Es de noche y Claudina (70) se despierta con unas luces brillantes que invaden los cielos de Lautaro. Le hacen arder los ojos. En esta pequeña ciudad del sur de Chile algunos se preguntan si una invasión es inminente, otros si se trata de una aparición religiosa. Nadie lo tiene muy claro. Claudina tampoco. Acaba de enviudar y la ausencia de su marido lo acapara todo.
Esta no es una historia de ciencia ficción. Es el telón de fondo de la película chilena La Nave del Olvido, en cines locales desde el 13 de enero, que sigue el duro pero inevitable camino de una mujer mayor hacia la libertad y el amor de la mano de otra mujer, su vecina Elsa (65).
La primera película de Nicol Ruiz (33), que ha sido presentada en más de 60 festivales, es una ficción que aborda dos realidades invisibilizadas en la sociedad chilena: la de las parejas de diversidades sexuales en la vejez y la de la privación social que se les impone a los adultos mayores para reinventarse y vivir desde su propia libertad. “Está la idea de la tía que se fue, o la tía que es soltera, o la tía que vive con una amiga: ese espacio de secreto, de invisibilización que se vive hasta el día de hoy”, dice Ruiz a Paula. Un sistema que afecta especialmente a los grupos disidentes de este grupo etario. “Se empieza a hundir a las personas y hacerlas desaparecer”, termina.
Adultos mayores en el closet
La situación puede verse reflejada en las cifras. O más bien en la ausencia de éstas. Los números ni siquiera son conocidos por las organizaciones que en Chile lideran el tema.
La Fundación Iguales reconoció en el pasado que estaban “al debe” con las cifras de adultos mayores LGBTI+. Lo mismo pasa en Movilh, donde aseguran no tener un registro específico de este grupo de la población.
De esa forma el silencio es total, como si los adultos mayores siguieran dentro de un closet. No se sabe quiénes son, dónde están, qué piensan y tal vez lo más importante: cuáles son sus necesidades.
La académica de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica, Sara Caro, ha seguido el tema de cerca. Es además integrante del Centro UC de Estudios de Vejez y Envejecimiento (CEVE) y del Observatorio del Envejecimiento. “Sabemos poco de las personas mayores”, asegura tajante. “Y a pesar de que en el último año, y sobre todo en Chile y en América Latina hemos ido sumando algunos estudios, todavía como población nos cuesta mucho hablar del envejecimiento”, agrega.
En el caso de los adultos mayores LGBTI, la situación es mucho más dura. “Por un lado sabemos muy poco de cómo envejecen las personas de la diversidad sexual y por otro sabemos muy poco de su vejez”, explica Caro.
El peso del qué dirán
En la película, Claudina y Elsa crean su propio mundo. Bailan y aprenden cosas nuevas. Son felices. Pero el qué dirán y el juicio familiar siempre las rodea como una presencia incómoda y abrumadora, como los mismos ovnis del cielo.
Para Sara Caro la película refleja una problemática recurrente en los adultos mayores en el país. “Lo que han mostrado las investigaciones es que las personas mayores de la diversidad viven en condiciones de mayor discriminación”, explica.
Discriminación que muchas veces llega de sus propias familias, de sus propios hijos. Para Ruiz este fue uno de los temas clave que quiso retratar. “Me llamaba mucho la atención la infantilización de los adultos, de los hijos con los papás. A cierta edad les cortan libertades, los adultos dejarán de ser dueños de su propia vida”, dice.
Estos adultos mayores carecen además de espacios propios de participación que sí tienen sus pares, lo que los lleva a un mayor aislamiento.
“Los espacios de organización o clubes son pensados justamente desde la heteronormatividad. Entonces todo lo que tenga que ver con la diversidad parece ser que no calza con esa estructura”, dice Caro.
El pecado de envejecer
“¿Quién va a querer ver a dos viejas dándose un beso?”.
La pregunta se la hizo un productor a Ruiz luego que ella le mostrara la idea de su largometraje. Incluso fue más lejos: la película no se iba a vender, sentenció.
“Uno convierte a los adultos mayores en una Barbie. Ya no tienen sexo, no existen, no tienen nada, son una muñeca. Es algo muy cultural. Tiene que ver con ser productivo, y es que los viejos ya no son productivos”, dice Ruiz.
Como explica Caro, existe un mito que plantea que las personas mayores son asexuadas, “que no tienen sexualidad o que no viven su sexualidad”, explica, por lo que este grupo “no calza con la idea preconcebida de lo que debería ser una persona mayor”.
Este tipo de discriminación, explica, es llamada Ageism o Edadismo, y sucede cuando alguien es discriminado exclusivamente por su edad. “Son formas de maltrato, de exclusión y de discriminación arbitraria que solo se fundamentan en la edad”, explica Caro.
Pero el interés sobre el tema está. Y ha salido a flote en cada lugar donde Ruiz ha estrenado la película. La cineasta recibe mensajes por Instagram desde distintas partes del mundo. Hombres y mujeres mayores le dan las gracias, le cuentan sus experiencias, se acercan a saludarla. Muchos también quieren contar su historia.
“Yo quería decirle a las mujeres de mi vida que nunca es tarde para ser libre, para cambiar de rumbo, para elegirse”, dice.