Paula 1187, Especial Navidad. Sábado 21 de noviembre de 2015.

Casi no tiene canas. Solo algunas en una barba que estrenó al salir del gobierno de Piñera, así que no hay grandes diferencias con el día en que entró en marzo de 2010, como flamante ministro del Interior. El poder no parece haber envejecido a Rodrigo Hinzpeter, que acaba de cumplir 50 años.

–Es que las heridas van por dentro–, dice hoy, sentado en su sala de reuniones de fiscal de Quiñenco, el holding del grupo Luksic en Enrique Foster y Apoquindo. Trabaja en el piso 16 a pocos metros de Andrónico Luksic, quien quizás ha vivido uno de los años más difíciles de su gestión tras el estallido del caso Caval. Para Hinzpeter es un pequeño vendaval al lado de las tormentas que vivió en Teatinos, como el caso Bombas y las marchas estudiantiles.

Cuando llegó a La Moneda era el lugarteniente de Sebastián Piñera, que venía del ala liberal de Renovación Nacional y era una de las caras frescas de su sector. Era la imagen de la "nueva derecha" que él promovió con fuerza. Cuando salió de Interior a Defensa, en noviembre de 2012, lo habían tildado de sheriff, de duro, de totalitario, y los vendedores ambulantes vendían su máscara junto a la del general Pinochet en el Paseo Ahumada.

Y en el frente privado, una separación tras casi 20 años de matrimonio y tres hijos.

–Obviamente que el paso por el poder envejece. Pero las heridas que yo más siento son las internas –repite–. Cicatrices de sufrimientos que quedan. Porque fueron cuatro años muy duros, de muchas insatisfacciones. Pero ni por un segundo me he arrepentido de haber hecho lo que hice. Para mí el periodo de gobierno fue una experiencia extraordinaria y modestamente espero haber hecho mi aporte al país.

¿Y por qué entonces no estás trabajando en esa nueva derecha que planteaste?

Por una razón muy simple. Cuando terminó el gobierno tomé una decisión, que fue desvincularme de la política activa y partidista, y dedicarme al ejercicio de mi profesión. Y estoy ciento por ciento cumpliéndolo.

¿Esa decisión es irreversible? Nadie la cree mucho.

Esa decisión es irreversible. Irreversible.

Es como un suicidio político. ¿Por qué tan drástico?

No es un suicidio político. Es una decisión que tiene que ver con mi propia vida. Uno tiene entre los 20 y los 70 años la capacidad de desarrollar realmente un proyecto de vida. Son 50 años si uno pudiera definir un tiempo útil. Me dediqué a la política desde los 20 hasta los 45 años. Veinticinco años en que mi vida estuvo comprometida con la política y culminó con una presencia activísima en un periodo completo de gobierno. Pero llegó un momento en que decidí escuchar mi carácter, mi estructura emocional, mi inquietud intelectual, casi todo ello se reveló como incompatible con la política. Tengo debilidades, sensibilidades, deseos que la política azotó con demasiada fuerza pero, lo más esencial, es que no sentí que esos aspectos tan importantes pudieran realizarse en la política.

"Creo que es masoquista pretender culpar a mi paso por el gobierno por el término de mi matrimonio. Y, además, es bastante inútil pretender descubrirlo".

¿Eso lo descubriste cuando estabas en La Moneda?

Sí. Tengo una forma de ser, de arrimarme a mis convicciones; y las deslealtades, las traiciones y las inconsistencias me producen dolor y angustia. Y, por lo tanto, es súper honesto en algún momento plantearse si es que la estructura de carácter de uno es compatible con una actividad donde ese tipo de conductas son cotidianas, respetando las excepciones que existen, naturalmente. Y a mí me causaban mucha pena, dolor, el sentir que uno estaba tratando de hacer las cosas bien y a veces venía una crítica que no tenía nada que ver con los propósitos que uno buscaba, sino que era oportunista.

Al final, entonces, no tenías el cuero tan duro para ser político.

No quiero decir que los demás sí lo tienen. Es mi forma de sentir la deslealtad, la agresión, la incoherencia, la ausencia total a veces de reflexión intelectual, la poca disposición a tratar de comprender las ideas del otro. Eso me llevó a tomar una decisión irreversible, pero sobre la base que mi participación en política no fue corta o episódica. ¡Fueron 25 años! Y no fueron 25 años fáciles y los últimos cuatro particularmente difíciles. Hoy estoy dedicado a trabajar en algo que me apasiona, me realizo mucho ejerciendo como abogado y lo estoy disfrutando.

¿Qué harás si Piñera te pide ayuda en una eventual campaña presidencial?

He conversado mucho con el ex Presidente Piñera y todo esto que estamos conversando de alguna otra forma también lo he conversado con él. No sé qué va a hacer él, no me lo ha dicho y tampoco creo que lo tenga resuelto, pero sinceramente no estoy hoy en disposición de participar en política activa y eso también comprende no participar en una campaña. Y no hay personas insustituibles y, si uno deja de hacer algo, otro lo hace y listo.

¿No haces algún mea culpa por haber sufrido mareo de altura? Alguna gente dijo que te pusiste soberbio en el primer tiempo en Interior.

Primera vez que escucho eso. Nunca nadie me había mencionado esa expresión, que es detestable. No soy ni jamás he sido soberbio.

¿En qué momento de tu paso por el gobierno decidiste que la política se estaba terminando para ti?

La salida de Interior refleja casi el ciento por ciento de la decisión. Durante mi paso por Defensa se consolidó.

Pero no era lo que tenías pensado para tu vida política cuando llegaste a La Moneda como el hombre fuerte de Piñera y se te auguraba un futuro esplendor.

No sé si tan esplendoroso –sonríe–. La política es así, cambiante. Mucha gente planteaba, incluso, posibilidades de candidaturas presidenciales y qué sé yo. Y siempre dije que no estaba en mis planes ni tenía el carácter para ser candidato presidencial. Y, como a los políticos en esas materias no les creen, lo único que contesté fue: "espero que el tiempo me dé la posibilidad de demostrar que estoy siendo honesto". Y creo que el tiempo me la ha dado.

Pero quizás si hubiera tenido una gestión con una gran aprobación, no estaríamos hablando de tu retiro.

Mi popularidad me hubiera permitido salir elegido senador probablemente en cualquier circunscripción.

¿Entonces, por qué dejaste que esto te truncara la carrera política?

Es que no me la truncó. Fue una decisión consciente por algo que consideré más importante: mi tranquilidad personal. Tengo 50 años. En el esquema que hemos definido tengo 20 años por delante y quiero esos 20 años hacer lo que me gusta. En el último tiempo, en que he tenido más capacidad de reflexión, he pensado cuáles son los verdaderos y fundamentales deberes de una persona. Y he logrado definir que no son más de cuatro. El primero es hacer bien el trabajo de uno. El segundo es cumplir con amor sus obligaciones de familia. El tercero es cuidarse. Y el cuarto es tratar de ser feliz. Cumplir bien el trabajo es un deber moral. Cumplir sus deberes de familia, que comprenden naturalmente los de padre, pero también los de hijo, los de pareja y también los con la gente que uno quiere.

¿Y haberte separado es un fracaso entonces?

El término de un matrimonio es un fracaso. Es el fracaso de un proyecto y yo creo mucho en el matrimonio, en la vida bajo ese concepto. Pero también es cierto que hay momentos en que, por circunstancias que nadie quiere, los matrimonios se terminan. Yo tuve la suerte, entre comillas, de tener una separación en que no hubo terceras personas involucradas, que fue conversada con mi ex señora y ha sido posible llevar una post separación en muy buenos términos. Converso con ella todos los días prácticamente y nos ligan tres hijos que son lo más importante para ambos. La responsabilidades con mis hijos las sigo cumpliendo como padre y he procurado explicarles que en nada cambia mi rol el hecho de no estar hoy casado con la mamá de ellos.

¿La política también tuvo que ver en tu separación?

No sé. A lo mejor si yo hubiera estado cesante también me hubiera separado. Cuando uno enfrenta momentos difíciles las parejas a veces se rompen o a veces se afiatan y esos momentos pueden ser por tener mucho trabajo o por no tenerlo, etc. Entonces es imposible decir si eso influyó y creo que es masoquista pretender culpar a mi paso por el gobierno por el término de mi matrimonio. Y, además, es bastante inútil pretender descubrirlo.

Siendo hijo de padres separados, ¿te perdonaste más o lo hizo más difícil?

Uno logra entender más al padre. Recuerdo incomprensiones que tenía respecto de mi papá cuando él se separó y frases que le dije a veces las escucho hoy de mis hijos. Y entre que me río y me da pena, porque la vida me ha dado, como se dice en inglés, in your face. Es como que la vida se ha encargado de demostrarme algunas cosas. Ahora, como sí sé lo que yo sufrí, tengo más empatía para conocer las angustias, necesidades y temores de mis hijos.

¿Te volverías a casar?

No creo que me volvería a casar, pero sí feliz un acuerdo de vida en pareja (sonríe).

Un AUC.

Sí, ¿así se llamó al final?

No eres para estar solo.

No. Estoy actualmente con Juanita Vial, ella es mi novia, polola, siempre me ha costado encontrar el término. Polola es demasiado juvenil, novia se usa cuando se ha formalizado un proyecto de matrimonio, pero sí, estoy acompañado… una forma muy siútica y conservadora de decirlo, pero sí estoy acompañado. No me volvería a casar en términos de matrimonio, pero volvería a tener una convivencia, feliz.

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SIN CULPAS

Tenemos un deber de cuidarnos espiritual y físicamente –dice de su tercer pilar–. Cuidarse a partir de cierta edad es, además, completamente indelegable.

¿Cómo te cuidas ahora?

Primero, me cuido espiritualmente estando con la gente que me gusta estar, no cumpliendo obligaciones sociales que me estresan o aburren, haciendo lo que me gusta, como leer y estar tranquilo. Estar en paz, equilibrado, desatarse de tanto compromiso. Y eso curiosamente supone tomar conciencia de cuáles son las cosas que agreden nuestra alma y eso supone un esfuerzo, una reflexión que conduce a abandonar ciertas rutinas y a abrazar otras que nos hacen más felices o nos dan más plenitud. No nos resulta natural a los seres humanos disfrutar de las cosas sencillas. Yo me he dado cuenta que lo que me gusta es el mar y no los lagos, por ejemplo. Que me gustan los ríos. Que me gustan los cerros, pero no escalar una montaña. Prefiero caminar por los faldeos que hacer cumbre, por decirlo de algún modo. He resuelto, sin egoísmo, hacer lo que me gusta.

¿Es una lección que sacaste del fracaso?

Al contrario, es la lección del éxito. El éxito es descubrir lo que es de uno. Y a veces se demora, no es fácil y a veces para descubrirlo hay que pasar por fracasos o por situaciones difíciles. Pero cuando uno logra aprender de ellas, es un éxito.

Eras una persona muy observante de tu religión. ¿Sigues así?

No. He perdido cercanía con la religión, no completamente, pero son los procesos lógicos de las personas racionales a las cuales nos cuesta construir un vínculo con la fe. Para tener fe hay que tener el don de la fe o no hay que hacerse ninguna pregunta. Y no estoy en ninguno de los dos lados. Mi aproximación a la religión fue más intelectual, porque me interesa conocer. Tengo mucho orgullo de pertenecer al pueblo judío y hay una tradición y reflexión de muchas personas eruditas que para mí fueron generando un interés intelectual que me fue llevando a una cercanía religiosa que, como digo, en este momento no tiene la intensidad que ha tenido en otros periodos.

¿Por su situación personal, además?

El divorcio está permitido en la religión judía. Respecto de eso es acogedora, pero no se trata de eso. Tengo la impresión de que en algún momento sentí que la religión judía me estaba generando mucha culpa. Y, como estaba en el proceso de cuidarme, que es el tercer pilar de esta especie de invención autóctona mía –se ríe– que es una pequeña guía para mí y para nadie más, bueno, lo que me genera culpa me genera incomodidad y entonces redimensioné su interferencia en mi vida.

"Es probable que empiece a ir a terapia. Estoy en un momento en que quizás, si tuviéramos que hacer una analogía para la construcción de una casa, creo que para las terminaciones voy a necesitar una mano más fina".

La culpa estaba molestando.

Me imponía obligaciones de cumplimiento formal que, hoy por hoy, no estoy dispuesto a aceptar. Todo esto son procesos que uno los va pensando, todas las decisiones tienen un costo, pero finalmente cuando las tomas ganas tranquilidad y libertad. Y entonces pasamos al cuarto punto que es tratar… (lo dice fuerte) de ser feliz. Porque tengo una convicción que es que el estado de felicidad jamás puede ser permanente. En estos 50 años que hemos definido como la vida adulta hasta la vejez, uno no es feliz siempre. Acumuladamente serán cuatro, cinco, siete años de felicidad si uno pudiera medirlo. Por eso tratar de ser feliz es una lucha, un desafío. Además, tengo una sensibilidad grande y las cosas me afectan. Pero así como tengo la suerte de no quedarme pegado en las penas –lo que ha hecho probablemente que nunca haya tenido una depresión–, tengo la desgracia de disfrutar poco las felicidades. Y lo que tengo que tratar de hacer es salir más rápido de las penas y permanecer más tiempo en las felicidades. Y eso estoy tratando de hacer.

¿Y te está resultando?

Todavía queda la culpa, queda la pena, queda la nostalgia… Eso que Pezoa llama "el desasosiego" o que Woody Allen llama "cronic dissatisfaction".

Pero la incomodidad es la que mueve a hacer cosas.

Es cierto, pero tampoco puede ser un estado permanente y uno tiene que buscar ser feliz, tranquilo, es una felicidad de mucha paz, no una felicidad hiperactiva o de adrenalina la que me interesa buscar. Porque si es feliz va a tener mayor disposición a cuidarse, va a cumplir mejor sus obligaciones familiares y va a hacer mejor su trabajo. En eso he estado.

¿Y en este ajuste de vida estás yendo a terapia?

Es probable que empiece a ir a terapia. Estoy en un momento en que quizás, si tuviéramos que hacer una analogía para la construcción de una casa, creo que para las terminaciones voy a necesitar una mano más fina.

Me imagino que también ha habido que hacer duelos. ¿Dejar la política lo fue?

Dejar la política fue un duelo porque también dejé muchos afectos, muchos amigos. Dejé mucho tiempo y esfuerzo. Y también dejé un proyecto, un gobierno que sinceramente creo que hizo las cosas bien. Pero duelo es una palabra ¡tan grande! El duelo lo reservo para escenarios que me da susto nombrar.

LA OPCIÓN DE RAIMUNDO

¿Tienes la sensación de que no lograste transmitir quién eras? Alguien que se define como liberal y que pasó a ser el sheriff.

Esa caricatura no la logré revertir, desarmar. Se construyó con mucho éxito y con cierta premeditación. Había una buena oportunidad de echar a perder un proyecto político de una persona muy cercana al Presidente. Y en el pensamiento liberal el orden social es fundamental. Pero ese discurso no fue comprendido, fue muy desacreditado por la izquierda, lo consideraron una especie de autoritarismo, se me vinculó a una especie de extremismo policial y la verdad es que nada que ver con eso. Pero sigo pensando que en Chile nos falta mucho para entender lo que es la libertad. En la izquierda no ven que el orden es el escenario vital para desplegar la libertad y otros, en la derecha, no se dan cuenta que la diversidad es un hijo de la libertad.

¿Has hecho una evolución en ese sentido?

No. Yo siempre he sido partidario del divorcio, en el aborto mi posición es de la libertad de opción de la mujer hasta cierto momento eso sí, también soy partidario del matrimonio homosexual y de la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales.

En ese sentido estabas más preparado para que tu hijo te dijera que era gay.

Desde un punto de vista de las políticas públicas fue coherente con lo que yo pienso.

En diciembre del año pasado, Raimundo Hinzpeter publicó en un periódico de internet una emotiva carta donde hablaba de su homosexualidad, texto que fue muy reproducido en las redes sociales y en la prensa.

"Con decirle (a su madre), no se me hizo más fácil, ni fue un alivio ni nada por el estilo. Estuve semanas sin poder mirar a la cara a mi mamá. Medio año más tarde, ya le había contado a mi papá, quien me apoyó incondicionalmente", escribió el joven. "Este tiempo creo que fue el más duro: dos meses en donde mis papás se fueron dando cuenta, lentamente, que yo soy quien soy. Vieron ciertos cambios en mí, no abruptos, pero sí simples cambios en mi actitud. Al principio les costó, pero lo hicieron; se adaptaron a una nueva realidad que rompía completamente su paradigma".

Mi hijo –dice hoy Hinzpeter– no hizo nada más que reconocer que era gay, en un acto de libertad total. Y ni me avisó que iba a publicar (se ríe). Y fue muy notable, porque no ha sido un proceso fácil para él; me siento orgulloso de él como me siento muy orgulloso de mis otros dos hijos, Guillermo y Ernesto. Después de la carta también lo ha pasado mal, porque hay gente que le dio vuelta la espalda o baja la vista cuando se encuentra con él. Y con esto no quiero decir que sea difícil solo para él. Aún existe mucha intolerancia a la diversidad, es una cultura muy arraigada en un país conservador y bastante aislado. Mi ex señora y yo lo acompañamos y lo vamos a seguir apoyando siempre. Y esa es una preocupación: cómo lograr que en la sociedad en la que le toque vivir, él sufra por las cosas que tiene que sufrir y no por cosas injustas. No es justo sufrir por haber nacido con una opción sexual distinta. No es justo sufrir por haber nacido con una creencia religiosa distinta. Por haber nacido ateo, por haber nacido con un determinado color de piel.

"Tengo la impresión de que en algún momento sentí que la religión judía me estaba generando mucha culpa. Y, como estaba en el proceso de cuidarme, bueno, lo que me genera culpa me genera incomodidad y entonces redimensioné su interferencia en mi vida".

¿Pero no tienes la pena de no haber sido receptivo con él?

Gracias a Dios, no. Probablemente, como todos los hijos, cuando llegue el momento me va a culpar de muchas cosas. Pero de algo que no me va a poder culpar es de haber sido poco comprensivo con eso. ¡Encontrará otras cosas que reprocharme, eso sí! (Se ríe).

¿No te dan ganas de volver a tu vida de 2008?

No. Me pasaron muchas cosas, pero aprendí muchas también. Maduré y hoy la experiencia que tengo para enfrentar la vida no la hubiera tenido jamás si no hubiera tenido esa oportunidad. Jamás me arrepentiría de eso. Soy una persona más experimentada, más aplomada, quizás un poco más sabia, aunque no necesariamente más inteligente, porque hay una diferencia bien importante… A veces digo que un problema hay que resolverlo con sabiduría, no con inteligencia. Ahora soy una persona más sabia.

¿Y más feliz?

Más consciente de que tengo que ser feliz, más claro de lo que me hace feliz. Tengo la sensación de tener la mayoría de las cuentas pagadas y eso da mucha tranquilidad. Hay pocas personas que me pueden hacer cargos de deudas. Ni siquiera yo conmigo y eso es lo más importante. No. Yo conmigo, no.

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