar todo lo que llevaba haciendo por años: “En ese viaje me marcó mucho el tema de la filosofía budista, lo del desapego, el desprenderse tanto de lo material como lo emocional. Decidí dejar todo y viajar por el mundo y cachar para qué soy buena, porque yo creía que no era buena para nada. Sentía que servía para trabajar en el banco y nada más. Renuncié a mi trabajo, lo comuniqué de una forma súper transparente y mi jefa me entendió por completo, me fui en los mejores términos. Después me puse a vender todas mis cosas: la casa, el auto y más. Como era infeliz, era muy consumista, entonces tenía de todo, joyas, carteras caras, pero nada de eso me hacía feliz, nada me importaba. Solo quería tener las lucas para viajar”.

La vuelta al mundo en un año

Paulina quería dar la vuelta al mundo. En 2015 su travesía partió en Latinoamérica, luego Europa y después Medio Oriente hasta que llegó al Sudeste Asiático. “Cumplí mi sueño de ir a Bután, porque en ese viaje me prometí que iba a ir a Bután y a Bali. Yo estudié turismo y además cuando era más chica había visto el programa Namasté, de Sol Leyton, donde aparecieron estos lugares y no se me olvidaron más. Bután y Bali fueron los destinos más importantes de ese año viajando, que también dieron pie al nombre de mi empresa: Balibuta, por Bali y Bután. En ese entonces ni se me cruzaba por la cabeza ser dueña de una agencia”, cuenta.

Para Paulina, esos destinos fueron tan trascendentes que quiso empezar una vida en Bali, pero desafortunadamente se enfermó de pielonefritis, condición que la mantuvo hospitalizada por un mes en un país y en una cultura totalmente ajenos a la de ella. “Yo me iba a quedar viviendo en Bali, tenía todo listo. Iba a estar en una comunidad, con un chamán, muy en esa volada. Pero me enfermé y no me mejoraba, me tuve que ir de urgencia a Chile. Se me había acabado la cobertura del seguro de viaje, entonces me gasté toda la plata que me quedaba tratando de mejorarme. Llegué a Chile con menos un millón de pesos. No tenía casa, auto, cosas, nada, pero tenía amigos, amigos que me ayudaron y me recibieron en sus casas”, detalla.

Una vez recuperada pidió volver a su ex trabajo. Habló con la jefa de ese entonces que antes había sido su compañera y llegaron a un acuerdo: Paulina se quedaría durante un año en el banco y luego seguiría con su vida nómade. “Le dije a mi jefa que yo iba a hacer mi trabajo bien, como siempre, pero que no podía seguir en esa pega por más tiempo”.

“Llegué en enero a Chile y en septiembre de 2016 fundé la empresa con $500.000 pesos que usé para pagar la escritura, al abogado y la página web. Mis amigos me envalentonaron, me decían que yo era la que les armaba los viajes, la que tenía contactos; que tenía capacidades para fundar una agencia. Se me iluminó la ampolleta. Cuando vuelves de un viaje así es como que no encajas en ninguna parte. En mí había una necesidad tremenda de que la gente supiera lo que hay afuera, que viajara, que descubriera que hay otras formas de hacer las cosas”, dice Paulina sobre sus inicios, que no fueron los mejores porque era nueva en la industria, pero que rápidamente logró posicionarse en el mercado.

“En un inicio yo quería ofrecer lo mismo que había vivido yo: Bali y Bután. Había diseñado viajes que tuvieran sentido, en los que la gente compartiera con las comunidades locales, que tuvieran una experiencia distinta, que ahora es algo que está muy manoseado, pero no de la forma en la que nosotros trabajamos que es meternos profundamente en la cultura local. Pero la vida solita te va guiando por otros caminos y actualmente tenemos 30 destinos en el año. El modelo de los viajes con sentido lo hemos replicado incluso en países que se piensa que no necesitan ayuda, como Suecia o Islandia, pero ahí ayudamos a preservar las tradiciones de la cultura local, a dar visibilidad a lo que se está perdiendo”, explica Paulina, quien actualmente trabaja con siete personas más repartidas entre Chile, España e India.

Su empresa ofrece viajes grupales, de unas once personas aproximadamente, y también privados. Cada destino tiene como objetivo ofrecer una experiencia con una comunidad local. “En Bali conocí a mi guía Wayan, con quien fui a cocinar a su casa con su familia y luego a pasear en moto por los campos de arroz. Antes de que fundara la agencia le pregunté si le parecería invasivo que él mismo armara una experiencia así, de contacto local, y le encantó la idea porque a él y a su comunidad les gusta compartir sus tradiciones. Ahora trabajamos juntos y es una de las experiencias que ofrecemos”, explica.

“Uno piensa que la gente solo aprecia el producto final, pero siempre nos agradecen por los detalles que ponemos en toda la experiencia, nos dicen que se nota la dedicación. Es súper bonito, porque en los viajes grupales se arman amistades inseparables. Después se juntan y nos etiquetan, algunos hasta celebran aniversario de los viajes”, cuenta Paulina.

Aportar cada vez que se pueda

Paulina tiene claro que el turismo es una industria muchas veces poco sustentable, por eso ella y su equipo se preocupan de hacer turismo responsable y “de no hacer actividades que sean invasivas para las comunidades. Si bien el turismo es una industria que le puede hacer bien al mundo, va a depender mucho la forma en la que viajes si tu impacto será positivo o negativo”.

Si bien Balibuta no ha concretado viajes a Uganda, sí tiene una estrecha relación con el país africano mediante la fundación Begin Anew, del chileno Einer Rubilar, que vela por la construcción y preservación de pozos de agua. “Conocí a la fundación por cosas de la vida. Nosotros hemos donado pozos de agua y una vez al año saco plata de mis ganancias para apoyar a esta organización sin fines de lucro. Me gustaría planear un viaje grupal para hacer un operativo médico o con profesores, no lo sé aún, lo sigo planeando, pero quiero que sea algo que aporte para el cambio”, dice Paulina.

Si Paulina hace un breve viaje al pasado y visita a esa mujer infeliz, sin un rumbo claro, y luego ve a la persona que es hoy, hace la siguiente reflexión: “Me siento súper orgullosa de la mujer en la que me he convertido. Me siento agradecida de esa mujer valiente que se atrevió contra todo pronóstico a hacer todo lo que hizo. Me siento viviendo una vida con propósito y eso me hace sentir plena. Hasta el día de hoy, cuando estoy en un destino con viajeras y las veo ser felices, cumplir sus sueños, me llena el alma. Me veo reflejada en ellas”.