La novela colectiva de Valeria Luiselli
Luego del elogio de la crítica por Papeles falsos y Los ingrávidos, la escritora mexicana vuelve con La historia de mis dientes, una novela por entregas hecha a partir de un encargo de la fundación de arte de la empresa de jugos Jumex, que fue escrita especialmente para los trabajadores. El resultado cruza géneros, estilos y culturas, y cuestiona, desde el humor, el valor del arte contemporáneo.
Paula 1146. Sábado 26 de abril de 2014.
Luego del elogio de la crítica por Papeles falsos y Los ingrávidos, la escritora mexicana vuelve con La historia de mis dientes, una novela por entregas hecha a partir de un encargo de la fundación de arte de la empresa de jugos Jumex, que fue escrita especialmente para los trabajadores. El resultado cruza géneros, estilos y culturas, y cuestiona, desde el humor, el valor del arte contemporáneo.
Los curadores de la colección de arte contemporáneo de la Fundación Jumex, una de las más importantes de México y perteneciente a la fábrica de jugos del mismo nombre, le encargaron a Valeria Luiselli (30) un texto para el catálogo de la exposición El cazador y la fábrica. Se trataba de cuestionar la idea de una muestra como un espacio aislado, impermeable a su entorno. Luiselli propuso articular un texto por entregas dirigido a los trabajadores de la fábrica de jugos para reflexionar sobre los mecanismos y discursos del arte contemporáneo, y la forma en que se insertan en una red más amplia de relaciones. Así nació La historia de mis dientes (Sexto Piso), un texto por entregas que se fue articulando en el camino hasta convertirse en novela.
Los mismos lectores comentaban la novela y tú introducías cambios desde ahí. ¿Cómo resultó este modo de trabajo?
Escribí la primera versión de esta novela con ellos, no solo para ellos. Todas las semanas un grupo de trabajadores se reunía a leer, comentar y criticar las entregas. Esas sesiones se grababan y me mandaban el archivo de audio, que yo escuchaba para escribir la siguiente entrega. Hubo colaboración de mucha gente, pero los obreros fueron fundamentales. La voz del narrador, por ejemplo, terminó siendo una especie de eco de la voz de uno de los obreros, y las preguntas y comentarios de los trabajadores marcaron la pauta del tema mismo del libro. La conversación a distancia con ellos tomó pronto una dirección particular: de la pregunta por el valor —de uso, de cambio, simbólico o agregado— de los objetos de arte. La novela entera responde a esa pregunta.
En La historia de mis dientes vas del humor blanco al más negro, de la ironía al sarcasmo. ¿Cómo cambia tu escritura al ser traspasada por el humor?
Más bien diría que el humor germina ahí: en la sintaxis, en el ritmo, en el tono. Es cierto que este libro está escrito en un registro distinto al de los anteriores, pues usa el humor de un modo más desparpajado y libre. Siempre había escrito en una voz más cercana a la mía propia, tal vez una voz más tímida, sobria y contenida. Considero que parte de mi deber —y supongo que también de mi libertad— como escritora es poder transformarme: cambiar de registro, de forma, de intereses y de temas.
La novela no es una parodia, pero sí pretende explorar el lado ligeramente absurdo y arbitrario de cómo se
produce el valor de los objetos.
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