En esta nueva entrega le hinca el diente a un tema carnoso, incluso algo extraño, que se va deshilvanando de modo sorpresivo: las primeras transfusiones de sangre, realizadas con animales y personas en la Francia de los años 1600, y los conflictos de ego –y de poder– asociados a esta práctica.
–¿Cuánta sangre derramada hubo en el proceso de escritura de esta novela?
–Bastante. En la medida en que trabajas cortando, pegando y anudando la arteria triple P (páginas, párrafos, personajes) siempre te queda la camisa manchada y eso está muy bien. Sabemos que si algo no sangra, entonces no está vivo.
–¿Cómo fue que se te ocurrió escribir sobre un tema tan poco usual?
–Me gusta más escribir sobre lo que he leído en vez de lo que he vivido. No me interesa ventilar mi mundito interior ni mis dudas existenciales. El tema y parte de su argumento surgió leyendo una enciclopedia de medicina publicada en Milán en 1927. Allí había un dato de cinco líneas que seguí durante varios años.
–El libro juega con los límites entre la ficción y la realidad, entre los personajes históricos reales y los inventados. ¿Qué riesgos y qué ventajas presenta esta opción –muy en boga, por lo demás– para el escritor y para el lector?
–Los riesgos se corren cuando sólo te quedas con la idea y comienzas a inventar lo que te da la gana, a pasar gato por libre, porque te puedes encontrar a un lector que sepa mucho del tema y entonces sería todo. A mí me gusta reconstruir, seguir pistas que conduzcan a cosas nuevas. No sé si será una ventaja, pero lo considero elemental previo a echar mano a la ficción.
–Luego de las investigaciones realizadas para esta novela, ¿te parece comprensible que algunas religiones estén en contra de las transfusiones de sangre?
–Lo que me parece incomprensible es que con todo lo que hoy es capaz la ciencia, especialmente en medicina, sigan existiendo las religiones. Y monoteístas, para colmo.
–¿Cuál sería el tema de fondo en esta novela? ¿Las luchas de poder? ¿El ego? ¿Otro?
–Ahora que lo veo con distancia, creo que hay ideas sobre el poder y la envidia de los hombres de ciencia, sobre la negación del talento a quien de veras lo tiene y, finalmente, sobre la lealtad entre dos amigos: uno que sabe más y otro que sabe menos, entre uno que tiene miedo y otro que es valiente. La medicina es para los que no tienen miedo.
–Por último, dame una sola buena razón para leer tu novela.
–Que es una novela directo a la vena y, por momentos, sin anestesia.