“Las vacaciones escolares se transforman en un estrés para quienes cuidamos niños. Lo digo tajantemente porque sé que muchos padres, y sobre todo madres, estarán de acuerdo conmigo. Y es que la mayoría de las veces, somos las mujeres quienes asumimos en mayor medida esa carga. Basta con mirar los estudios y las estadísticas de empleo durante la pandemia y queda claro que muchas mujeres debieron dejar el mundo laboral para dedicarse al cuidado de los hijos e hijas.

Y en vacaciones, eso sigue siendo así. Los colegios terminan las clases los primeros días de diciembre, dejando a los niños con casi tres meses de vacaciones. Hice el cálculo, y es imposible cubrir ese tiempo incluso pensando en una familia con 2 cuidadores (mamá y papá) que se toman vacaciones por separado: son sólo 15 días hábiles por persona, logrando cubrir un poco más de mes y medio si se realizara ese ejercicio, que casi nadie hace, porque obviamente uno trata de tomar vacaciones en familia, si es que esto es posible. Y para qué hablar de los hogares monoparentales –que según la encuesta Casen de 2020, alcanzaban un 27,4%–, donde es sólo una la persona que podría eventualmente gestionar sus vacaciones.

Antiguamente, las abuelas asumían un gran rol de ayuda en estos tiempos. Hoy, con las míseras pensiones, la mayoría sigue trabajando ya pasados los 60 años, así que no siempre se puede contar con ese apoyo, y muchas veces tampoco existen otras redes de apoyo. Sólo quedan los talleres de verano que en muchos casos tienen horarios que no permiten que las madres trabajadoras puedan completar su jornada y además se trata de actividades para niños y niñas de 6 o 7 años hacia arriba. ¿Qué hacemos los que tenemos infantes más pequeños? Casi no hay talleres o actividades para entretenerlos y las pocas opciones que existen, son en jardines infantiles, que tienen un altísimo costo. Impagable para una gran mayoría.

Así es como –otra vez– somos las mujeres las que tenemos que optar por seguir en el mundo laboral o dejarlo por los meses de verano, considerando que a muchas se les va todo el sueldo en pagar esas actividades o pagarle a alguien por ese cuidado. Y quienes logran mantener ese trabajo, desde la casa gracias al teletrabajo, sumar el estrés de tener a los niños todo el día en la casa, o peor aún, en un departamento, sin grandes espacios para entretenerse.

Es paradójico que la etapa del año que está pensada para descansar, recargar energías y estar en familia, termine siendo todo lo contrario: un estrés porque para muchos padres y madres es imposible conciliar trabajo y crianza, o mejor dicho trabajo y las extensas vacaciones de verano de los niños y niñas. En este contexto, no es raro que muchas madres nos sintamos desbordadas luego de días y días sin mayores apoyos, y con los niños diciendo todo el día “estoy aburrido”.

Sin duda, esta es una política pública que debe repensarse. No digo que los niños y niñas no tengan vacaciones o descanso, pero sí considerar la diferencia que existe entre el número de días de vacaciones de los padres y de los niños y niñas. Solo mirando esa diferencia, es posible ver que algo no está bien. No podemos, como sociedad, seguir dando la señal de que la crianza es un problema de cada madre y padre, que es un problema privado. Porque la crianza es una corresponsabilidad, de todos y todas: Estado, privados, comunidad. Se deben implementar lugares y actividades como los campamentos de verano que existen en otros países, u otro tipo de espacios públicos que les permitan a los padres, y sobre todo a las madres, seguir con su vida. Y que el tiempo que se supone es de descanso, no se transforme en la época más estresante del año”.

Pamela Zúñiga es lectora de Paula.