#LaFotoQueSubí: El hashtag que demuestra que a veces, lo que publicamos en redes sociales no tiene nada que ver con la realidad que vivimos

la foto que subi paula



Hace algunos días, un trending topic llamó la atención en Twitter. Se trata de #Lafotoquesubí, creado por la publicista de 32 años, Daniela Watson Ferrer, quien lo publicó a partir de una situación personal, pero que rápidamente fue tomando vuelo. La dinámica es simple: cuentas en los caracteres permitidos una situación o momento especialmente triste o traumático de tu vida, y a continuación pegas la foto que publicaste ese día en redes sociales, demostrando la disonancia que existe entre lo que mostramos y cómo nos sentimos.

Posts hay cientos, como el de @poppelina, quien escribió: “En septiembre de 2019 estaba teniendo crisis de angustia que me impedían comer y me tenían llorando todo el día. Ese día tenía ideación suicida y estaba terminando una relación. Para distraerme, me llevaron a Valpo. Pedí volver, con ataque de llanto, apenas llegamos”. Y lo acompaña con una selfie soleada al interior de un auto. Otra usuaria, @florenciapintot, compartió: “En esta foto estoy en el día del examen de grado, era feliz por estar flaca ya que sentía la aceptación de los demás, pero en realidad estaba deprimida, le había perdido el gusto a la comida y casi no dormía”. ¿En la foto? Celebrando y tomando de una botella de champaña.

Pero todo este fenómeno de redes sociales comenzó hace casi diez años, cuando Daniela Ferrer sintió como se le rompía el corazón. “En 2012, después de seis años de pololeo, mi pareja decidió irse a estudiar al extranjero. Nunca terminamos, siempre fue todo muy a su pinta, porque él era una persona egoísta y yo lo habilitaba. Cuando las cosas se pusieron tirantes por la distancia, fui yo la que terminó la relación, pero él me pidió que no lo dejara y me rogó que me fuera a vivir con él a Inglaterra. Como yo trabajo desde chica tenía mi plata, y me demoré un mes en tomar el avión”.

Estando allá, decidieron emprender un viaje de 20 días hacia Londres, donde vivían unos amigos de él. En la primera noche, Daniela encontró en el iPad que compartían una conversación entre su mejor amiga en Ingalerra y su pololo, en la que se decían que se amaban y dejaban más que claro que existía una relación. “Yo solo quería vomitar”, recuerda Daniela sobre ese momento, y sobre la decisión que tomó: “No sabía qué hacer, porque había depositado mi plata en su cuenta, estaba fuera de mi casa, en una situación de dependencia terrible. Pensé, me quedan 20 días acá, así que me voy a hacer la loca y seguí el viaje, nunca le dije”.

Durante ese viaje armó un verdadero álbum de fotos que compartía en redes sociales, donde se veía feliz –aunque con los ojos hinchados– posando frente a distintos lugares icónicos de Europa, dando cuenta de una aventura de ensueño.

Hoy Daniela tiene una relación estable y sana y sigue terapia. Fue con su pololo actual y su psicóloga con quien conversó por primera vez sobre aprender a perdonar a la “cabra chica” que había sido diez años atrás. Y fue a partir de esas conversaciones, que publicó en redes sociales un manifiesto de “perdón a mi misma”. Muchas personas que la habían conocido en aquella época en que viajó se sorprendieron, y no entendían cómo no habían notado nada de lo que realmente estaba viviendo. “Me di cuenta de que era imposible que supieran, si yo mostré un álbum de viajes precioso, con destinos increíbles. Ahora pienso que es muy tóxico haber contado esa historia de éxito, ¿a cuántas personas les habré hecho daño cuando se compararon con mis fotos?”, se pregunta.

“La foto que subí partió como un ejercicio de perdón, pero mucha gente se atrevió a pensar lo que posó versus lo que sentía. Jamás pensé que a alguien le iba a interesar la iniciativa”, reconoce, y agrega que se sorprendió, e incluso asustó, por la magnitud que alcanzó el hashtag, que trascendió a Twitter y llegó también a Instagram. “Tuve conversaciones en paralelo con personas que me escribieron, a partir de esto”, cuenta. “Rescato una conversación con una amiga, que es mayor que yo, que me dijo que ella cree que este es un problema generacional, porque nunca ha sentido la necesidad de posar para nadie en redes. Pero otras amigas sí se han sentido mal por lo que otros han publicado”.

Las redes sociales cumplen el rol de compartir, y de hacernos sentir que estamos más cerca de los demás, aunque muchas veces esa sensación no es más que un espejismo, porque ¿qué sabemos realmente de la persona que está publicando? Y ¿por qué insistimos en mostrar solo lo bueno que nos pasa? Muchas personas creen que mostrando el “lado B” los van a criticar por “estar dando pena”, o por exagerar o ser negativos, pero si lo pensamos de forma más amplia, ¿cuántas personas no se sentirán comprendidas, o parte de algo mayor, si ven que aquello que sienten también lo sienten otros?

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