Cuando hablamos de la nutrición de un recién nacido, es inevitable que se nos venga a la cabeza pensar en la leche materna, el alimento por excelencia que entrega a las guaguas gran parte de los nutrientes esenciales para protegerse de enfermedades y crecer de manera saludable. Sus beneficios son tales, que las principales organizaciones de salud del mundo, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Academia Americana de Pediatría (AAP) y Unicef, recomiendan consumirla de manera exclusiva, al menos, durante los primeros seis meses de vida.
Sin embargo, pocas veces se habla de la leche materna en términos de su composición química. Y es que, como fluido bioactivo, contiene una amplia variedad de nutrientes, células vivas, enzimas y factores de crecimiento fundamentales para el desarrollo y cuyos anticuerpos permiten fortalecer el sistema inmune del niño o niña. Por su valor, incluso, hay investigadores que la consideran un tejido vivo gracias a su capacidad de adaptación a las necesidades del recién nacido, y modificarse de acuerdo a esos requerimientos.
Pero como todo fluido del cuerpo humano, su calidad no siempre es la misma: su complejidad y dinamismo hacen que cambie de persona a persona, de mujer a mujer. Es más, esa composición tiene el potencial de modificarse dentro del mismo día o en distintas etapas del período de lactancia. Entonces, ¿qué factores entran en juego al momento de evaluar el valor nutricional de la leche? ¿Qué hace que haya algunas de mejor calidad que otras?
La doctora en Ciencias Médicas y post doctorada en Afecciones Metabólicas en el Embarazo Susana Contreras, se ha dedicado a estudiar cómo la salud metabólica de las mujeres afecta la calidad de la leche materna y, a su vez, cómo esto puede influir en la salud de los recién nacidos. “En la literatura, se ha descrito que mujeres que tuvieron diabetes mellitus gestacional u obesidad durante el embarazo, tienen alteraciones significativas en la leche. Esto significa que este líquido está inflamado, tiene cambios en el material genético transmitido al bebé y alteraciones en las bacterias que transporta”, explica la académica de la Universidad San Sebastián.
Así, indica que uno de los factores más determinantes en cuanto a la calidad nutricional de la leche materna tiene que ver con el estado de salud basal de la mujer. Por ejemplo, -explica Susana- quienes tienen el colesterol alto, durante el embarazo y en el período de post parto, producen una leche más ‘oxidada’, lo que podría afectar al bebé en el largo plazo. “Nuestra hipótesis es que, a través de una alteración en la leche, se podría estar produciendo un desarrollo temprano de la enfermedad cardiovascular en el lactante. Esto considerando que el colesterol alto es un marcador que, en general, predice el desarrollo de esta patología”, sostiene.
Sin embargo, lo positivo es que como la leche materna es altamente sensible a los cambios internos y externos, si se mejoran estos indicadores de salud, este líquido -de manera rápida- tiene el potencial de evolucionar en términos de calidad. ¿Y cómo se puede hacer? Si bien para producir una modificación metabólica significativa se requiere de tiempo, lo primero que se puede intervenir y controlar es el cambio en la alimentación. “Es muy sencillo. Si una mamá está mal nutrida, su calidad de leche es menor y al revés. Nosotras utilizamos entre 500 y 800 calorías adicionales en el período de lactancia, porque hoy se sabe que la producción de leche es continua a lo largo del día. Entonces, esa energía es necesario obtenerla de la dieta. El cuerpo debe tener combustible para funcionar y si no lo tiene, va a sacar de las reservas”, explica la enfermera y asesora de lactancia, Paulina Campos, creadora de la cuenta de Instagram @bendita_lactancia.
Es por eso que Paulina dice que, para asegurar la calidad de la leche, lo principal es mantener hábitos saludables como hacer ejercicio y tener una pauta alimentaria que incorpore todos los grupos de macro y micronutrientes; además de considerar el uso de ciertos suplementos como el ácido fólico, el omega tres y el hierro. “Se recomienda comer cereales, verduras, lácteos, hortalizas, legumbres, huevos. Es decir, tenemos que alimentarnos con regularidad, pero con un poquito más de energía para restaurar esas reservas y disponer de ellas para producir leche, cubriendo nuestras necesidades nutricionales como madres”, dice Campos.
Además, apunta que una buena nutrición no solo nos permitirá generar una leche de mejor calidad, sino tener más energía para enfrentar las exigencias de la maternidad. “Si dormimos poco y además nos alimentamos mal, nuestro ánimo decae y empieza una cadena de cosas que nos van llevando cada vez más abajo. Porque hay cosas y factores en los que no vamos a poder influir, como en el sueño de la guagua; pero sí vamos a estar con un mejor ánimo y una mejor disposición para afrontar esos momentos”, dice.
En esa línea, desde la Universidad San Sebastián, cuenta Susana Contreras, están llevando adelante el proyecto “Por Una Mejor Leche” en conjunto al Hospital Sótero del Río, donde se ubica el único banco de leche materna del país. En él, se busca asesorar las decisiones alimentarias de las nodrizas mediante un acompañamiento integral con médicos, nutricionistas y psicólogos. “Vamos a medir todos los parámetros metabólicos de la mujer -glucosa y lípidos- al inicio y al final del proyecto para saber si esta intervención nutricional y educacional surtió efecto. Además, pretendemos generar un material para orientar a las participantes respecto de los alimentos que deben elegir de acuerdo a patologías específicas que presenten en el postparto. Es algo novedoso porque no existe a nivel estatal”, concluye la investigadora.