En los últimos años, el Índice de Masa Corporal (IMC) ha sido objeto de controversia en el ámbito de la salud. Esta métrica, ampliamente utilizada para evaluar el peso y la salud de las personas, ha sido criticada por su naturaleza simplista y su falta de consideración hacia factores individuales, étnicos y de género. Un ejemplo es lo que ocurrió hace una semana en la Asociación Médica Norteamericana (AMA), quienes afirmaron que el uso exclusivo del IMC ha causado un “daño histórico”, debido a que ha llevado a diagnósticos erróneos de obesidad y a la exclusión de consideraciones importantes como la genética, el entorno y otros factores que influyen en el peso de una persona.
Desde dicha asociación además señalaron que el uso del IMC ha llevado a una “exclusión racista”, que no tiene en cuenta las diferencias fisiológicas entre géneros ni las particularidades de diferentes etnias y razas. Así lo explica la nutricionista especialista en trastornos de la conducta alimentaria del Centro CADA, Pamela Campi. Cuenta que el IMC –desarrollado en 1832 por el matemático y astrónomo Adolf Ketelet– fue originalmente concebido para estudiar poblaciones y no la salud individual de las personas.
“Fue creado en base a una muestra de hombres blancos y europeos, no se tuvieron en cuenta otras razas, etnias o mujeres en su desarrollo. Esto ha llevado a la aplicación universal de los mismos puntos de corte para todos, aunque hoy se sabe que, por ejemplo, las mujeres fisiológicamente tenemos mayor porcentaje de grasa que los hombres; o que la población asiática puede tener un mayor porcentaje de grasa que la población afrodescendiente”, dice. Y por lo tanto, resulta en una métrica limitada que evalúa únicamente la relación entre el peso y la estatura de una persona.
Uno de los principales problemas del IMC es que no tiene en cuenta otros aspectos importantes de la salud, como el estado metabólico, la composición corporal y la distribución de la grasa en el cuerpo. “Es la grasa visceral que se encuentra alrededor de los órganos internos, y no la subcutánea que es la típica del rollito que se puede tomar con la mano, la que se relaciona con un mayor riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes y la hipertensión. Sin embargo, el IMC no diferencia entre diferentes tipos de grasa ni evalúa su distribución, lo que limita su capacidad para evaluar el estado de salud real de una persona”, explica la experta.
El uso exclusivo del IMC ha llevado a una visión pesocentrista de la salud, en la cual se asume que un peso alto equivale a una mala salud. Esto ha generado estigma y discriminación hacia las personas con cuerpos grandes
Agrega que hay personas que pueden tener un peso alto, que pueden estar metabólicamente sanos, así como también hay personas que pueden ser delgadas y tener alteraciones a nivel metabólico. ”El uso exclusivo del IMC ha llevado a una visión pesocentrista de la salud, en la cual se asume que un peso alto equivale a una mala salud. Esto ha generado estigma y discriminación hacia las personas con cuerpos grandes, lo que puede impedirles buscar atención médica adecuada y tener un impacto negativo en su bienestar general”.
Fórmula peligrosa
Muchas veces, la gente calcula su propio IMC utilizando fórmulas matemáticas o pesas de farmacia sin la supervisión de un profesional médico. Esto puede ser peligroso, ya que se pueden tomar decisiones precipitadas basadas en un número aislado, como iniciar dietas restrictivas sin tener en cuenta otros aspectos relevantes para la salud.
“Las personas asumen que por el hecho de tener un IMC alto están mal y buscan medidas desesperadas para la reducción de peso corporal, como recurrir a dietas, cuando se sabe que las dietas no sirven: el 95% de la gente recupera peso, dos tercios terminan finalmente pesando más de lo que pesaban cuando inician la dieta, y otros tantos tienen el famoso efecto rebote, que es mucho más dañino a nivel metabólico que mantenerse con un peso más alto”, agrega Pamela.
Y concluye: “La salud no tiene relación directa con nuestro peso, sino que tiene más relación con nuestros hábitos de vida en general, no sólo de alimentación y ejercicio, sino que de manejo de estrés, de sueño, entre otros”. Y como dijo la Dra. Cynthia Romero, quien estuvo involucrada en el desarrollo de la nueva política de la Asociación Médica Norteamericana: “Ahora tenemos que ser realmente más conscientes y holísticos en cuanto a la atención al paciente”.