Paula 1149. Sábado 7 de junio de 2014.
Del espejo retrovisor del taxi, que sube por una calle empinada que lleva al barrio de Perdizes, en São Paulo, cuelga una camiseta de plástico verde con un escudo del Palmeiras, el emblemático equipo de la ciudad, uno de los más importantes de Brasil.
–¿Son chilenas?–, pregunta el conductor.
–¡Mago Valdivia, o melhor jogador!–, exclama, y sigue su camino hacia el condominio de edificios de departamentos de más de 300 m² donde vive el mediocampista desde 2010, cuando se instaló con su familia en Brasil, tras su traspaso del equipo Al-Ain, de los Emiratos Árabes, al Palmeiras, que hoy le paga un sueldo que bordea los 125 millones de pesos al mes.
Faltan pocos días para que en Brasil empiece el Mundial de Fútbol y La Roja debute con una formación para la que Valdivia ya fue convocado por Sampaoli. Junto a Alexis Sánchez, Arturo Vidal y Gary Medel, es uno de los jugadores favoritos. Por estos días, el hombre que se ganó el apodo de "Mago" jugando para la Universidad de Concepción y que se convirtió en ídolo albo en Colo-Colo, está concentrado en Santiago en el complejo Juan Pinto Durán junto al resto de la selección.
Para llegar al penthouse del piso 19 donde Valdivia vive con Daniela Aránguiz y sus dos hijos, hay que cruzar varios obstáculos. Primero, dos rejas. La segunda solo se abre después de que se cierra la primera. Luego, atravesar la conserjería y de ahí subirse a un ascensor que lleva directo al piso 19 después de que el conserje activa una clave secreta. La puerta de entrada del departamento es metálica, está blindada y pintada de amarillo. Los Valdivia Aránguiz han transformado su penthouse de São Paulo en una fortaleza, luego de que en junio de 2012 vivieran un secuestro exprés en manos de un delincuente que los abordó cuando fueron a arrendar una película. Antes de que descendieran del auto, el secuestrador los encañonó. Obligó a Valdivia a bajarse y a sacar dinero, mientras mantuvo cautiva a Daniela en el auto que manejaba por la ciudad. Traumada por la experiencia, al día siguiente ella pescó sus maletas y se vino a Chile con sus hijos a su casa en La Dehesa. Pasaron seis meses hasta que decidió regresar a São Paulo, asegurándose de que jamás volvería a suceder algo así. Mandó a sacar puertas y ventanas del departamento y las cambió por unas a prueba de balas. Y contrató guardaespaldas armados, que la acompañan a todos lados y le manejan su Range Rover del año que también está blindado. Dice que todavía le cuesta perder el miedo y que les exigió a sus guardias que escondieran las pistolas porque no quiere que sus hijos encuentren normal andar con un arma en la espalda. "Es fuerte, pero prefiero que llore la mamá del delincuente a que llore la mía".
ÁNGEL CON GARRAS
Daniela abre la puerta con su pelo rubio amarrado en un improvisado tomate y sin maquillaje. Se le notan las pecas que tiene en la cara y resaltan sus ojos verdosos que miran fijos la pantalla de su iPhone fucsia. Está terminando una conversación en perfecto portugués.
Tiene 28 años, es ex bailarina del programa Mekano y actualmente se ocupa de su casa y sus dos hijos. Pertenece a la casta de parejas y esposas de futbolistas. De esas que hace años le inyectaron material a la farándula criolla con sus mediáticos romances, como Daniela Campos y Kenita Larraín con Iván Zamorano. Hoy, el relevo lo han tomado modelos de discotheque y rostros de programas juveniles que se han convertido en el blanco favorito de programas de televisión como Primer Plano o SQP.
De todas, la Aránguiz es la protagonista: tiene algo de ángel rubio perverso y sabe sacar las garras cuando tiene que hacerlo. Es amada y odiada. Víctima y victimaria. En Chile la persiguen como a una celebridad y la fotografían junto a su marido y sus niños –Agustina de 6 y Jorge de 4–. En los medios se esparcen fotos de su acomodada vida, que incluye autos, ropa, joyas y –según apareció en la portada de LUN en 2010– más de 1.000 pares de zapatos. Los dos han acaparado portadas por eventos como el "bautizazo", como llamaron los diarios al escándalo protagonizado por Valdivia y otros futbolistas que, tras el festejo del bautizo de su hijo en 2012, quedaron marginados de la Roja por no llegar a tiempo a la concentración.
La prensa rosa se ha encargado de especular sobre su divorcio en más de una ocasión. Pero ella se ha obstinado en defender lo que considera un valor fundamental: el matrimonio. Tanto, que, pese a las bulladas infidelidades de su marido, cuando ha tenido que defender lo que es suyo, lo ha hecho sin medir las consecuencias. La hoy famosa expresión "tengo la pura cara de cuica", que llegó a convertirse en una frase de culto de la jerga popular chilensis, fue dicha por Daniela en medio de un ataque de ira, cuando llamó por teléfono a una supuesta amante de su marido que grabó esa conversación de alto calibre en la que Aránguiz se salió de madre. "No me llena de orgullo, pero no me arrepiento. Hasta la Evelyn Matthei usó la expresión cuando era ministra. Lo que quise decir es que tengo la pura cara de santurrona, de niñita buena".
El penthouse de dos pisos está rodeado de altísimos ventanales desde los que se ve una panorámica de la metrópoli. La luz entra a raudales y rebota en el mobiliario, los muros y el piso, que son todos blancos. Ella, personalmente, es la que se preocupa de la decoración y hace poco mandó a poner una pared de espejos frente al comedor. Cerca, se ve el imponente estadio Allianz Parque, del Palmeiras, en plena remodelación. "Será el mejor estadio de Brasil, pero la obras no estarán listas para el Mundial", explica Daniela, mientras exprime naranjas y prepara un café con sabor a vainilla en su máquina Nespresso.
"Soy una dueña de casa. La gente se puede imaginar que tengo diez nanas, que no hago nada, que paso el día en el mall o en la peluquería. Pero soy yo la que cocino y hago todo en mi casa", dice Daniela, quien todos días lleva a sus hijos Agustina (6) y Jorge (4) al colegio y a las múltiples actividades que tienen, como clases de inglés, natación y jazz.
"Debería haber estado listo para el concierto de Jennifer López, pero lo tuvo que cancelar y me quedé con las ganas". Tenía planeado ir al palco con frigobar y asientos reclinables que junto al Mago tienen arrendado para no perderse ningún evento.
Los niños pasan a toda velocidad por el living en los scooters que su abuela materna les mandó desde Chile, donde ahora está su marido. Ella prefirió quedarse en São Paulo para no interrumpir las clases de sus hijos y llevarlos a las actividades que tienen a diario. "Soy una dueña de casa. La gente se puede imaginar que tengo diez nanas, que no hago nada, que paso el día en el mall o en la peluquería. Pero soy yo la que cocino y hago todo en mi casa. Tengo solo una señora que me ayuda con el aseo y sería", dice, mientras hace rodar los dos anillos de brillantes de Tiffany & Co que lleva en el anular izquierdo: uno de cuando se casó en 2004, cuando tenía 19 años, y el otro de cuando cumplió una década de matrimonio. En la muñeca de esa misma mano tiene una pulsera de plata de la que cuelga un corazón. "Siempre uso algo de plata en la mano izquierda. Es para las buenas vibras", explica Daniela, que hace más de un mes no ve a su marido, pero lo llama varias veces al día para contarle de la casa y de los hijos. "No sé cuándo lo voy a ver, pero espero que sea en harto tiempo porque eso significaría que a Chile le va a ir bien en el Mundial", dice esperanzada.
¿Cómo es ser la esposa de un futbolista?
Es tal como ser la esposa de un arquitecto o de un limpiador de vidrios. Yo me casé con Jorge y si él es futbolista y mañana quiere hacer otra cosa, también voy a estar con él. La gente le da una connotación distinta, pero esta es la vida que he conocido siempre nomás.
Tenías 19 años y Jorge 21 cuando se casaron. ¿Por qué te apuraste tanto?
Yo dejé todo por vivir su vida, su carrera, sus cosas. Todos sus logros me los tomo como si fueran míos y sus caídas también las sufro como propias. Así es la vida junto a un deportista. Todas las mujeres de futbolistas nos casamos jóvenes porque nos vamos con los maridos a vivir afuera. Nosotros nos casamos cuando Jorge vivía en Chile y me pidió que viviera con él. Y yo no me iba a ir a vivir con un pololo. Me fui a vivir con mi marido y no con un cualquiera. Estar casada me da seguridad.
¿Qué dejaste de hacer por casarte tan chica?
Vivo la vida al revés del común de las personas, que primero estudian, viven con los papás, viajan, pololean, conocen gente y, cuando está todo resuelto en sus vidas, se casan y tienen hijos. En cambio nosotros, las señoras de los futbolistas, no. Nos casamos altiro, tenemos hijos altiro y después queremos salir, pasarlo bien y hacer todo lo que hace el resto. Igual dejé de hacer cosas. Me hubiese gustado estudiar Derecho, por ejemplo, pero casarme tampoco me ha impedido hacer lo que quiero. La primera vez que llegamos a Brasil, en 2006, estudié un año de Estética Integral sin saber ni una pizca de portugués, idioma que aprendí a puro oído. Pronto, me gustaría hacer un curso para tatuar maquillaje. Cuando Jorge se retire y volvamos a Chile –como en siete años más– me gustaría abrir un centro de estética igualito al salón al que voy acá.
¿Qué implica en la vida diaria estar casada con un deportista de alto rendimiento?
La vida de un deportista es de rigor. Entonces uno hace vida de familia, más tranquila que el resto. Cuando eres chico, a los 19 o 20 años, prefieres ver una película, tomarte una cerveza con los amigos, carretear hasta tarde. Pero si tú sabes que al otro día tienes que levantarte a las 7 de la mañana para entrenar a las 8, estás obligado a quedarte dormido máximo a las 10 de la noche. Y eso es obligarte a apagar la tele, la luz, ¡todo! Es darle disciplina a tu cuerpo, para que pueda rendir.
¿Y tú tienes que asumir esa disciplina también?
Claro. Si yo llego tarde, haciendo ruido, eso afecta el rendimiento de Jorge. La luz la apagamos juntos.
¿Tus actos pueden interferir en que deje de meter un gol?
Pero eso puede pasar con cualquier pareja: lo que haga uno, afecta al otro en el trabajo o en lo que sea. Ahora, por supuesto que hemos tenido que tener mucha disciplina.
¿Hay cosas que dejes de hacer para no desconcentrarlo?
Antes, con los temas de la prensa era muy explosiva y salían publicadas cosas que desconcentraban a Jorge. Pero ya no. Con los temas domésticos es distinto. Si Jorgito se cae, obvio que lo voy a llamar a cualquier hora. Aunque ahora está concentrado en Chile hablo con él unas seis veces al día por Facetime. Así ni los niños ni yo lo echamos tanto de menos.
¿Vas a ir a verlo jugar algún partido del Mundial?
Lo estoy pensando. De primera, no. A Brasil le falta mucho en materia de seguridad e ir al estadio sería arriesgarme demás.
"Una debe saber perdonar. Pero, en realidad, no me gusta hablar de las supuestas infidelidades de mi marido. Después de mucho, aprendí a quedarme callada. A no alimentar el cahuín de la prensa. ¡Ahora me coso la boca!".
UN AMOR EXPUESTO
¿Cuántos días a la semana ves a tu marido?
De los siete días de la semana, tres o cuatro días duerme fuera por las concentraciones de los partidos. Solo en diciembre tiene vacaciones el mes entero.
¿Te sientes sola?
En Dubái me sentía sola. Acá tengo mi contención, tengo hartos amigos. Yo voy a saber lo que es el verdadero matrimonio cuando Jorge deje de jugar. Para mí esto es el matrimonio, pero para el resto de las mujeres lo normal es que el marido llegue a las 7 de la tarde a la casa y duerman con él todas las noches. Mi realidad es no verlo a diario, entonces tengo mi espacio con mis amigas. Estoy acostumbrada a eso y quizás no va a ser lo mismo cuando Jorge no juegue.
¿Crees que será distinto entre ustedes cuando se retire?
Tengo una muy amiga acá que es esposa de futbolista, quien me dijo: "Yo nunca tuve una pelea con mi marido hasta que dejó de jugar. Ahí conocí el verdadero matrimonio, porque antes éramos la pareja perfecta, cada uno con sus espacios". Y bueno, sí, creo que será otra etapa. Ahora, es rico echarse de menos y sentir cosas en la guata y querer arreglarte, comprarte algo bonito, hacer dieta antes de verlo… Son cosas que una hace por atraerlo. Yo vivo en un romanticismo constante.
¿Qué piensas que les pasa a las mujeres que ven a su marido todos los días?
Se dejan estar y los hombres también y ahí se va apagando la cosa. Yo me pongo nerviosa, cuento los minutos cuando Jorge va a llegar.
¿Cómo manejas el tema de la infidelidad?
El matrimonio es un gran valor, pero es difícil. Prefiero quedarme con lo que yo veo de él y él con lo que ve de mí, porque en la prensa se especula mucho.
¿Lo perdonaste?
Una debe saber perdonar. Pero no me gusta hablar de eso.
Pero te hiciste famosa después de esa conversación telefónica en que increspaste a una supuesta ex amante de tu marido y le dijiste "tengo la pura cara de cuica".
Después de mucho, aprendí a quedarme callada. A no alimentar el cahuín de la prensa. ¡Ahora me coso la boca!
MIL PARES DE ZAPATOS
¿Te imaginaste una vida así, con tanta plata?
El éxito de Jorge nació cuando nosotros ya estábamos juntos. Fuimos viviendo los dos ese proceso, entonces fue como normal. Crecimos juntos como personas, en lo profesional y en lo económico. Un futbolista gana, obviamente, muy bien. Pero su carrera dura poco, entonces lo que tienes hay que saber invertirlo para que te dure hasta que te mueras. Yo conozco futbolistas que han sido multimillonarios en su juventud y ahora no tienen nada. ¡Nada! No supieron administrar sus bienes. Gracias a Dios Jorge y yo tenemos los pies bien puestos en la tierra.
¿Y en qué invierten?
Principalmente en bienes raíces. Es que los hijos te hacen asumir una responsabilidad, porque el día de mañana tú dices: "chuta, ¿y si Jorge se quiebra una rodilla y para de jugar?". Ahí no podría darles a mis hijos la vida que ellos tienen ahora.
¿Cómo es esa vida?
Tienen una vida buena. A mí me hubiera encantado tener el privilegio que tiene la Agustina de ir a un buen colegio, que puede hacer ballet, jazz, natación o que si le va mal en matemáticas le puedo contratar una profe para que la ayude. Los hijos te van dando ese miedo porque dices: "ojalá que nunca les falte". Por eso decidimos tener solo dos hijos. Quiero que ellos puedan tener lo que yo no tuve. Por ejemplo, ir al supermercado y poder comprarles lo que ellos quieran. Cuando yo era chica y acompañaba a mi mamá el presupuesto era solo para la mercadería, no para cosas extra.
"Me gustaba el baile y la tele. Estaría mintiendo si dijera que no me gustan las cámaras. ¡Eso a mí me encanta! cuando chica Veía a la Claudia Schmidt y me imaginaba desfilando como ella. Entonces, cuando salió Mekano era la opción para entrar en ese mundo".
¿Cómo era tu vida antes de que pudieras darte tantos gustos?
Soy de clase media. En mi casa nunca faltaron las galletas en la despensa. Mis papás se separaron cuando yo tenía tres años y, desde entonces, mi mamá se hizo cargo mío y de mis dos hermanos con su sueldo de auditora. Ella todavía vive en la misma casa donde crecí detrás del cine Hoyts, en La Reina.
¿Es verdad que tienes mil pares de zapatos?
Eso es parte del mito. Me encantan los zapatos, ¡piensa que en Emiratos Árabes no había impuestos! Tengo hartos, no sé cuántos. Pero no son mil.
¿Por qué crees que a todos les preocupa cuánta plata tienes?
Me da lo mismo, en realidad, pero si me puedo dar un gusto, me lo doy porque no sé si mañana me lo pueda dar. Si me gusta una cartera, me la compro. No es que me compre una todos los días. Si quiero ayudar, también lo hago, pero no lo anuncio en los medios, no ostento de eso. Cuando se sabe cuánto tienes, la gente se aprovecha. Por eso no uso mi mail: me llegaban cientos de peticiones de plata, como si la gente se sintiera con el derecho de pedirme cosas.
Pero publicas en tu instagram gran parte de tu vida, como el Mercedes Benz de más de 18 millones que te regaló tu marido para Navidad.
Eso lo hace todo el mundo, con la diferencia de que soy una persona pública y al otro día se divulga: "El costoso regalo", "Es un perdonazo". Si mi marido me quiere regalar algo de 1 o 30 millones de pesos, es cosa de él. Soy su mujer y la madre de sus hijos. ¡Y eso lo dijo él! Hay tres cosas en la vida que me gustan pero de las que nunca hablo: la política, que me gusta pero públicamente no la comparto; la religión, por lo mismo, y la plata, que también me gusta.