–¿Cómo se muere uno? le preguntó su hermana Margarita.
–No sé –le respondió Sol–. Si no nos hemos muerto ni tú ni yo.
"Y nos reímos a carcajadas", recuerda ahora la historiadora. "Creo que ella consideraba la muerte un tanto banal. Ella estaba para vivir, como fuera y ahora... donde sea".
Las cuatro hermanas Serrano enterraron a Margarita, la del medio –y la más bonita, según dicen ellas–, el 28 de noviembre pasado, desoladas. Ahora Sol, un mes y algo después, pasada la Navidad y el Año Nuevo, vestida de riguroso negro, agrega que su muerte las pulverizó.
–Mi papa decía "falta una, faltan muchas". Ahora faltamos todas. O somos cinco o no somos.
Y no acepta hablar más del tema.
Las cinco son Elena, abogada; Paula, sicóloga; Margarita, periodista; Marcela, escritora; y Sol, historiadora de la UC, con un máster en Yale y un doctorado en la Católica también. Hoy es vicerrectora de Investigación de esa universidad y profesora, ha escrito varios libros, ha sido columnista y es, sin duda, una de las más respetadas en su disciplina. Estuvo también nominada al Premio Nacional de Historia, pero no se lo ganó.
Ninguna mujer lo ha recibido. ¿La academia es machista?
El tema es que las mujeres entramos más tardíamente que los hombres a la academia por razones obvias. Pertenezco a la primera generación de mujeres que nos doctoramos en Historia y no importaba nada si uno tenía hijos mientras escribía la tesis. Yo tuve cuatro. Entonces el esfuerzo fue muy grande, en desigualdad de condiciones y con resultados no tan distintos en calidad académica. Es un tema hiperestudiado en todas las disciplinas y en todo el mundo. Es cierto, y en realidad no lo había pensado, que el premio de Historia es el único que nunca ha premiado a una mujer...
Una vez dijiste que le preguntarías a todo candidato presidencial qué ha leído de la historia de Chile. ¿Qué crees que este Piñera 2018 aprendió de su propia historia?
Mucho. Y toda la derecha. Creyeron que manejar el Estado era fácil y que la política era una pega de inútiles. Más aún, sin el aprendizaje hecho no habrían ganado porque fue este el que les permitió moverse al centro. La administración anterior de Piñera ni siquiera pensó en la sucesión. Y el gobierno fueron fragmentos sin guionista ni narrador. Eso cambió y es una buena noticia que la política tome en serio la política. Y también creo que la derecha ha adquirido una densidad intelectual interesante y que avanza en nuevas direcciones.
Tú te defines de centro, ¿te quedaste sin centro?
El centro no es geométrico, ¡es político!
¿Te quedaste sin centro político?
Yo, Sol Serrano, me quedé, como se dice ahora, sin familia política, eso sí.
¿Tu familia política era la DC?
La Concertación y la DC antigua por cierto, aunque nunca he militado y soy demasiado ecléctica para eso. Pero el mundo político el cual admiro, con el que me sentí identificada, llega hasta Lagos.
¿Te desencantaste después?
Nunca me identifiqué con la Nueva Mayoría. No pertenezco ni vengo ni seré y, al revés, soy intelectualmente contraria a la tradición marxista. Tan sencillo como eso. No siento que en la tradición social cristiana tenga que hacer un tipo de alianza con la tradición del materialismo histórico.
¿Imagina ahora a su amiga Mariana en Chile Vamos?
No, no, porque la generación nuestra está marcada por esa historia. Es demasiado fuerte y es justo que así sea porque uno es su propia tradición también. No hay que hacer de eso un dogma y para que una tradición sea fuerte tiene que saber cambiar, pero ahí hay una biografía que es muy difícil. Entonces diría que para personas como la Mariana es mejor perder con lo suyo cuando se pierde..
"Soy intelectualmente hija del 73 y no del 68. Nosotros pagamos la cuenta pero no fuimos a la fiesta", dijiste una vez. ¿Te da miedo que la gente joven que no pagó la cuenta cuide menos la democracia?
Sí. Las nuevas generaciones tienen todo el derecho e incluso el deber de liberarse de nuestros fantasmas. Muy distinto es desconocer y, más aún, repudiar una historia como la reciente que les ha permitido ni más ni menos que ser las generaciones que han vivido con más libertad, con más oportunidades y con menos pobreza de toda la historia de Chile. Entonces no les interesa la historia sino solo la memoria, una memoria que engrandece un Chile anterior cuya pobreza ni siquiera sospechan. Estamos por publicar el Tomo III de la Historia de la Educación del periodo 1930-1964 y, créeme que los dramas de la pobreza, la inequidad monstruosa con los niños son inverosímiles y lo seguimos pagando duramente. En eso, hay en sectores de la nueva generación una frivolidad envuelta en moralismo inquisidor y autocomplaciente. Y ahí que me nace gritar: más historia, por favor, más historia analítica y reflexiva.
Suena el teléfono en su escritorio con vista al Parque Forestal. Es de un programa de radio, que quiere su opinión sobre la venida del Papa Francisco a Chile.
–Yo no soy una "historiadora católica" –aclara después. Pero entre sus muchas investigaciones se cuentan la religión, la secularización de la sociedad, las monjas misioneras, lo que la hace una voz autorizada en el tema. En 2000 editó Vírgenes viajeras, diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile 1837-1874 y en 2008 ¿Qué hacer con Dios en la República? Política y secularización en Chile (1845-1885).
¿Y qué hacer con el Papa en la República?
Lo que corresponde a la República: libertad de expresión, asociación, reunión, creencia, en fin. Que el Estado asegure esas libertades al mismo tiempo que se hace cargo del orden público no significa en absoluto falta de neutralidad religiosa sino, al contrario, garantiza derechos. Hay algunos intelectuales a los que finalmente lo que les molesta es la religión y su expresión la analizan desde el viejo tema del clericalismo y no del actual debate de las libertades.
Juan Pablo II se vio como un símbolo de la democracia o un rescate de Pinochet por algunos. ¿De qué debería rescatarnos Francisco I?
Chile es un país muy distinto al de 1987. Y la visita permite una radiografía de la sociedad chilena en una dimensión distinta de la expresión pública. El público que acogerá al Papa es muy heterogéneo. ¡Ya veo cuántos analistas tratarán de distinguir cuáles son los "verdaderos católicos"! Es un momento para escuchar al Papa, pero también a quienes lo reciben.
¿Pero crees que su visita va a mostrar la "descatolización de la sociedad chilena?
Sin duda, la sociedad se ha secularizado y descatolizado. No me parece necesario volver a repetir los motivos por los cuales la confianza en la Iglesia ha descendido. Quiero solo agregar una dimensión. Históricamente, la práctica sacramental de los católicos chilenos ha sido muy baja. Lo fue en el siglo XIX, el Padre Hurtado lo señaló en los años 40 y las encuestas que el Centro Bellarmino hizo en los 60 coinciden en que no son más de un 10% de quienes se declaraban católicos, que a su vez era el 90 por ciento de la población. El bautismo y el responso son las prácticas más frecuentes. Así que la idea de que creo en Dios, me entiendo directamente con Él, soy católico a mi manera, no es nueva. Tampoco, que los católicos no sigan muchos preceptos. En los años 60 la mayoría sí era partidaria del uso de la píldora. Lo nuevo es que aumentan los ateos. Esa es una secularización profunda. Pero el tema en los católicos no es decirse católico, es sentirse católico.
¿Cuánto y en qué pesará la figura de Francisco I en la historia reciente de la Iglesia?
El hecho de que el Papa sea latinoamericano tiene un significado muy hondo. La Iglesia ha sido la institución más globalizada de la historia moderna occidental. Aun así, ha sido fundamentalmente europea en su agenda y curia. Al Vaticano no le interesaba mucho América Latina hasta que Pío XII la miró con verdadero interés pastoral porque era el continente con más católicos. Un Papa latinoamericano como este, que ha sido artífice de esta Iglesia latinoamericana con identidad, lleva una nueva experiencia. Y en una Iglesia muy normativa, el carisma del Papa se ha inclinado a lo pastoral, en buena medida, porque es latinoamericano. Es decir, destaca lo más distintivo del fenómeno religioso que es antes espiritual que moral. Porque la religión no es una moral, es antes que todo una creencia. Y el Papa lo transmite así. Y no puedes no mirar lo que eso significa.
¿La presencia de la mujer en la Iglesia es un pendiente de este Papa?
Es un tema que sí ha ocupado al Papa. Ello no se refiere solo a las monjas o al sacerdocio femenino. Es mucho más amplio. Hay acuerdo total en que Jesús trató a las mujeres de una forma contraria a la de su tiempo. Ninguna religión ha tenido un espacio femenino tan determinado como el catolicismo. Teniendo esa enorme riqueza en el origen de su fe y en su historia llama la atención que no se haya nutrido más de ella. Es posible que haya más preocupación por oponerse a la teoría de género que por construir su propia teología.
Tú has estudiado el tema de las monjas, ¿se han vuelto más irrelevantes por su poco poder o porque se están acabando?
Las monjas y las mujeres en general han sido históricamente tratadas con bastante desdén por las autoridades eclesiásticas. Estudio conventos del XVIII y congregaciones del XIX y XX y alaban su sacrificio pero son de un autoritarismo feroz. Aun así, las monjas constituyen un espacio femenino único de gran autonomía, que recorrieron el mundo solas como misioneras a partir del siglo XIX y fueron muy novedosas y transformadoras. Fueron fundamentales en la escolarización femenina y en sus formas de asociación tuvieron una gran importancia política. Y fueron, en el caso chileno, quienes establecieron un nuevo vínculo con los pobres urbanos, organizaron una primera red de salud a mediados del XIX, y se hicieron cargo de las mujeres más vulnerables de aquel entonces. Todo aquello era un fenómeno nuevo que las mujeres asumieron antes que los hombres. Quizás el mayor aporte de las religiosas es que, por estar más lejos de las redes de poder, su carisma fue la gratuidad.
¿La Iglesia debe empoderarlas si quiere seguir existiendo?
Como historiadora creo que la incorporación de las mujeres va a ser una de las grandes transformaciones de la Iglesia en este siglo.
Sol Serrano dice que "siempre me vuelven las monjas". "Me interesa la religión como fenómeno político, cultural, y por eso estudio a las monjas apostólicas y no a las contemplativas".
Ahora se encontró con una congregación de misioneras chilenas en La Araucanía, las Hermanas Misioneras Catequistas de Boroa –un pueblo a orillas del río Cautín–, y se puso a investigarlas. "Van a cumplir 90 años y es bien interesante porque, al margen de la discusión que hay sobre el rol de las misiones colonialistas, las que llegaron al corazón de las comunidades mapuches fueron misioneras totalmente desconocidas. El mundo femenino religioso es una veta de historia religiosa cultural y política mucho más interesante de lo que se considera".
¿Cómo podría el Papa y la Iglesia jugar un rol más relevante en el tema mapuche? Un rol que también le da sentido a la Iglesia como antes fueron los derechos humanos.
Justamente es la investigación que me ocupa hoy, la relación entre la Iglesia y el pueblo mapuche desde la anexión de La Araucanía a fines del siglo XIX. Es increíble que sea un tema tan poco estudiado, con excepción del periodo misional inicial. Lo que más me intriga es que en el Censo de 1992 un 69% de quienes se autoidentificaron como mapuches se identificaron también como católicos. Esa experiencia es una riqueza para la construcción de una interculturalidad que sea mucho más genuina y de base que de los funcionarios estatales. El pueblo mapuche ha mantenido su identidad con una resiliencia impresionante y serlo es hoy motivo de orgullo luego de haber sido sistemáticamente discriminados. El reconocimiento constitucional tiene un enorme valor simbólico porque ser mapuche no es solo un asunto de las comunidades de La Araucanía, quien es mapuche lo siente y lo es donde esté. Y, por lo mismo, también la lengua es tan crucial, porque así como la dignidad, la llevamos con nosotros.