Demostrar constantemente que son capaces. Exigir respeto. Alzar la voz para ser escuchadas. Tener acceso a las mismas oportunidades que el resto.

Los desafíos que viven las mujeres en el mundo de la Construcción no se diferencias tanto de los que experimentan el resto de las mujeres trabajadoras. Pero en esta industria históricamente masculinizada, estas luchas adquieren un matiz particular.

A pesar de que la participación femenina ha experimentado un aumento importante en los últimos años, la Construcción sigue siendo un terreno dominado por los hombres. Y si se examina de cerca las cifras, se hace evidente la persistente brecha de equidad de género en este sector.

Entre 2014 y 2016, la presencia de mujeres aumentó en un 38%, un avance significativo. Sin embargo, las mujeres continúan representando apenas un 6,3% de la fuerza laboral en esta industria.

Estas disparidades se hacen notar en diversos niveles. Por ejemplo, en los directorios de las empresas relacionadas con la Construcción, la participación de mujeres apenas alcanza un 9,7%.

Un estudio liderado por el Observatorio de Gestión de Personas de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile –iniciado en agosto y que tiene previsto concluir en noviembre– busca indagar en las raíces de esta problemática y dar luz sobre qué tipo de iniciativas pueden entregar soluciones certeras.

Hay varios países que han logrado ir deshaciéndose de estas barreras. Las experiencias de México y España, que han logrado avances significativos en la inclusión de mujeres en la Construcción, sirven como ejemplos palpables de que se pueden adoptar medidas para modificar la histórica percepción de que la construcción es un ámbito exclusivamente masculino.

Las barreras culturales

Una de las participantes del estudio es Patricia, de 56 años. Desde su experiencia como jefa de proyectos en distintas regiones del país, ha podido recolectar anécdotas que ilustran las dificultades a las que se tienen que enfrentar las mujeres que trabajan en esta industria.

“Hay que tener paciencia. Demostrar que eres capaz, con entregas perfectas y generalmente, con un mínimo de apoyo”, cuenta. “Por varios años estuve a cargo de proyectos y mi jefatura directa no se dirigía a mí, se acercaba a otro para hacerle consultas”, agrega.

“Te hablan con diminutivos. Te preguntan: ‘¿cómo no va a tener a alguien por ahí para que no tenga que trabajar’. Si estás seria, dicen: ‘ya andas enojada’. Si sonríes, que eres ‘buena pal webeo’, cuando lo cierto es que haces lo que te gusta y lo lógico es ser feliz”, dice.

Te hablan con diminutivos. Te preguntan: ‘¿cómo no va a tener a alguien por ahí para que no tenga que trabajar’.

La experiencia de Patricia suele replicarse en las historias de otras mujeres que trabajan en Construcción ya que, una de las barreras más significativas a las que se enfrentan son los estereotipos de género arraigados en la industria.

Con frecuencia, cuando las mujeres buscan empleos en este campo, se les asignan roles de limpieza o asistencia en lugar de tareas técnicas. Son entrenadas, por ejemplo, para hacer labores de aseo o de soporte en alimentación.

“En las obras, ellas hacen labores de limpieza, mientras que los hombres hacen gasfitería, pintan y hacen otro tipo de acciones más técnicas. Eso genera que ellas ganen mucho menos que los hombres. Tampoco se condice con el trabajo que hacen, que es mayor”, explica Carla Rojas, académica del Departamento de Administración de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y quien lidera el estudio.

Esto también le sucede a quienes ejercen roles más profesionales, como las ingenieras en construcción o ingenieras civiles. Según algunos de los testimonios que se han recogido para el estudio, muchas de ellas aseguran haber sido consideradas en áreas administrativas o consultorías. “No las dejan específicamente en terreno. Les dicen que, como son sectores masculinizados,  es mejor que estén en la oficina”, dice Rojas.

Esta distribución desigual de labores no solo perpetúa la disparidad salarial, sino que también subestima las capacidades y habilidades de las mujeres en esta área. Se les restringe, a su vez, un desarrollo profesional equitativo.

“Es muy común ver a mujeres en las oficinas técnicas porque son muy ordenadas. Pero los puestos de liderazgo no son alcanzables para ellas y el ingreso se estanca por años”, explica Claudia Petit, presidenta de Mujeres en Construcción (MUCC).

Uno de los grandes mitos que persisten en este entorno es la noción de que las mujeres no son capaces de lidiar con el trabajo físico más demandante que implica este sector.

Esta creencia, muy arraigada en estos ambientes laborales, persiste a pesar de que la legislación actual establece restricciones en la carga que los trabajadores puedan operar, independiente de su género.

La ley no permite que los hombres carguen con más de 25 kilos, y en el caso de las mujeres, no pueden cargar más de 20 kilos. “Mientras más evolucione el mundo del trabajo, ese peso va a ir disminuyendo. También por la automatización de ciertos procesos y maquinarias.  Las diferencias físicas que pudiesen presentarse son muy insignificativas para cómo se hace hoy la operación técnica”, dice Rojas.

Otro hallazgo en el que se pretende profundizar es cómo los estereotipos se fuerzan a través de la educación. La propagación de estos prejuicios comienza desde una edad temprana y se refuerza en los centros de formación técnica y en las escuelas, donde muchas veces no se les ofrecen estas alternativas a las mujeres.

Fortalezas

Existen varios estudios que comprueban que aumentar la participación femenina beneficia a la industria, explica Rojas. Primero, cuando hay mujeres en estos espacios laborales, se disminuye el riesgo.

“Tienen más cuidado con los riesgos que asumen. En el área de la Construcción o Minería, donde un error puede ser muy grave para las personas que trabajan ahí, es un gran aporte”, explica.

Pero también, está comprobado que el clima laboral y la cultura organizacional se vuelve más inclusiva.

“Cuando se incorpora a la mujer al mundo del trabajo se empiezan a cuestionar las jornadas y las condiciones higiénicas. Las empresas más diversas tienen más productividad y mayor retorno de la inversión, más ganancia”, añade.