Paula 1160. Sábado 8 de noviembre de 2014.
Han pasado 11 años desde que la socióloga de Puerto Montt, Bernarda Gallardo (56), leyó en el diario Llanquihue un titular que cambió su vida para siempre: "Botan a un recién nacido en el basural". Ella, que fue madre a los 16 y tras ese parto quedó infértil, que tenía dos hijos adoptivos de dos y tres años, y que provenía de una familia italiana encabezada por una bisabuela que fue dejada al nacer en las puertas de un convento, sintió que esa guagua del vertedero de Lagunitas a la que nadie reclamaba, perfectamente podía ser su hija.
Y empezó una verdadera cruzada, llena de burocracias legales para evitar que Aurora –como llamó a esa guagua– terminara nuevamente en la basura, eliminada como desecho orgánico y que, en vez de eso, le permitieran enterrarla. Empapeló los contenedores de basura del centro de Puerto Montt con carteles que decían "no botar guaguas", para sensibilizar a la ciudad. Y lo logró. Bernarda consiguió la autorización legal para sepultar a Aurora el 24 de octubre de 2003. Y con el tiempo consiguió otros permisos más y les dio un funeral digno a otras tres guaguas que aparecieron muertas: Manuel, Víctor y Cristóbal.
En estos 11 años, la cruzada de Bernarda lejos de desaparecer, se ha mantenido. Siempre lee con atención la prensa rastreando infanticidios y lleva un blog donde registra a cada guagua de la que se tenga noticia que aparece muerta. Ahora mismo está haciendo los trámites para enterrar a otra más: Margarita, encontrada el 28 de agosto de 2012.
"Aurora es mi hija póstuma. Representa mi deseo de que ningún bebé de este país vuelva a morir en ese desamparo. Porque si ella murió, si fue abandonada en un basural, es porque nadie pudo llegar a tiempo para abrazarla, besarla y acurrucarla con una canción. Esto ocurre una y otra vez, y me rompe el corazón", dice Bernarda.
¿Viste Aurora, la película que se inspira en tu historia?
No la he visto todavía. Voy a ir al estreno (6 de noviembre), pero leí el guión y me hace ilusión que otras personas conozcan a Aurora y la puedan amar. Ella, más que yo, es la real protagonista.
Aurora fue la primera recién nacida que apareció muerta en la basura en 2003. ¿Qué significa para ti hoy esa guagua?
Es una hija póstuma. Representa mi deseo de que ningún bebé de este país vuelva a morir en ese desamparo. Porque si ella murió, si fue abandonada en un basural, es porque estuvo sola, y porque nadie pudo llegar a tiempo para abrazarla, besarla y acurrucarla con una canción. Esto ocurre una y otra vez, y me rompe el corazón.
¿Supiste algo de las madres de los bebés que enterraste?
Nunca. Pero si me topara con esas madres que no quieren tener a sus hijos les diría que simplemente me los den, así nomás, sin papeles ni preguntas. Porque no necesito preguntar nada, porque sé que ninguna mujer que se siente querida, protegida, apoyada, y que tiene un proyecto de vida, botaría a su guagua a la basura.
¿Legalizar el aborto evitaría que aparezcan guaguas en vertederos?
No. Legalizarlo no previene los embarazos no deseados y esta es la realidad detrás de casi todos los infanticidios: es la salida rápida y fácil que no reafirma la vida, sino el fundamento de todo abuso de poder. Hay que considerar, además, que la mayoría de estos embarazos son producto de violencia intrafamiliar, de abusos y violación.
Darles un funeral digno a esas guaguas cuesta por la burocracia legal. ¿Hay avances para que sean reconocidas como personas?
Todo sigue igual que en 2003. Lo que pasa es que cuando una guagua aparece muerta y no se puede probar que respiró, legalmente no es considerada persona, entonces no se inscribe en el Registro Civil, no hay certificado de defunción y terminan nuevamente en la basura. Me da mucha impotencia, pero pese a mis intentos por pedirles humanidad a las autoridades y al Parlamento, no se ha avanzado nada. Lo incomprensible es que basta agregar un artículo en el reglamento del Servicio de Registro Civil para que sea el Estado quien garantice los derechos a la identidad, nacionalidad y sepultura de las guaguas víctimas de infanticidio. Pero no existe voluntad política.
Cuando encontraste a Aurora, tus dos hijos adoptivos eran niños. Hoy tienen 12 y 14 años. ¿Te han apoyado en esta cruzada?
Mis hijos han crecido con esta historia y para ellos es tan natural, que consideran a estas guagüitas sus hermanos ángeles. Todas las campañas las hemos hecho con los niños, me ayudan a pegar los carteles en las calles, me acompañan a verlas al cementerio. Cuando fue el funeral de Cristóbal, mi hijo José llevó su urna. Y, ahora que estamos esperando a Margarita, están felices porque saben que cuando la enterremos nunca más va a estar sola. Puerto Montt tampoco olvida a Aurora. Artistas locales le han dedicado poemas, pinturas y canciones, lo que hace que Aurora esté más viva que nunca.
* Mira aquí el trailer de la película Aurora, que ya está en los cines del país.