Que en Chile nazcan en promedio 1,44 hijos por mujer podría ser en rigor sólo un dato, sin embargo, es información demográfica muy relevante si consideramos que en el año 2018 se estimó que la tasa de fecundidad para el 2050 sería de 1,6 hijos por mujer (INE 2018). A sólo 5 años, ésta ya se encuentra en 1,44, lo que hace predecir un escenario aún más complejo. Ambas cifras están bajo la tasa de reemplazo que es de 2,1 hijos e hijas promedio (INE 2019), lo que significa que los niños y niñas nacidos no alcanzarán a reemplazar a la generación de sus padres.
Explicaciones puede haber muchas, entre ellas que la identidad de la mujer ha dejado de asociarse a la de ser madre por lo que la conciliación con otros proyectos personales y laborales la ha llevado a tener menos hijos o no tenerlos. Una opción que antes parecía impensada.
No obstante, a raíz de nuestra experiencia con mujeres madres, en especial con quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad, no podemos dejar de preguntarnos si ser madre u optar por tener más hijos que el promedio es también una opción real en nuestra sociedad.
En semanas anteriores hemos abordado algunas de las deudas en coparentalidad, pensión alimenticia, brechas salariales por maternidad, falta de apoyo al cuidado y precariedad de la salud mental materna, entre otros, constatando que la mujer que es madre o desea serlo en nuestro país, se ve enfrentada a obstáculos y desafíos, muchas veces, sobrehumanos.
Mientras sigamos relegando a las madres fuera del mapa social, político, económico y laboral sin la corresponsabilidad parental y social en el cuidado y educación de los hijos, estamos condenados a ser sólo espectadores del acelerado envejecimiento de la población y sus consecuencias. Sólo por nombrar algunas, en salud podríamos enfrentarnos a un incremento de enfermedades crónicas, estresando el sistema de salud a niveles que no sabemos si podremos sostener. En economía en tanto, los adultos mayores tendrían que postergar su jubilación debiendo producir con baja calidad de salud y sin la esperanza de ser relevados por nuevas generaciones.
Revertir esta situación no puede ser tarea sólo de las mujeres. Necesitamos una sociedad completa que sintonice y se comprometa con las nuevas generaciones, sin discriminación. Hoy el sacrificio lo están asumiendo las mujeres madres con la alta penalidad a la maternidad en los distintos espacios de convivencia: familia, trabajo, comunidad, entre otros.
No podemos dejar más solas a las madres, y no únicamente en razón de su determinante rol en el recambio generacional, sino por justicia con ellas y un genuino respeto a su desarrollo personal y al desarrollo de sus hijos.