Paula 1174. Sábado 23 de mayo de 2015.
Como hija de la emblemática modelo argentina de los ochenta Nora Portela, fue de niña testigo de la trastienda de desfiles, diseñadores y agencias en la época dorada de la moda trasandina. A los 14, aunque había jurado que jamás sería modelo, ya medía el mismo metro ochenta de hoy y la comenzaron a llamar para hacer pasarelas y campañas. Pero su madre se opuso y fue recién a los 18, tras terminar el colegio, que debutó como rostro de Ay Not Dead. Después vendrían Ona Sáez, Rapsodia y Etiqueta Negra. Hasta ahí, el nombre de Chloé Bello (27) era conocido básicamente en el ambiente fashion, hasta que trascendió incluso fuera de las fronteras de su país cuando se conoció su relación con el músico Gustavo Cerati, de quien era pareja cuando este sufrió el accidente cerebrovascular que le quitó la vida en septiembre de 2014, después de cuatro años en coma. Un tema del cual Bello no habla. Sí, vía telefónica, desde su casa en Madrid, donde vive hace un tiempo, y a unos días de aterrizar en Santiago para protagonizar el Desfile Paula, invitada por revista Paula y Tricot, cuenta cómo lo ha hecho para brillar y sobrevivir en una industria que califica de "difícil". Hasta la fecha, ha desfilado para Hugo Boss, Roberto Cavalli y Armani, y ha sido rostro de la campaña de jeans de esta última marca, entre otras cosas.
¿Qué diferencias hay entre el mundo de la moda que conociste a través de tu mamá y el que te ha tocado vivir a ti?
Lo principal es el tema del peso. En la época de mi madre el referente era Cindy Crawford, es decir, mujeres no especialmente flacas, pero sí muy bellas y con apariencia saludable. Yo empecé en 2006, cuando se nos exigía tener un cuerpo casi anoréxico. Eso sigue hasta hoy. Los diseñadores y las agencias no solo te piden cuidar el cuerpo yendo al gimnasio, sino que hacer dietas extremas para, con un metro 80, pesar 50 kilos. Eso no es sano. De hecho, cuando trabajé en París tuve varios problemas con diseñadores y agentes porque me exigían bajar cinco o seis kilos para participar en alguna campaña. Gracias a Dios tuve el soporte de mi madre que me decía: "si no te quieren como sos, hacé otra cosa. No vas a poner en riesgo tu salud por dinero". Y así, se me han cerrado varias puertas. Pero hay otras chicas que aceptan y las ves cortando la lechuga en siete pedazos o comiendo varios helados para luego correr al baño a vomitar.
"Cuando trabajé en París tuve varios problemas con diseñadores y agentes porque me exigían bajar de peso. Y así, se me han cerrado varias puertas. Pero hay otras chicas que aceptan y las ves cortando la lechuga en siete pedazos".
¿Cómo explicas ese estándar físico tan estricto?
No lo comprendo, pero es más que nada en Europa. No es tan drástico ni en Latinoamérica ni en Estados Unidos. En las pasarelas de París, de Milán y de Londres desfilas pantalones que podría usar una niña de 12 años. ¡Pero para qué! Si las mujeres que compran esta ropa carísima de Dior o Saint Laurent deben ser señoras mayores, que no pesan 40 kilos ni miden un metro ochenta.
¿Cuál ha sido la clave para sobresalir como modelo?
No sé si he sobresalido, mi carrera ha sido rara. Tuve un impasse de por lo menos cuatro años, de los 21 a los 25, en los que no trabajé, por lo que no pude expandirme en una edad crucial para una modelo. Por suerte, cuando me reincorporé, apareció la campaña mundial de Armani, que fue una gran sorpresa. El mismo Giorgio Armani me contrató para sus desfiles y después para su campaña.
¿Cómo se ha visto afectada la carrera de las modelos argentinas con el boom brasileño y de Europa del Este?
Hay una oferta enorme de chicas de Brasil y Europa del Este que lamentablemente vienen de lugares no tan afortunados, en condiciones vulnerables. Las hacen trabajar sin parar, por poca plata. También sucede que por el egocentrismo de los diseñadores que no quieren que la modelo sea la estrella, sino que desean que solo brille la ropa y eligen a chicas bonitas de esos países, pero que no necesariamente tienen la experiencia y personalidad de una modelo. Prefieren figuras insípidas que caminan en la pasarela como zombies.
"Hay muchos idiotas que confunden el ser modelo con ser prostituta", dice Bello, que es crítica del mundo del modelaje.
La carrera de una modelo es muy corta. ¿Cómo te tomas el paso del tiempo?
La mayoría de las modelos empiezan su carrera a los 15 años y a los 30 ya somos consideradas mujeres mayores. El lado positivo de eso es que uno se avispa mucho más temprano, te obliga a crecer. Lo negativo es que no estás en el paso natural y a la par de tus amigas o de las personas con las que te criaste. Uno se aliena un poco y es difícil compartir cosas con ellos cuando vives en este rubro tan rápido e intenso. El paso del tiempo es distinto, yo tengo 27 y siento que he vivido una eternidad. Hasta patas de gallo tengo. Es un periodo muy corto de éxtasis, de locura y de diversión. Pero hay que saber que en un minuto se acaba y tener un plan B: yo me veo en 10 años más actuando full, ojalá ya consagrada como actriz. Para eso estoy estudiando Actuación en Madrid.
¿Qué habilidades emocionales debe tener una modelo?
Hay que tener la cabeza centrada, saber quién eres y no dejarse llevar. No es fácil esta industria: hay mucha hipocresía, mucha droga, se te acercan hombres que te quieren comprar; hay muchos idiotas que confunden el ser modelo con ser prostituta. También hay muchas chicas que sufren porque, debido a su belleza, son vistas como un simple objeto.
¿Hay algo que no harías?
Ni por todo el dinero del mundo haría una campaña que promocione pieles animales. •