“Dame, todo lo que te pido. Dime, que tú eres solo mío”. Así comienza el nuevo sencillo de Princesa Alba, cantante de trap nacional, ícono de las redes sociales y quien ha sido una verdadera vocera de su generación. La canción habla de las relaciones virtuales, el deseo sexual y la decisión de la mujer para pedir lo que quiere. Todos síntomas de un cambio que, como sociedad, estamos comenzando a experimentar y que tiene que ver con la liberación sexual femenina: un paradigma que feministas pusieron sobre la mesa, a raíz del tabú que existía sobre este tema. Y es que, por años, las mujeres con experiencia sexual fueron mal miradas e, incluso, insultadas.

La sexualidad femenina evidentemente ha sido un tema que nos han educado para silenciar y callar. Nos han hecho sentir avergonzadas o culpables de vivirla en libertad.

Nerea de Ugarte, psicóloga y fundadora del colectivo La Rebelión del Cuerpo.

“Nos fuimos sintiendo capaces y aprendimos a decir que no a una sociedad que nos puso contra la pared por mucho tiempo. Y sexualmente empezamos a identificar el placer”, explica la sexóloga Francisca Buzeta. Antiguamente, las mujeres no tenían ese derecho, pues el sexo estaba asociado a la reproducción y los valores de familia. La movilización de esas concepciones culturales vino de la mano de los movimientos feministas que desde los años ’20 comenzaron, de a poco, a instalar esta discusión.

Pero no fue hasta la década de los ’80 y ’90 cuando se revivió la temática y se planteó desde otros puntos de vista. “En esa época hubo una reactivación del movimiento feminista y se empezó a hablar acerca de lo lésbisco a través de los circuitos under de disidencias. La gran masa de la población aún tenía poca información y existía mucha presión de seguir las estructuras de familia e Iglesia”, explica Hillary Hiner, historiadora feminista y académica de la Universidad Diego Portales.

A nivel internacional, en ese entonces se estaba desarrollando la denominada “revolución sexual”, un movimiento que tuvo lugar en Estados Unidos y Europa y que cuestionó fuertemente los roles tradicionales de género y la moral sexual de la época. Aunque en Chile no agarró la misma fuerza que en hemisferio norte, sus ideales tuvieron un pequeño eco que constituyó un antecedente en la materia.

Marcha de liberación de la mujer en Washington, 1970. Créditos: Leffler, Warren K. Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

“Algunas mujeres vivieron más la revolución sexual. Las que, por ejemplo, tuvieron posibilidad de formar parejas y no llegar vírgenes al matrimonio. Esto de tomar anticonceptivos y tener la posibilidad de planificar familia o tener una carrera son ideas que antes de los ’60, no eran tan hegemónicas ni comunes. En Chile, hubo amor libre hippie, pero se desarrolló en sectores más acomodados y limitados, y no llegó a la mayoría de la población chilena donde se seguían preservando ideas conservadoras de la Iglesia”, analiza Hiner.

Por eso, el auge de la llamada cuarta ola del feminismo ha sido tan relevante. Gracias a las marchas del 8M, las tomas universitarias de 2018, el movimiento Ni Una Menos y la performance de Las Tesis, las mujeres hemos vuelto a reivindicar el derecho a una sexualidad libre, sin culpas y exenta de violencia. “Las mujeres se han atrevido a hablar de este tema, a ponerlo sobre la mesa, a exigir sus derechos, a denunciar las injusticias respecto a la imposibilidad de vivir y ejercer el placer libremente”, señala Nerea de Ugarte.

Y esas voces, que antes apenas resonaban en la sociedad, actualmente tienen un aliado fundamental para su difusión: internet.

“Las redes sociales han sido una plataforma política que, sobre todo las feministas jóvenes, han usado para denuncias y quejas. Es una nueva plaza pública que ha permitido que estas temáticas fluyan”, analiza Carolina Franch, antropóloga -doctora en Ciencias Sociales- y especialista en Estudios de Género de la Universidad de Chile. “Las coordinadoras feministas han promovido circulación de información respecto a las sexualidades y todo eso ha sido un cambio. Estamos en un momento donde estamos hablando, pero donde aún estamos frente a cuestiones estructurales que no nos han permitido avanzar”, indica Hillary Hiner.

Porque a pesar del cuestionamiento y la reivindicación de la sexualidad femenina que se ha dado en los últimos años, aún estamos lejos de tener una libertad radical en esta temática. “La visión social puede que se haya deconstruido levemente respecto a la percepción del derecho al placer. Sin embargo, por mucho que sea un tema que se esté hablando, sigue siendo un espacio súper desapropiado para nosotras y un terreno de opinión pública. Todavía se ejerce violencia simbólica cuando se habla de una mujer que vive libremente su sexualidad. Y sigue siendo castigada”, explica Nerea de Ugarte.

Lo mismo señala la sexóloga Francisca Buzeta: “Los cambios uno los percibe, pero son leves. En la consulta todavía se ve un tema súper machista. Una mujer que se mete a Tinder o que quiere tener una noche de sexo sin compromiso todavía es juzgada entre sus pares o es tildada de fácil. Cada vez se da menos, pero socialmente seguimos bajo ese estereotipo”.

Para cambiar esto, se necesita una mirada a nivel social que elimine los juicios hacia las mujeres y los roles de género tradicionales. Para lograr aquello, según Carolina Franch, se debe seguir luchando desde el movimiento social de mujeres. “No hay que quedarse dormida sobre los laureles. El feminismo tiene que estar implicado en el desarraigo de la opresión hacia la sexualidad”, dice. Pero esta transformación socio-cultural no se generaría por sí sola: para que se haga efectiva, debe ir acompañada de políticas públicas que nos aseguren la posibilidad de experimentar la sexualidad de manera plena y segura.

Según las expertas, uno de los puntos clave en este tema sería la aprobación del plan de educación sexual integral. Aunque hubo un intento por incorporar esta temática en el sistema educativo, la Cámara de Diputados/as rechazó el 15 de octubre el proyecto de Ley que establecía normas generales en materia de educación sobre afectividad, sexualidad y género para los establecimientos educacionales.

“Seguimos siendo un país con ignorancia y desinformación. Lo que enseñan en los colegios es lo básico y lo relacionado con lo biológico del embarazo. Pero no se sabe de otras expresiones sexoafectivas o, incluso, de la prevención del VIH. Esas cosas quedan fuera del sistema educativo, entonces a nivel estructural siguen habiendo dificultades para que las mujeres conozcan su cuerpo y sexualidades”, afirma Hillary Hiner.

Otro de los puntos importantes para avanzar tiene que ver con la posibilidad de garantizar una vida libre de violencia sexual.

“Ese riesgo a ser vulneradas, que sigue existiendo, no permite que podamos ser libres respecto a este tema. Y es que la violencia es un asunto que conlleva a no conectar libremente con la sexualidad”, explica Nerea De Ugarte. “Estamos más expuestas solo por movernos en la calle y los espacios públicos aún son peligrosos solo por razón de sexo. Eso te marca que no somos tan libres”, indica Carolina Franch. Por eso, leyes como la 21.153, que sanciona el acoso sexual en lugares públicos, son pisos mínimos tan necesarios.