“Siempre he tenido varios grupos distintos de amistades, pero las amigas cercanas, con los años, se han ido reduciendo cada vez más. Es curioso cómo la madurez va alineada a las amistades y el paso del tiempo. A los veinte años tenía muchas amigas, para salir principalmente. Hoy tengo pocas, pero valen por mil. Estas pocas mujeres me nutren de puntos de vistas que me importan, donde siento este apoyo real de que, si una no está bien, están ahí, aunque sea con un mensaje de whatsapp, acompañando. Podemos ser muy distintas, incluso pueden haber cosas que te molesten de alguna, pero ya pasan a ser como con las hermanas, las quieres así, son parte de tu familia.

Desde que comenzó la pandemia, y frente a todos los temas que se vinieron encima por la cuarentena, aquellas amigas que me quedan cobraron aún más importancia. Antes del Covid nos juntábamos de vez en cuando, para ponernos al día, risas, recuerdos, lo típico que se comparte en esos momentos, pero desde la pandemia la necesidad de vernos, compartir nuestras realidades, emociones, y apoyarnos se volvió fundamental. Nos tuvimos incondicionalemente como apoyo mutuo durante esos años duros: si una tenía una necesidad de ser escuchada, o estaba más afligida, no importaba el resto; de manera inconsciente nos prestábamos al 100% para esa contención.

Hay una amistad en particular que diría es la más importantes. Soy una persona que le cuesta abrirse con los sentimientos o problemas más profundos, pero esta amiga logra hacerme sentir cómoda, donde puedo soltar, sin filtro y sin vergüenza a ser cuestionada o juzgada, donde muchas veces sin entender yo misma lo que me pasa, sus conversaciones me ayudan a ir conectando con esas emociones, casi como si ella fuera un espejo. Nos conocemos hace tanto tiempo, que puedo contarle cosas incómodas, secretas, y sé que su amistad es sincera, sin juicios, que escucha y no aconseja desde su punto de vista o lo que ella haría, sino que pensando en mí. En mi bienestar. Esa amistad es la que quiero celebrar. Mujeres que se apañan, donde no hay envidia, donde no está el hablar mal por la espalda, donde se te aprieta la guata si a esa persona le va mal, o donde lloras de emoción por sus logros o vibras por su felicidad. Mujeres que apoyan mujeres, amigas sinceras, leales.

Siento que hay poco reconocimiento a las amigas hoy en día, donde a veces damos por sentado que están ahí, pero cuando realmente vemos la importancia que tienen, el saber que es un apoyo incondicional, que es como otra relación donde compartimos cosas que no hacemos con ninguna otra persona, le tomo el peso; sin estas amigas, qué sola me sentiría. No las veo tanto como quisiera, el ritmo de vida está muy rápido con niños, trabajo, casa, etc. Pero cuando logramos alinear los planetas y se abre un espacio en las apretadas agendas, cada minuto cuenta y no queremos que se acabe. Esas horas pasan a ser una especie de Happy Hour-Terapia. Con abrazos o cariños en el brazo. Con la talla para que, dentro de lo malo, siempre haya risa. Donde corren lágrimas buenas y malas. Hoy quiero reconocer a estas amigas. Pedacitos que forman parte de mi puzzle. Que me entregan energía. Que me complementan. Que son parte fundamental hoy. Y que espero tenerlas por siempre”.

Andrea es psicóloga y tiene 38 años.