A pesar de que probablemente todos han escuchado más de una vez la advertencia de no hablar con extraños que viene inmersa desde tiempos inmemoriales en casi todos los cuentos infantiles, parece que hay un atractivo inherente a la idea de conversar con alguien que no conocemos que seduce sobre todo durante la pubertad y adolescencia. Y es que no solo los personajes de los cuentos de fantasía como Caperucita Roja o Blanca Nieves hicieron caso omiso al consejo de los mayores que les advirtieron del riesgo de confiar en gente que no conocían, sino que miles de jóvenes en todo el mundo lo hacen día a día a través de un entorno que muchas veces pareciera ser seguro porque no implica un contacto físico con quienes nunca antes hemos visto: el mundo virtual.
Omegle es una de las plataformas web que permiten este tipo contacto con desconocidos y, si bien existe hace casi una década, su uso se ha disparado durante la pandemia. De acuerdo con datos de Google Trends, las búsquedas de Omegle en el sitio aumentaron exponencialmente a partir de la segunda quincena de marzo cuando inició la cuarentena a nivel global. Pareciera ser que la idea de entablar una conversación con un extraño en tiempos de distanciamiento social es un panorama atractivo para el público joven a quien está dirigida la aplicación, la que permite chatear con un extraño seleccionado de forma aleatoria por el sitio, sin necesidad de registrarse o si quiera elegir un nombre o seudónimo. Omegle simplemente asigna un compañero de chat room que será denominado Desconocido o incluso Desconocido 1 si se selecciona el modo espía en el que puedes observar la interacción de otro par de participantes sin intervenir. Para acceder al sitio, el único requisito es ser mayor de 13 años y los menores de 18 deben contar con autorización parental, según la información publicada en la web. Pero no existe ningún tipo de control para que estos parámetros se cumplan.
Camila Fuentes es psicóloga clínica especialista en adolescencia y explica que para entender por qué durante este periodo del desarrollo de la persona resulta tan atractiva la idea de interactuar con desconocidos, debemos salirnos de la conducta de riesgo y entender cómo opera el cerebro adolescente. “Si solo consideramos las conductas de riesgo, estas pueden ser entendidas como una expresión de que el adolescente procesa la información a nivel cerebral de forma distinta que un adulto”, explica. La terapeuta aclara que incluso dentro de esta etapa de la vida existen diferencias, y que no es lo mismo un adolescente de 13 años, que uno de 16. “Si pudiésemos observar cómo usan los jóvenes su cerebro, veríamos que en la adolescencia utilizan más la amígdala que el lóbulo frontal para procesar información y esto marca una diferencia en su comportamiento porque la regulación de las emociones, el manejo de ellas y el control de impulsos, previendo las consecuencias de sus actos, es mucho menos elaborada cuando se hace a través de la amígdala y no del lóbulo frontal”, explica Camila.
Si bien la idea de chatear con un desconocido no es nueva –en el 2010 la plataforma Chatroulette, cuyo uso se ha triplicado durante la pandemia, se ganó reconocimiento mundial por ser una de las primeras en ofrecer este tipo de servicios a través de video– los peligros a los que se exponen los usuarios parecieran aumentar a medida que disminuye la edad de los participantes. Hay situaciones concretas de riesgo a las que se exponen los adolescentes cuando acceden a este tipo de plataformas y que según Camila Fuentes tienen que ver precisamente con la falta de control que pueden ejercer sobre el entorno virtual en el que se encuentran con un desconocido. “Pueden verse llevados a situaciones en las que no se sienten cómodos con lo que ven o con lo que se les pide hacer”, dice. La psicóloga agrega que, así como es importante que los adolescentes aprendan respetar a otros, también es clave que durante su desarrollo aprendan a ejercer respeto por sí mismos. “Que sepan que no necesitan estar en situaciones en las que no están involucrados sus propios límites o valores”, comenta. “Y para ello es necesario conversar de estos temas y mostrarles cómo establecer relaciones sanas con otros que no solo impliquen el uso de redes sociales”, agrega.
La psicóloga aclara que aún cuando es esperable que un adolescente quiera relacionarse con otros jóvenes –conocidos o no– de su entorno cercano o de otras partes del mundo, es importante que los padres sepan quiénes son esas personas y que estén enterados de cómo operan las redes en las que se comunican sus hijos. “Es normal que los adolescentes busquen socializar, que busquen vincularse con otros adolescentes, pero lo importante es que exista una supervisión parental positiva que permita a los padres hablar sobre los estos temas para poder guiar a los adolescentes de forma adecuada”, explica.
“Los papás tienen que saber cuál es el uso que se le está dando a una red social aún cuando no sea el uso oficial. Es importante para poder supervisar sin prohibir”, agrega. Porque según explica la terapeuta, precisamente en la forma diferente que tienen los adolescentes de procesar la información a nivel cerebral durante esta etapa del desarrollo, radica la dificultad que tienen muchos padres de hacerles ver los peligros que revisten ciertas conductas. En ese contexto la prohibición no es la mejor aliada y la alternativa es guiarlos y dejar que continúen su desarrollo. “En la medida que vamos creciendo se va desarrollando el área cognitiva y empezamos a darnos cuenta de las consecuencias de este tipo de conductas lo que hace que vayan perdiendo ese atractivo”, explica Camila.