La víctima “imperfecta”
El bullado juicio entre Johnny Depp y Amber Heard no solo ha sacado a la luz los episodios de violencia vividos en su matrimonio, sino que ha dejado a la vista el odio de los seguidores de Depp en contra de la actriz. ¿Qué tipo de mujer es Amber, que genera ese rechazo? La narrativa que encontramos en gran parte de los comentarios en redes sociales, incluidos memes y videos sobre el juicio, apunta a que Heard es una mentirosa, manipuladora, empeñada en destruir el nombre de un “buen hombre”. O sea, la típica figura de la mujer loca y despechada. Y por lo tanto una mujer que, por ese motivo, no puede ser al mismo tiempo una víctima.
Y es que para nuestra sociedad al parecer existe un perfil de “víctima perfecta”. De eso habla en su libro Alianzas rebeldes: un feminismo más allá de la identidad, la autora española Clara Serra. Ella dice que entre todos hemos construido y alimentado el relato de la víctima perfecta; aquella mujer que debe ser protegida, que no tiene otras dimensiones, que es “buena”, porque si no lo es, de alguna manera se merece lo que le ha pasado. “El correlato necesario de esta premisa que algunos feminismos parecen haber comprado –que si eres víctima entonces eres buena– es que si no eres buena, no puedes ser víctima”. Así, cuando las mujeres se salen de la norma, no son calladas, no aparecen como cuerpos sin agencia, se aprovecha para que los hombres se victimicen.
Y Amber es justo ese perfil de mujer. Desde niña ha mostrado su interés por defender los derechos especialmente de las mujeres, los niños, los afroamericanos y la comunidad LGBTIQ+, y ha usado sus redes sociales para interpelar a quienes vayan en contra de su activismo. Mismo espacio que utilizó en 2017 cuando se divorció de Johnny Depp. En esa ocasión presentó una orden de alejamiento por violencia doméstica contra él, y pese a que esto generó una ola de críticas en redes, ella siguió adelante con sus denuncias, incluso dando su versión de los hechos por estos mismos medios. De hecho, su famosa columna publicada en The Washington Post en la que se describe como “una figura pública que representa el abuso doméstico” –y que originó la demanda de Depp–, es otra prueba de ello.
Hace pocas semanas, en medio del juicio, Amber twitteó: “Sentí toda la fuerza de la ira de nuestra cultura por las mujeres que hablan”. Y tiene razón. Lo que la sociedad espera de la víctima es que se quiebre, llore y que se encuentre fragilizada, porque de lo contrario no es creíble; incluso se espera que no denuncie, que sienta que algo hizo para ser atacada. Basta recordar el reciente caso del director chileno Nicolás López. Las víctimas que denunciaron fueron revictimizadas y discriminadas por sacar la voz, por “haber provocado ese abuso”, por no ser la víctima perfecta. “La víctima ideal es una mujer vulnerable, que está traumada y ojalá llorando. Si está empoderada o enojada va a transmitir una imagen que presenta dudas, y por lo tanto su credibilidad será cuestionada, porque no actúa de la forma que se espera que actúe”, explicó hace poco la abogada feminista Bárbara Sepúlveda en uno de nuestros artículos.
Y junto con el prejuicio de la víctima perfecta, pesa también la representación del agresor, quien frecuentemente se preocupa de cultivar una imagen que inspira confianza en su círculo y también en sus seguidores quienes, cautivados por esa apariencia, solo pueden pensar que la víctima está mintiendo, pues nada del hombre que ella describe coincide con la imagen del hombre que ellos admiran. En este caso, la convicción de que Heard está mintiendo está respaldada por el hecho de que Depp es amado por sus fans y amigos quienes basados en su experiencia personal con él, insisten en que es incapaz de abusar. Cuesta reconocer que alguien a quien admiras también puede haber agredido a su pareja cuando nunca has visto ese lado de él, como dijo –a propósito de este caso–Jackie White, profesora de psicología en la Universidad de Carolina del Norte, “incluso la persona violenta, más horrenda, no es violenta con todos todo el tiempo”.
Podríamos pensar que en este juicio existe una insidiosa obsesión por construir colectivamente el retrato de una víctima que no es perfecta y, por lo tanto, sólo puede ser una “mujer mentirosa”. ¿Se buscará con esto concluir que la violencia machista no existe? Pareciera que el hecho de probar que una mujer es “mala”, daría como resultado que todos los hombres son “buenos”. Creer esto puede tener muchos efectos negativos para las sobrevivientes de violencia doméstica: “Muchas sobrevivientes (de violencia doméstica) están asustadas por la forma en que Amber ha sido destrozada y humillada. Si eso le pasa a una actriz millonaria, cualquier cosa les podría pasar a ellas, piensan. Estos memes surgen de una sociedad que no le cree a las mujeres y nunca lo ha hecho”, dijo la doctora Jessica Taylor, psicóloga especialista en violencia sexual.
Hemos construido y alimentado el relato de la víctima perfecta, la que debe ser protegida, la “buena víctima”; aquella que es buena porque si no lo es, se merece lo que le pasa, y de paso, el odio y violencia de todos nosotros. Hemos hecho un juicio social fuera de los tribunales. Pero allí dentro, Amber no será considerada inocente por haber encarnado a una “víctima perfecta” y no debería ser considerada culpable por no haberlo hecho.
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