Las brujas de la era digital
En la actualidad, el número exacto de brujas en el mundo es difícil de estimar porque las encuestas y censos que abordan la diversidad religiosa no incluyen preguntas dirigidas a identificar grupos minoritarios. Esta escasez de cifras y estadísticas se replica en todo el mundo a pesar que Wicca es una religión que cuenta con reconocimiento en diversos países como Inglaterra, Estados Unidos e incluso Chile.
Decrépitas y aterradoras o atractivas y vanidosas, las brujas han sido históricamente un personaje infaltable en relatos de fantasía. Caracterizadas de muchas maneras en la ficción —como la mala del cuento, la bruja blanca que resuelve conflictos o la bruja adolescente que combina la magia con el diario vivir—, todas comparten un interés por lo oculto con una serie de habilidades especiales que les permiten intervenir la naturaleza y a las personas. Y, si bien las brujas de la ficción suelen ser muy fáciles de reconocer con sus túnicas negras, sombreros de punta y varitas mágicas, en la vida real, encontrarse con una bruja es probable pero llegar a identificarla puede ser difícil.
Alejandra Farías (47) es abogado, estudiante de psicología y se ha formado como terapeuta en distintas disciplinas de medicina complementaria. Además, es bruja y sacerdotisa de Wicca, una forma de paganismo moderno que se conformó como religión a mediados del s.XX en Inglaterra. A pesar de haber conocido el mundo de las brujas y la magia desde muy pequeña, gracias a la influencia de su abuela materna, a primera vista nada haría sospechar que Alejandra es una bruja. Sobre todo si consideramos el estereotipo de la hechicera de cuentos o películas. Como ella, miles de mujeres en la actualidad mantienen una práctica mágica y religiosa como brujas que compatibilizan con su rol en lo profesional y lo personal, como mamás, hijas y hermanas. Porque las brujas de hoy no son como nos han contado.
La brujería como concepto moderno es una práctica que combina antiguas tradiciones paganas con elementos esotéricos contemporáneos, la conexión con la naturaleza, el poder de los decretos y la intención. Además, las brujas contemporáneas se congregan en torno comunidades digitales y plataformas que les permiten conectarse con otras seguidoras de la magia y el mundo esotérico. El sistema de creencias del Wicca celebra la divinidad tanto femenina como masculina y gira en torno a un conjunto de rituales y prácticas que se alinean con las distintas estaciones del año y las fases del sol. Además, por lo general, las brujas mantienen una conexión muy cercana con la naturaleza y el entorno porque conciben todo lo que las rodea como parte de una misma fuente creadora. Uno de los principios fundamentales de la religión wiccana —o Wiccan Rede— plantea que todos los seres están conformados por la misma energía y, por eso, lo que una bruja haga a otros, se devolverá sobre sí misma como una retribución kármica universal.
Para Alejandra, quién además fundó la Escuela de Magia Natural Wiccana en Chile para la formación de nuevas brujas y brujos, el respeto por los demás y, sobre todo por la naturaleza, es una de las convicciones wiccanas que más impactan su día a día. “El respeto por la naturaleza y todo lo que me rodea es muy importante”, comenta Alejandra. “Una bruja wiccana jamás va a matar ni romper una planta para hacer un hechizo sin tamizarla o pedirle permiso y hacer todo un ritual para poder realizar un hechizo”. La sacerdotisa wiccana cuenta que, para la mayoría de las brujas de su denominación, la práctica religiosa diaria consiste en mantener un altar con representaciones del dios y la diosa, los 5 elementos de la naturaleza, objetos rituales como la varita, el pentáculo y el caldero. También, el altar de una bruja puede incluir elementos de otras religiones dependiendo de la rama de Wicca a la que esté afiliada. En el caso de la Escuela de Magia Natural Wiccana —una de las más grandes de Latinoamérica según su fundadora y con más de 8 años de trayectoria—, la vertiente wiccana que se enseña es ecléctica por lo que, las brujas suelen incorporar deidades o personajes de otros cultos que tengan importancia para cada una.
En la actualidad, el número exacto de brujas en el mundo es difícil de estimar porque las encuestas y censos que abordan la diversidad religiosa no incluyen preguntas dirigidas a identificar grupos minoritarios. Esta escasez de cifras y estadísticas se replica en todo el mundo a pesar que Wicca es una religión que cuenta con reconocimiento en diversos países como Inglaterra, Estados Unidos e incluso Chile. A pesar de que existen pocos antecedentes sobre la población wiccana, distintos especialistas que han dedicado sus carreras a la investigación de las comunidades de brujas y sus prácticas —entre ellos la socióloga norteamericana Helen A. Berger—, han observado que se trata de un grupo de la sociedad que cada vez gana más adeptos. Pero, a pesar del crecimiento y la popularidad que ha tenido el movimiento en los últimos años —sobre todo gracias a la convocatoria en redes sociales y plataformas digitales— ser bruja no está libre de prejuicios y estigmas.
Si bien hoy identificarse como bruja no tiene las mismas implicancias que en el pasado, las mujeres que creen en la magia y los hechizos son todavía víctimas de censura. Desde la persecución que vivió la comunidad durante la era de la Inquisición, pasando por la acusación y enjuiciamiento de brujas durante los juicios de Salem en el s. XVII, históricamente las brujas han cargado con prejuicios que subsisten todavía. Una bruja es un término poco específico y que suele abarcar mucho: algunas brujas son wiccanas, otras no se identifican con una religión. Algunas siguen una práctica personal y otras comunitaria conviviendo con otras brujas en agrupaciones conocidas como aquelarres y covens.
Alejandra Farías explica que con los avances del movimiento feminista, el panorama para las seguidoras de Wicca y las brujas en general ha cambiado y hoy la sociedad está más abierta a conocer la versión real del personaje de cuentos. Sin embargo, Alejandra explica que todavía prevalece en muchos la noción de la bruja como un personaje maligno, asociado a prácticas satánicas y al ocultismo. “La gente no sabe que en Wicca somos cofradías secretas para protegernos. Todavía hay un cuestionamiento muy grande hacia nosotros”. Lo que todavía es difícil de asimilar para muchas personas es que la realidad de una bruja contemporánea es, en muchos aspectos, similar a la de otras mujeres pero que, además de ser madres, estudiantes, amigas o profesionales, incorporan la magia en sus vidas. A través de prácticas esotéricas, conjuros de protección, hechizos de sanación y el culto a la naturaleza y la feminidad en los distintos sabbat wiccanos que celebran los ciclos del sol y las estaciones del año.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.