Paula 1090. Sábado 3 de marzo de 2012.
Diario de invierno
En los años 70, Paul Auster estudió literatura francesa y vivió algunos meses en París, donde cumplió una hazaña literaria de la que se ha jactado con relajada sencillez: fue a ver al escritor irlandés Samuel Beckett, entonces un ídolo viviente al que muy pocos accedían (había que tener la mezcla precisa de insistencia, timidez, falta de intenciones e inteligencia), y se ganó su simpatía. Conversaron de libros, de deportes, incluso mantuvieron posteriormente una breve correspondencia. Desde entonces, Auster no ha ocultado la influencia del implacable autor de Esperando a Godot, que él matiza dentro de una escritura siempre accesible: ahí donde Beckett es complejo y lleva a cuestiones irresolubles del lenguaje y el pensamiento, Auster construye narraciones que se vuelven diáfanas sobre los misterios y maravillas cotidianas.
En Diario de invierno, su tercer libro autobiográfico y algo así como el número veinte de sus treinta años de carrera –entre novelas, cuentos y ensayos–, usa la misma técnica del maestro Beckett en Compañía, texto que escribió al final de su vida con recuerdos narrados en segunda persona, para dilucidar cómo la memoria articula al yo de forma caprichosa y nada confiable: uno se habla a sí mismo tal como el niño que no quiere estar solo. Auster se cuenta exhaustiva y detalladamente, recordando sus accidentes infantiles, sus terrores adultos, las habitaciones en las que ha vivido y, en especial, su amor por las mujeres, particularmente por la suya, la escritora Siri Hustvedt. Se desnuda ante el lector y reflexiona con tejado de vidrio: "Sin duda eres una persona precaria y dolida, un hombre que lleva una herida en su interior desde el principio mismo (¿por qué, si no te has pasado toda tu vida adulta vertiendo palabras como sangre en una hoja de papel?), y las recompensas que te brindan el alcohol y el tabaco te sirven de muletas para que tu lisiado ser se mantenga erguido y pueda moverse por el mundo. Automedicación, como lo llama tu mujer". La escritura, a diferencia de lo que propuso Beckett, lleva a conocerse, o reconocerse a sí mismo para entender el final que viene.
Biblioteca Auster
-La invención de la soledad (1982): Intensa reflexión sobre el padre y sobre la muerte de la que arranca toda la literatura de Auster, muy en el tono del nuevo libro. Para empezar a leerlo con propiedad.
-La trilogía de Nueva York (1984-86): juego con el género policial en tres partes que forman un todo y que descubren la ciudad capital de la que se ha alimentado
Auster. Un clásico.
-Un hombre en la oscuridad (2008): un hombre mayor e insomne inventa historias para poder dormir, y la novela, como las mejores de Auster, se desdobla entre la ficción que se va inventando, donde hay fuertes críticas políticas y literarias, y la intimidad vital que acerca la trama. Es el mismo mecanismo de las excelentes Brooklyn Follies (2005) y Viajes por el Scriptorium (2006).
Disponibles en e-book en www.buscalibros.cl