Las complejidades de vivir con trastorno de déficit atencional con hiperactividad en la adultez
No es raro escuchar sobre cómo el déficit atencional con hiperactividad (TDAH) afecta a los niños en edad escolar. Las educadoras identifican tempranamente las señales, los papás y mamás los llevan al neurólogo y se diagnostica y, en algunos casos, se medica. En el caso de los adultos, sin embargo, es algo más complejo, porque detectarlo es nuestra responsabilidad. Y aunque algunas personas creen que el déficit atencional desaparece en la medida que la persona crece, lo cierto es que según información de la Fundación Cantabria Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad (CADAH), un 70% de los niños con déficit atencional con hiperactividad mantendrán esta condición en la adultez.
Según comparte la Fundación CADAH, los adultos que padecen de trastorno de déficit atencional con hiperactividad tienen, entre otros problemas, una menor estabilidad laboral, hablan excesivamente, interrumpen para responder antes que la otra persona les haya formulado la pregunta, presentan dificultades para esperar su turno y cometen errores producto de la desorganización y porque se distraen con facilidad. Por otro lado, desde Clínica Mayo añaden que “muchos adultos con TDAH no saben que lo tienen; solo saben que las tareas cotidianas pueden resultarles difíciles. Los adultos con TDAH pueden tener dificultades para concentrarse y establecer prioridades, lo que suele ocasionar que no cumplan con fechas límite y se olviden de reuniones o eventos sociales. La incapacidad para controlar los impulsos puede oscilar entre tener impaciencia al esperar en una fila o al conducir con mucho tránsito, y tener cambios de humor y arrebatos de ira”.
“Se trata de una manera que tiene el cerebro de procesar información. Se puede moldear con la edad, pero esa manera de ser uno la lleva siempre”, dice la doctora María Isabel Behrens, neuróloga jefa de la Unidad de Trastornos Cognitivos de Clínica Alemana. “Cuando uno es adulto puede interferir más o menos con el desempeño. Hay personas que lo tienen pero que manejan ciertas estrategias con las que compensan su dispersión para que no interfiera, pero hay casos donde sí se trata de un problema mayor”.
Pese a que explica que es más común que el diagnóstico se de en la infancia, sí hay casos en los que durante esa etapa los TDAH pasan desapercibidos hasta la edad adulta. Esto pasa principalmente cuando al niño le iba bien, pese a que tenía que estudiar más o esforzarse el doble por sacar buenas notas, o que no presentaba rasgos de hiperactividad.
Entre las estrategias más comunes, la especialista da cuenta de anotar todo, poner alarmas y recordatorios y, en algunos casos donde es posible, valerse de un secretario o secretaria que les lleve la agenda. “En general las personas con TDAH de adultos ya desarrollaron sus estrategias siendo niños, pero los problemas surgen cuando hay cambios en el trabajo o aparecen episodios de estrés o problemas muy grandes”, dice la doctora. “Tengo el caso de un abogado que tenía su oficina y todo marchaba muy buen, hasta que le cambiaron las paredes por paneles de vidrio y tuvo que irse, porque el ruido interfería demasiado. Hay personas con déficit atencional que se esfuerzan mucho en no distraerse en el trabajo, y cuando llegan a sus casas están tan cansados que se desconectan, lo que les trae problemas familiares”.
El escritor australiano Jason Wilson escribió una columna en el medio británico The Guardian, sobre haber sido diagnosticado con TDAH a los 40 años. “Había pasado toda mi vida en un estado de distracción casi permanente, donde periódicamente descendía al pánico y el caos frente a otro día desperdiciado, otra billetera perdida u otra tarea doméstica olvidada”, escribe y agrega: “En comparación con mis pares, mis capacidades de organización eran escazas, y pequeñeces podían hacerme perder un día completo que terminaría en auto recriminación. Mis hábitos laborales usualmente dependían de hacer caber todo en el último minuto; en una mezcla entre milagros por haber entregado el trabajo a tiempo y disculpas por no haberlo logrado”.
Explica que si bien sus habilidades en la escritura y su facilidad para absorber información lo ayudaron a conseguir un posgrado, su estilo de aprendizaje carecía de sistema, y la mayoría de las cosas las resolvía en el último minuto. “Las personas a mi alrededor habían aguantado mucho. Mi familia y amigos han sufrido por décadas por citas olvidadas o apariciones de último momento. Mis llaves, siempre olvidadas, eran un chiste recurrente. Olvidaba tareas y diligencias, especialmente las que no me interesaban demasiado”.
Tras visitar distintos especialistas, recién en sus cuarentas recibió el diagnóstico certero de TDAH, y asegura que es como haber conseguido una segunda oportunidad en la vida, gracias al tratamiento y a la medicación que conlleva. Y es que, como en el caso de muchos otros trastornos de la personalidad, para mejorar la calidad de vida de los pacientes es fundamental que se ponga un nombre al problema y se le trate como corresponde.
Según la doctora Behrens, una persona que sabe que tiene este trastorno puede llevar una vida relativamente normal, aplicando herramientas y realizando terapia. Y solo en algunos casos, para situaciones u ocasiones especiales, recomienda medicar. Pero el primer paso es dejar de pensar que quizás somos un poco distraídos y consultar con un especialista. Quizás nos sorpendemos.
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