“Soy mamá primeriza y escogí la forma en que mi hijo naciera: a través de una cesárea programada.
Estos meses intensos de preparación, de nervios, de malestares y de emociones se han mezclado con una arista que no debiese existir, y es cómo me he sentido juzgada por mi decisión.
Puede que haya sido la mirada, la pregunta, el ceño fruncido o las (insoportables) alusiones a la historia de la amiga, prima, paciente, vecina o protagonista de serie que tuvo cesárea y algo se complicó, pero ahí estaban. Y eso ha hecho que quiera contar menos de mi embarazo, ponerme a la defensiva y agotarme cuando me preguntan por el parto porque no sabía qué actitud esperar. Ocultas o directas, me encontré con esas ideas de supremacías del parto. “Pero si tu cuerpo está preparado para parir” bueno, pero mi cuerpo sufrió un trauma intenso en la infancia y el cuerpo tiene memoria. Hay gatillantes que no se olvidan con la terapia o la respiración.
Para mi no bastaba “visualizar” un parto vaginal emocionante y bonito; y tampoco iba a pasar los meses de gestación obligándome a preparar mi cuerpo y mi mente solo para ese momento. Soy mi propio ser antes y después de ser madre, el embarazo ya es agotador de por sí y no le quería sumar otra esfera más (algo con lo que mi equipo médico estuvo muy de acuerdo).
Y me pregunto, si una mujer cuenta que quiere una operación para bajar de peso, ¿la gente le dice “pero si tú cuerpo está preparado para bajar de peso de forma natural”? Dudo. Pero claro, para la maternidad siempre hay opiniones.
Creo que la maternidad tiene que ser tan deseada y tan esperada que cada mujer tenga el control sobre los momentos implicados. Por eso es importante que cuando se habla de parto respetado se amplíe la mirada y se incluya la cesárea. Me he topado con profesionales maravillosos que me han acompañado en el proceso y han entendido a pocas palabras. No me han pedido respaldos ni argumentos ni lecturas de papers sobre la relación entre mujeres sobrevivientes de abuso sexual y partos (aunque he leído al respecto). Solo les ha bastado escuchar mi petición.
Pasé mucho tiempo siendo la principal persona en juzgarme, pensando en que si había podido pasar años en terapia, enamorarme, casarme y dar el paso con la maternidad tenía un deber con mi cuerpo de parir vaginal. Y luego me llegó la fantástica realización: dejar de romantizar la sanación después del abuso. Había logrado todo lo anterior, no querer un parto vaginal no me hace retroceder en nada. Es más, acoger y valorar las decisiones con respecto a mi cuerpo me hace más valiente y poderosa. Y si el caso fuera distinto, si no hubiera vivido un episodio traumático y solamente quisiera rechazar la opción de parto vaginal, tampoco tendría que opinar nadie al respecto.
Entonces volvemos al asunto… ¿por qué el cuerpo ajeno pasa a ser tema de otros?
Acompañar en la maternidad no es solo comprar un regalo bonito y ofrecerse a cuidar a la guagua, es acompañar sin juzgar las decisiones de la madre desde la gestación.
Mientras no sea algo dañino para ella ni su hijo/a, aprender a quedarse en la vereda del silencio y del abrazo.
Si quiere parto en casa, maravilloso. Si quiere todas las anestesias, maravilloso también.
Cuando escucho que “la forma de nacer si importa” estoy completamente de acuerdo, pero esa forma de nacer no está sujeta a si el parto es vaginal o no. Está sujeta a un momento de calma, de respeto, de conexión y de evitar situaciones traumáticas tanto para la madre como para su guagua, esa guagua que (como yo) esperaban con todo su corazón. Dejemos de hablar de “parto normal” y cesárea como si fueran opuestos. Lo más normal del mundo es que la madre quiera cuidar el momento del nacimiento, quiera resguardo y protección. Valoremos a las mujeres que han escogido su cesárea y valoremos a todas aquellas que, deseando que su parto fuera distinto, tuvieron que tener la cirugía por motivos médicos.
Para mi, la cicatriz será un recordatorio constante de que la decisión volvió a ser mía. De que nunca nadie más va a decidir lo qué pasa con mi cuerpo y de que la llegada de mi hijo al mundo fue con todo el amor y calma que se merece”.
Isidora Montecinos tiene 30 años y es profesora.