Paula 1180, Especia Aniversario. Santiago 15 de agosto de 2015.

Manuel García, cantautor, 45 años.

"Cuando viajo al extranjero y cuento que soy de Arica, explico que es como macondo, la ciudad de García Márquez. Un macondo del desierto, mágico por su tremenda riqueza ancestral. De Arica se subraya habitualmente que es una ciudad fronteriza, lo que ha profundizado un nacionalismo que me entristece. Me da pena que haya gente que discrimine a los peruanos, a los bolivianos y a los aimaras, y que se ignore la belleza que implica la convivencia multicultural.

Estudié Historia y Geografía en la Universidad de Tarapacá, soy hijo ilustre de Arica y embajador de la Cultura Chinchorro en el mundo y, como tal, me siento orgulloso de poder difundir ese invaluable tesoro. Además, junto a varios intelectuales de la ciudad, formamos hace poco la agrupación Tyndall, cuyo nombre se debe al fenómeno de luz que alumbra las partículas cuando entra un rayito de sol en una habitación oscura. Uno de nuestros objetivos es apoyar la campaña para que las momias Chinchorro, los vestigios más antiguos de humanos jamás encontrados, sean nombradas Patrimonio de la Humanidad. También queremos promover a los artistas de la región, que por no estar en Santiago tienen nula visibilidad.

Crecí en el cerro La Cruz, donde mis padres viven aún. Allí hay una identidad cerruna muy fuerte, marcada por las carencias de una toma que luego se transformó en una población. Cerca del mar y del desierto, en cada subida y bajada, te enfrentas a un paisaje infinito que me genera recogimiento, me conecta con mis pensamientos e, incluso, me permite meditar.

A los 14 años tomé la guitarra por primera vez. No fue fácil hacerlo en una pequeña casa con paredes de cholguán donde no solo se escuchaba nuestra tele encedida, sino las teles y radios de todos los vecinos. En busca de silencio y concentración, partía al desierto con mi guitarra y mi cuaderno, y un termo con café y dos sándwiches que me preparaba mi mamá. En el desierto, mi taller, me sentía libre para escribir y borrar; para cantar, tocar y equivocarme. Allí descubrí que el viento cantaba en las piedras.

Ya llevo 20 años viviendo en Santiago y aún recurro mentalmente al desierto para crear. No puedo renunciar a ese paisaje, a esa riqueza que todos los ariqueños y nortinos llevamos dentro".