Una tarde de 2009, cuando Milagros Lagos tenía 10 años y jugaba con sus muñecas, se enganchó con una película en la televisión. Le llamó la atención que la protagonista tenía más o menos su edad, el pelo largo igual que ella y una historia tan similar a la suya. Interesada, se acercó a la tele y se quedó pegada con lo que la niña contaba:
"Cuando era muy chica mi mamá me dijo que yo era un pedacito de cielo que vino a este mundo porque ella y mi papá me querían mucho. Tiempo después me di cuenta que no era verdad. La mayoría de las guaguas son una coincidencia o un accidente producto de borracheras y falta de control natal. Solo los que tienen problemas para tener hijos son los que los planean. Pero si hablamos de mí, yo sí que no tengo nada de coincidencia. Nací por una razón en especial: para salvar la vida de mi hermana. A veces me pregunto ¿qué habría pasado si ella no hubiese estado enferma?".
Milagros se sobresaltó. Porque eran tantas las coincidencias con Anna, la protagonista de la película La decisión más difícil. Milagros también había sido concebida con la intención de salvarle la vida a su hermano Tomás, un año y nueve meses mayor, y quien necesitaba con urgencia una médula compatible porque tenía riesgo de morir por una neutropenia severa crónica con la que había nacido; una enfermedad en la que la médula ósea no produce neutrófilos, un glóbulo blanco clave para el sistema inmunológico. En ese momento, viendo esa película, miles de preguntas invadieron su cabeza. Corrió donde su mamá, Carmen Gloria Domínguez y entre gritos y llanto la increpó:
"Mamá, entonces tú en realidad no me querías tener. Dime, si Tomás no hubiese necesitado mi médula, ¿yo estaría aquí? ¿Me querías de verdad o me tuviste por obligación?".
Preguntas que hoy su mamá Carmen Gloria recuerda como las más dolorosas y difíciles de responder. Tanto así, que reconoce haber bloqueado esos momentos de su mente.
"Yo ya tenía cinco hijos y la verdad es que no pensaba tener más, entonces ¿cómo convences a una cosa chica que se acaba de dar cuenta que no nació igual que los otros? Empecé por explicarle sobre la necesidad que tuvimos de tenerla y a convencerla día a día de que había sido desde el amor; que ella, de mis seis hijos, había sido la más rogada, planeada y esperada, y que por eso tenía que sentirse orgullosa", cuenta Carmen Gloria hoy.
Cuando Tomás estaba a punto de cumplir un año, los doctores le dijeron a Carmen Gloria que la medicina ya no tenía nada más que hacer por su hijo, que para sobrevivir necesitaba sí o sí un trasplante de médula y que ni ella, ni su marido, ni sus otros cuatro hijos, ni sus hermanos, eran compatibles. Hacerlo con una médula medianamente compatible era un riesgo inmenso. Fue ahí cuando una doctora estadounidense les insinuó que tuvieran otro hijo, el sexto, por si este nacía siendo compatible. A pesar de las casi nulas probabilidades de que esto ocurriera y del riesgo que había de que esa guagua naciera con la misma enfermedad, decidieron intentarlo. Y acordaron, fuera compatible o no, la llamarían Milagros.
"Mi mamá siempre me habla del periodo en que yo estaba dentro de su guata. De lo bien que se sintió a diferencia de los otros cinco embarazos y del parto poco doloroso que tuvo conmigo. De cómo me cuidó desde el primer día y de cómo se reveló frente a los doctores para que no nos tocaran ni un pelo para saber si yo era o no compatible antes de que naciera", cuenta Milagros.
Mientras la panza le crecía, Tomás empeoraba. Escuchó muchas críticas por la decisión que había tomando. "Me trataban de loca, me decían que cómo podía usar a mi guagua como experimento, que estábamos sobrepasando el límite y que era ilógico pensar que justo esta guagua iba a ser compatible. Mirando para atrás, sé que fue algo medio irreal, pero cuando estás en etapas de profundo dolor la conciencia se maneja a otros niveles. Yo solo sabía que mi hijo estaba desahuciado y que tenía todo mi corazón entregado para que saliera todo bien con esta guagua que venía. Me entregué a la oración", recuerda.
Carmen Gloria mira a su hija y continúa: "Fue muy difícil tomar la decisión y fue terrible todo ese periodo porque yo estaba agotada y destruida. ¡Pero lo hicimos!", dice fuerte mientras le toma la mano a su hija. Milagros agrega: "Y lo logramos".
Milagros era ciento por ciento compatible. No había una médula más perfecta para Tomás. El cordón umbilical y cada gota de sangre de la placenta la guardaron como un tesoro, y cinco meses más tarde le sacaron médula de su cadera para operar a su hermano. Una semana después del trasplante, Tomás ya estaba produciendo sus propios glóbulos blancos.
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En esta foto se ve a Milagros de 5 meses junto a su mamá y Tomás, de 2 años. Están en la clínica, días después de realizado el transplante de médula de Milagros que le salvó la vida a su hermano Tomás.[/caption]
Pero tras la euforia y la felicidad, y llegado el minuto de superar los dos años de vivir en la clínica, de no dormir, de existir por y para Tomás, a Carmen Gloria el estrés le pasó la cuenta.
Llegó a su casa con su hijo sano en una mano y en la otra con su guagua, lista para recuperar el tiempo perdido con sus demás hijos. Pero la red de ayuda que había tenido durante ese tiempo se esfumó y se tuvo que enfrentar a su nueva vida. "Mientras todo el mundo daba gracias por el milagro, yo me deprimí. No me podía levantar en la mañana. No dormía. Bajé 10 kilos en dos semanas porque no podía comer, me dio el síndrome de Sjögren que te seca el cuerpo entero, estaba llena de síntomas que advertían lo mal que estaba. El doctor me explicó que durante una guerra o en un accidente muy fuerte, la adrenalina sube demasiado y después, cuando viene el bajón, el cuerpo se funde. Eso me pasó a mí: no tenía energía para seguir", dice.
Tuvo que recurrir a un siquiatra para que la ayudara a recuperar el equilibrio, a sus hijos y marido de los que se había distanciado sin quererlo. Carmen Gloria necesitaba volver a ser la que era. "Cargo con esa culpa como mamá porque durante seis años estuve dormida por los remedios y no fui la madre que hubiera querido ser, la que era antes del trasplante, la divertida, la energética capaz de hacerlo todo, la amorosa y alegre. Simplemente no podía, estaba agotada. Hoy, cuando miro a mis hijos, me lleno de orgullo y me doy cuenta de que no pude haberlo hecho tan mal", dice emocionada. Y reflexiona: "Las mayores alegrías vienen con las mayores penas. Si no, no sería la mayor alegría. Es bien raro pero así es la vida y no sabes cuánto hemos aprendido de todo lo vivido".
Mientras tanto Milagros crecía entre gente que la miraba diferente, la apuntaba y la llamaba "el milagro". "Adonde íbamos se escuchaba: 'mira esa es la Milagritos, el Tomasito, el milagro, ellos son, ahí están los papás'. La gente nos tocaba y en todos lados nos trataban de forma especial. Pero mis papás nos hicieron vivir esta historia con extrema naturalidad y siempre con humor. Tanto, que siempre se acuerdan de que cuando éramos chicos y peleábamos yo le decía a Tomás: 'devuélveme mi mélula'", cuenta Milagros entre risas y agrega: "Hasta el día de hoy lo molesto y le paso la boleta por el favorcito".
Milagros responde
¿Qué ha significado para ti llamarte Milagros?
Cada vez que cuento por qué me llamo así, todos quedan en shock y llueven las preguntas. Por eso en mis primeras fiestas a veces decía que me llamaba María para que no me preguntaran el por qué de Milagros. Pero la verdad es que me siento orgullosa de llevar mi nombre y de haber podido salvar a mi hermano.
¿Te has imaginado qué habría pasado si no hubieses sido compatible?
Si no hubiera resultado, Tomás habría muerto bien, todos lo hubieran querido mucho y habría sido algo natural. Y a mí me habrían querido igual.
¿Te sientes diferente a tus demás hermanos?
Para nada. Mi mamá dice que soy la más práctica, poco enrollada y fuerte. Es verdad, pero en realidad no sé si tiene que ver con esto. Quizás, no lo había pensado de esa manera.
¿Cómo ves a tu mamá?
Para mí ella es la principal de toda esta historia. Porque fue su decisión y ella tuvo que tener la valentía de pasar por todo lo que pasó. No sé si cualquiera hubiera dado todo lo que ella entregó. Yo siempre la he visto como una mujer muy fuerte que supo llevar las cosas muy bien y como una mamá muy maternal, que vive por sus hijos y eso me encanta.