Paula.cl.

"Estoy en un bar de "escritores" tomando un trago que se llama "Valentino" que consiste en tres vasos de Martini y cuyo nombre lo pusieron en honor a un chico que está sentado en la mesa de al lado. Valentino es conocido en el ambiente, lo sé no solo porque me estoy tomando un trago que lleva su nombre sino porque la traductora rubia que tengo sentada al frente ya le echó el ojo y no precisamente para traducirlo. En mi mesa hay destacadas escritoras y editoras, cuatro chilenas, dos colombianas y una rubia loba. En la mesa de atrás, un grupo de escritores famosos. Por mi trabajo debería saber quiénes son, pero nunca reconozco la cara de nadie. Una chica de mi mesa dice que vio a Coetzee haciendo check-in al desayuno y pienso que quizás pueda estar allí sentado. Quién sabe, solo sé que se ríen de algo muy trascedente y aburrido y que unos Valentinos más tarde nos miran espantados mientras mi grupo canta fuerte y desentonado La Bicicleta.

Mientras la rubia ya emigró de nuestra mesa y ha iniciado su conversación con Valentino, le comento a Amalia, una de las colombianas, que no entiendo por qué en la canción Shakira mete a Piquet en una rima forzada (si a Pique algún día le muestras el Tayrona/ Después no querrá irse pa' Barcelona). Amalia tiene una teoría al respecto, la llama "la Shakirada". Nos dice: en cada canción de Shakira hay siempre una Shakirada oculta, un elemento que desentona con todo, una especie de acto fallido o auto-boicot consciente que te saca de onda, que arruina toda la coherencia del video o de la canción.  Con varios Valentinos en el cuerpo, analizamos la trayectoria de la cantante y tiene razón: Shakira rapeando, Shakira confesando que no se baña los domingos, Shakira bailando danza contemporánea untada en petróleo, Shakira en el video de Loba haciendo actos sugerentes dentro de lo que parece ser una vagina brillante. Todas las canciones de Shakira tienen un momento en que decide ser ella misma y actuar de manera rebelde, aún a riesgo de desentonar.  En definitiva, hacer lo que le da la gana.

La teoría por supuesto aplica también a la vida de una, precisamente en los momentos en que tomas la decisión de hacer lo que quieres con toda la espontaneidad del mundo, en una especie de libre albedrío de la creatividad, aún a riesgo de quedar en ridículo o salir perdiendo (porque, claro, una no es Shakira). Mientras mis compañeras de mesa ya están de pie bailando entre mozos que intentan cerrar la cuenta, la mesa de escritores importantes comienza a huir de esta jungla femenina en la que hemos convertido el bar. A Valentino ya lo veo triple, está lejos con la rubia que en cualquier momento se pone a bailar como Shakira dentro de una vagina brillante. No puedo evitar pensar de qué forma cruel se ha tomado mi vida y la de todas las mujeres que conozco esta teoría de la Shakirada. Recapitular la cantidad de metidas de pata y salidas de libreto de mi último año me hace querer hundirme en mi asiento. La rubia se sienta desmoralizada de vuelta en nuestra mesa, al parecer Valentino se le escapó junto con los escritores serios. Con el poco decoro que nos resta a esta altura de la noche, reflexiono: ser mujer en esta época es vivir en una Shakirada constante; ninguna puede ni tiene ganas ya de seguir un aburrido libreto".