La rutina de Daniela Escalante (26) en Tampa, Florida, parte a las 8 de la mañana levantando al niño de dos años que cuida como Au pair en Estados Unidos. A las 8.30 están en clases de natación. Vuelven a la casa a desayunar, juegan un rato, luego salen al parque y alrededor del mediodía regresan para almorzar. “Siempre me han gustado los niños”, dice Daniela, quien está a punto de cumplir dos años en el programa de au pair.
El término Au pair viene del francés y se conoce mundialmente como un programa de cuidado de niños a cambio de alojamiento y un pago semanal, algo así como una niñera puertas adentro. Esta modalidad permite a las jóvenes, generalmente entre 18 y 26 años, viajar a un país donde se hable un idioma distinto al nativo y trabajar cuidando niños, siempre con horarios definidos. El período de duración del programa en Estados Unidos es de un año, pero puede extenderse hasta dos y brinda 11 días de vacaciones anuales.
En Chile distintas agencias prestan los servicios de intermediarios para facilitar los trámites de visados y ser los representantes de las organizaciones de au pair de los otros países. “De acuerdo con la descripción del Departamento de Estado de Estados Unidos, esto es una opción de intercambio cultural que tiene un componente de trabajo que es hacerse cargo de los niños, pero también tiene un componente de estudio, porque el programa exige una cantidad de créditos de una clase que se cursen en algún centro de estudios. La palabra correcta no es ‘sueldo’, sino un pago semanal para ayudar con los gastos menores”, explica Claudio Le Roy, director y fundador de Kimunche, una de las agencias chilenas que representa a Au Pair In America, una de las organizaciones de este tipo más reconocidas en Estados Unidos.
Según indica Claudio, además de tener un buen nivel de inglés y contar con certificado de enseñanza media, los requisitos para postular son “tener licencia de conducir y experiencia comprobable en conducción, porque en Estados Unidos el transporte público es malo, salvo en algunas ciudades, y es fundamental que las postulantes sepan conducir porque las familias les van a entregar un auto para que lleven a los niños a sus actividades o van a compartir el auto de la familia. También es obligatorio contar con al menos 200 horas de experiencia en cuidado de niños u otras actividades con niños en los últimos tres años”.
Tuve mucha suerte. Me acogieron como parte de la familia, para ellos soy una hija más. Me han enseñado muchísimas cosas y me apoyan en todo momento. Acá siempre bromean con que les gustaría tener otro hijo, pero que ya me tienen a mí.
Daniela, oriunda de Los Andes, estudió técnico en hotelería y también se certificó para ser tripulante de cabina. Cuando empezó la pandemia, perdió su trabajo en un casino y en ese momento no había mucha más oportunidad laboral para su rubro, por eso buscó un plan alternativo. “Mi cuñada es de Costa Rica y ella fue au pair en Estados Unidos. Empecé a investigar del tema y me gustó mucho. Siempre había querido estar en Estados Unidos”, recuerda Daniela, quien partió su programa en Washington, pero por problemas de comunicación con su primera familia anfitriona decidió relocalizarse en Tampa.
“Tuve mucha suerte. Me acogieron como parte de la familia, para ellos soy una hija más. Me han enseñado muchísimas cosas y me apoyan en todo momento. Acá siempre bromean con que les gustaría tener otro hijo, pero que ya me tienen a mí”, cuenta.
El proceso de acompañamiento por parte de las agencias es desde que postulan, hacen match con una familia por la plataforma designada hasta que vuelven a Chile. Cuentan con consejeras regionales que provee el programa Au Pair in America, además de comunicación directa. “Tenemos grupos de WhatsApp donde estamos en constante comunicación con ellas y atentos a lo que necesiten. Todos quienes trabajamos en la agencia hemos pasado por algún tipo de experiencia de intercambio cultural fuera del país, entonces las entendemos perfecto”, señala Claudio.
Daniela ha viajado a Hawái, Georgia y Virginia, entre otros lugares, de vacaciones con su familia anfitriona, siempre ella al cuidado del niño en los horarios acordados, pero debido a la buena relación que ha forjado con ellos asegura que no se siente como si estuviera trabajando: “También compartimos el mismo círculo social. Sus amigos se han convertido en mis amigos porque tenemos una relación muy unida. Claro que yo también he hecho amigas por mi cuenta con las otras chicas que son au pairs”.
Para ella, el aprendizaje más valioso que le ha dejado esta experiencia es el crecimiento personal: “A pesar de que tengo una muy buena relación con mi familia en Chile, no estoy con mis papás en mi casa, así que debo decidir las cosas por mí misma. Uno crece muchísimo. Para mí, que me vine a los 24 años, ha sido así, y para las chicas que vienen más jóvenes, a los 18, les cambia la vida porque llegan como niñas y vuelven adultas”.
“Te entrega mucha estabilidad”
Actualmente el precio de este programa en Kimunche es de 975 dólares, que incluye pasajes aéreos ida y vuelta, orientación de tres días en Nueva York con todos los gastos incluidos y el vuelo hasta su familia de destino, además de la cobertura de hasta 500 dólares por un curso a elección de la au pair, para cumplir con los requisitos de estudio que tiene el programa. El pago semanal que reciben las participantes por parte de la familia es de 195,95 dólares.
Maite Zúñiga lleva un año y nueve meses en un suburbio cerca de Washington D.C. como au pair de dos niños de 7 y 8 años. Estudió Administración Hotelera Multilingüe, pero debido a la pandemia no consiguió trabajo, así que optó por este programa. Asegura que no consideró otras opciones como una Working Holiday Visa porque le pareció más conveniente esta forma de salir del país: “Es mucho más barato y te entrega mucha más estabilidad, porque llegas a una casa y no te tienes que preocupar por un arriendo o por buscar un trabajo, sino que llegas con todo listo. Decidí esto en una semana y en tres o cuatro meses ya estaba en Estados Unidos”, cuenta Maite.
Estuvo activa una semana en el portal de la agencia para encontrar host family y se entrevistó con cuatro familias. Se decidió, entre otros motivos, porque su actual familia vive en una ciudad pequeña, pero a la vez cerca de Washington, donde suele ir de paseo para recorrer los museos que son gratuitos durante todo el año.
El horario de Maite es de 15 a 21 horas y parte cuando los niños llegan del colegio: “La idea es ocuparme de ellos y entretenerlos hasta que se vayan a dormir. No tienen actividades extracurriculares, así que en el día a día no tengo que manejar, pero sí vamos a parques o jugamos en el patio de la casa, que es bien grande. El trabajo ha sido bastante relajado, los papás tampoco son muy exigentes al decirme qué tengo que hacer y qué no, porque yo tengo claras mis funciones”.
La mayoría de sus amigas tiene horarios distintos al de ella, pero trata de hacerlos calzar para juntarse de vez en cuando a tomar café o un mate, como es el caso con una de sus amigas argentinas. Precisamente una de las experiencias positivas que destaca Maite es el lazo que se genera con las otras au pairs. “Somos un grupo grande que estamos en la misma zona y mensualmente se hacen reuniones por las consejeras y en esas instancias uno va generando amistades. La verdad es que con mis amigas nos hemos hecho más que amigas, casi familia, porque vivimos las mismas situaciones; de repente nos quejamos por las mismas cosas y también nos alegramos por cosas parecidas. Entre nosotras nos entendemos muy bien, creo que se genera un lazo mucho más fuerte que una amistad”, relata Maite.