La psicóloga feminista: “Aquello que no nos permite hablar ni liberarnos no está dentro de nosotras”

la psicologa feminista paula



Presentado por Alto las Condes

Las experiencias de las mujeres deben ser entendidas dentro de un contexto sociocultural desigual y por lo mismo tratadas y estudiadas desde esa lógica. Los roles y estereotipos de género han construido expectativas patológicas para las mujeres, por lo que el trabajo en terapia apunta en primera instancia a deconstruirlos. Estos son los principios que rigen la experiencia clínica del Centro Interdisciplinario de las mujeres (Cidem) del cual es parte la psicóloga Pía Urrutia (35), quien tras años de experiencia clínica y activismo, afirma que es necesario que la terapia en mujeres tenga siempre una perspectiva feminista. “Cuando entendemos que las vivencias entre hombres y mujeres han sido desiguales, se vuelve fundamental pensar la salud mental desde ese lugar”, asegura.

Pía, que en Instagram se define como @lapsicologafeminista, sostiene que la gran problemática respecto a los profesionales de la salud es que no toman en consideración esa desigualdad estructural y sistémica en la que vivimos las mujeres y por lo tanto, patologizan experiencias que no son patológicas. De ahí la vieja idea de que las mujeres somos locas, histéricas y paranoicas.

Fue en sus años viviendo en Argentina –país donde el movimiento feminista lleva más años de organización– que Pía se hizo consciente de esto que es tan relevante para el desarrollo de su profesión. “Fue allí donde me cuestioné, por ejemplo, esa idea de que a las mujeres nos tratan de histéricas con tanta facilidad, que es una patología; pero ¿alguien se preguntó sobre las condiciones de esa mujer o qué estaba pasando en su contexto para llegar a somatizar de esa manera?”. Asegura que ese despertar en el feminismo fue un incentivo para aprender a sacar la voz, lo mismo que hoy intenta enseñarle a sus pacientas.

¿Tu objetivo es que las mujeres saquen la voz?

Es que lo primero que comienza a aparecer es la voz de las mujeres. Esto no es algo que digo solamente yo, lo dicen varias feministas como Julieta Kirkwood, que hablan de lo relevante que es el hecho de que las mujeres saquemos la voz, pero una voz propia. Entonces, desde una primera instancia en el trabajo psicológico, uno va permitiendo que las mujeres empiecen a hablar y a sentir que eso que tienen para decir tiene un espacio y, por tanto, tiene importancia.

Liberar la voz, decir algo o quejarse, permite liberarnos de ciertos estereotipos. Un ejemplo es esta típica idea de que las mujeres podemos estar en muchas cosas a la vez y que siempre podemos. Poder sacar la voz de la queja permite liberarnos de este yugo de que podemos hacer todo sin quejarnos y en silencio. Y la posibilidad de que las mujeres puedan sacar la voz se da mayormente en un espacio seguro, sin juicio, como es la clínica feminista.

Entonces se podría decir que tu trabajo consiste en liberar a las mujeres. Pero, ¿liberarlas de qué?

Cuando uno habla de liberación, de lo que quiere liberarse es de los discursos hegemónicos que generalmente ponen a la mujer en último lugar. Esto implica liberarse de la violencia y de los mandatos respecto de lo que significa ser mujer. De los estereotipos sobre el físico. De la manera tradicional de vincularnos sexoafectivamente que nos hace aguantar más de lo que deberíamos. De los mandatos sobre la maternidad y de la culpa que generan. Del techo de cristal. En el fondo, de todo lo que ha generado el patriarcado, que nos ha puesto en un lugar de desventaja.

Fuera de las estructuras más evidentes creadas por el patriarcado ¿te encuentras con estructuras más sutiles que también es necesario remover?

Algo que veo mucho tiene que ver con la crisis de los cuidados. Tenemos internalizado que las mujeres tenemos –por naturaleza se supone– la capacidad de cuidar a otros. Y el cuidar a otros tiene ciertas características: estar atenta a las necesidades del otro y poder responder adecuadamente a esas necesidades. Pero esto hace olvidar que también podemos poner atención a nuestras necesidades.

Las mujeres no solo podemos cuidar a otros, sino que también cuidarnos y poner atención a nuestras necesidades. El solo hecho de que otra mujer te esté escuchando en esa queja sin cuestionarte sino que al contrario, validando lo que sientes, permite avanzar hacia esa liberación porque te muestra que no sólo puedes ser un sujeto a disposición de otros.

Muchas feministas llaman a que las mujeres podamos integrar el egoísmo como parte fundamental de nosotras, dicen que probablemente así disminuirían muchas problemáticas de salud mental. Es necesario desestigmatizar el egoísmo y también la culpa, porque si la exigencia es no sentir culpa, es más difícil. Podemos aprender a hacer cosas con culpa porque la gratificación que me genera esa experiencia, a pesar de la culpa, es algo que me sorprende para bien y que me va a hacer replicarla. Son pasos hacia la liberación.

¿Entonces no basta solo con hablar para liberarse?

La clínica feminista no solo ofrece la posibilidad de hablar, sino que el ojo se pone en aquello que no nos permite hablar ni liberarnos y que no está en nosotras. Soy muy crítica del concepto de empoderamiento, no porque sea un concepto mal intencionado, sino porque pone la responsabilidad de los cambios solo en las mujeres, invisibilizando que existen estructuras más grandes que nosotras, culturales, sociales, judiciales. Es necesario visibilizar que si a una mujer le cuesta liberarse de ciertas ataduras, no es solo porque no tenga los recursos o no pueda. Hay estructuras que hacen que sea prisionera de ciertas cosas.

En la consulta lo vemos cuando las mujeres comienzan a cuestionarse el no poder salir de una relación de pareja abusiva. Aparecen ideas de culpabilidad, dicen que son ellas las que se han dejado pisotear o que no han tenido la fuerza para salir. Pero cuando uno les comienza a hablar de las estructuras en las que viven, les preguntas si esa culpa o miedos son de ella o inculcados; si es una idea de ella o es porque no vive en las condiciones para mantenerse económicamente sola.

¿Qué rol tienen las otras mujeres en esto?

Una de las bases del feminismo es que las mujeres puedan articularse con otras mujeres. Lo bueno de actuar de manera colectiva es que se generan espacios para que las mujeres empiecen a relacionarse con otras, para generar ruido e incomodar, y también para cuestionar. La soledad es muy frustrante y los espacios de conversación con otras mujeres, son muy necesarios como acompañamiento a la terapia.

Además ocurre que mujeres durante mucho tiempo tuvimos pocos referentes, mujeres que ocupen espacios de poder pero también mujeres comunes y corrientes; entonces cuando una se encuentra con pacientas que están en la calle igual que tú, se genera algo muy bonito, ellas dicen ‘mi terapeuta también va a marchar, también le sucede lo mismo que a mí’. Porque las terapeutas también somos mujeres y vivimos en una sociedad patriarcal, también tuvimos que liberarnos.

Y la consecuencia de esto es que las mujeres empiezan a generar una perspectiva crítica del mundo, empieza a aumentar también su autoestima, y se dan cuenta de que la culpa no es suya sino que hay todo un sistema más grande.

¿Cuántas logran llegar a este punto?

Hay un porcentaje alto de mujeres que logra sentirse bien y además los procesos terapéuticos tienen ciclos, y eso les permite a las mujeres ser autónomas con sus procesos de terapia, que sean ellas las que decidan hasta cuándo quieren abordar algo. Para mí es un logro que una mujer me diga “llego hasta acá”, porque está sacando su voz. Es parte del enfoque feminista, que saca esta idea jerárquica donde es la terapeuta la que te dice hasta cuándo y cómo abordar un tema.

Y eso se complementa con que existen espacios terapéuticos que no son psicoterapia, como las organizaciones activistas. Recuerdo el caso de un grupo de mujeres de una población en la comuna de Ñuñoa, quienes comenzaron a juntarse una vez a la semana para jugar fútbol. Lo que ellas están denotando es un logro terapéutico altísimo, en autoestima y autoeficacia; algunas cuentan que después de esta experiencia lograron separarse de su marido con el que vivían violencia, porque se sintieron autónomas, pero también acompañadas.

¿En ese caso ya están liberadas?

Siempre les digo a mis pacientes que la terapia les tiene que hacer sentido, si deja de hacerlo está bien porque significa que encontró el sentido sola. Creo que el objetivo es que las mujeres sean conscientes y puedan tomar decisiones conscientemente y no porque están impuestas. Eso uno lo ve cuando la reflexión la hace más la paciente que tú, porque las complejidades van a estar siempre, el patriarcado también, pero la clave está en que la propia mujer pueda tener una conversación con ella misma, un diálogo válido. Ese es un buen momento para que siga sola.

O el caso de una mujer que logra salir de una relación violenta, ese es un ejemplo súper concreto. Al final tiene que ver con que las mujeres puedan tomar decisiones en las que se pongan a ellas en el centro, por ejemplo, cortar relaciones en las cuales su integridad física o psíquica esté en peligro. Y que esa decisión la pueda sostener por ella, porque tiene que cuidarse y porque sabe que su vida vale. En las relaciones de violencia hay un desmedro de los recursos de las mujeres, los hombres violentos te van anulando. Y en terapia lo que ocurre es que, cuando ves que la mujer se va dando cuenta o vuelve a ver los recursos que tiene, entonces es una señal de que puede salir del espacio terapéutico porque logra cuidarse.

¿El espacio terapéutico es para ti un espacio suficiente para liberar a las mujeres de las estructuras del patriarcado?

La psicología tiene una gran tarea: poner de manifiesto que no todos los problemas que viven las mujeres están asociados a algo interno de las mujeres sino que a una estructura. El silencio es cómplice y por eso, algo que ha ido emergiendo desde la psicología feminista, es que las psicólogas estamos obligadas a levantar la voz. En la salud mental tenemos una responsabilidad. Además si liberamos a una mujer, esa mujer irá a donde otra mujer con ese mismo discurso y claro que así avanzamos.

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