Entrevista a Felipe Berríos S.J. Revista Paula, marzo 2009.
Felipe Berríos (52) dice que a veces las verdades incomodan. Y eso es justamente lo que pasó hace unos meses, cuando en su columna semanal de El Sábado se preguntaba: ¿qué visión del país tendrá el profesional que salga de las universidades ubicadas en la cota mil?, ¿bastará mirar la ciudad desde lo alto y luego enterarse de lo sucedido en las noticias?
El sacerdote jesuita trabaja en las zonas de la ciudad que no se distinguen desde la punta del cerro. Su oficina se ubica en Departamental, donde están Infocap, la universidad del trabajador, y Un techo para Chile, sus proyectos emblemáticos. Berríos fue quien le dio forma a lo que es hoy Infocap: el lugar donde los pobladores del quintil más pobre aprenden gratuitamente un oficio y toman clases de literatura o astronomía. Y quien, en 1997, junto a cinco universitarios con los que visitó a las familias más pobres en Curanilahue, armó Un Techo Para Chile, que hoy moviliza a 4 mil jóvenes voluntarios que construyen mediaguas como locos, porque quieren terminar con los campamentos en 2010. "Sólo faltan 556 días", dice el cartel que lleva la cuenta regresiva en el cuartel central de Un techo para Chile.
El zapato roto
¿Qué manifestaciones de la crisis económica has percibido en los campamentos?
La gente de los campamentos vive en crisis constantemente. Me atrevería a decir que no estamos viviendo una crisis, sino un problema económico grave, producto de la codicia y enriquecimiento desmedido de algunos y que, como siempre, todos y especialmente los más pobres están pagando ese costo. Un país de verdad está en crisis cuando no tiene libertad de expresión, cuando mata el arte y la creatividad, cuando no tiene valores. Por eso, no encuentro que ésta sea una crisis.
¿Los pobres son los más afectados?
La clase media que ha luchado tanto por superar la pobreza y tener acceso a más oportunidades es la que está más desesperada, porque ve que puede retroceder y perder lo ganado. Pero estos momentos sirven para reordenar las cosas y ver qué es lo fundamental. No ser tan soberbios. Estábamos demasiado acostumbrados a llegar y comprar y ahora tenemos que reparar y pensar. Hace un tiempo, en una bendición de argollas en el barrio alto, una señora se me acercó y me dijo: "Padre, no se ofenda, quiero hacerle una donación para que cambie los zapatos". Le pregunté por qué tendría que cambiarlos, si me han acompañado varios años y todavía me servían. Y dijo que porque estaban arrugados y viejos. Yo la miraba y veía que la que estaba arrugada y vieja era ella. Tuve ganas de decirle: "¿No ves que con estos zapatos rotos te estoy ayudando a ti, me la estoy jugando por ti?".
¿Cuántos pares de zapatos tienes?
Éste.
¿Ni uno más?
No.
Siempre están empolvados. ¿No los lustras?
Yo no sé a quién se le ocurrió que hay que lustrar los zapatos. Antiguamente, a los hombres les dio por peinarse con gomina, hasta que alguno dejó de usarla y no pasó nada. ¿Por qué tendría que sacarles el polvo? Un sacerdote tiene que vestirse de tal manera que pueda estar en la mañana en una reunión con empresarios y en la tarde con las señoras de un campamento, y en todas partes pasar inadvertido.
¿Cómo lo haces para moverte con soltura por La Dehesa y Renca?
Hago lo mismo que Jesús, que se metió con las pecadoras, los leprosos, los adúlteros. Para ellos es el Evangelio. No es sólo para los perfectos, si no sería una lata. Dando una vuelta más larga: creo que tenemos distorsionado lo que es el poder. Lo asociamos con la plata o cuántos amigos en el gobierno o en el mundo empresarial tienes. Para mí, el verdadero poder está en la libertad de decir lo que uno piensa sin medir los costos ni las consecuencias.
¿Te tomas toda esa libertad cuando escribes tus columnas?
El día que escriba con miedo voy a dejar de escribir.
Cuando escribiste la columna de las universidades ubicadas en la cota mil, ¿sabías que podías herir susceptibilidades?
(Risas) Sabía que algo iba a pasar, porque lo más fregado es cuando uno dice una verdad que nos afecta a todos.
¿Hacia dónde iba dirigida la crítica realmente?
No hacia los jóvenes que estudian ahí, sino hacia quienes construyeron las universidades en esos lugares y asocian la excelencia con bonitos edificios, retroalimentando un sistema en el que meten a esas universidades a los mismos chiquillos que después van a contratar. Éste es un solo país y todos somos necesarios, entonces es complicado ir creando dos Chile, porque es pasto seco para que después venga un Mir, un Sendero Luminoso, un Tupac Amaru.
Los emprendedores
Has puesto énfasis en capacitar a los líderes de los campamentos: los mandas a hacer un diplomado en Política y Medios a la Universidad Alberto Hurtado. ¿Qué estás tratando de formar ahí?
Los pobres no son tontos. Creer algo así es un error garrafal. Yo desafío a cualquier chiquillo que vuelve con un posgrado en Economía a mantener una familia con 150 mil pesos al mes. Los pobres son personas que saben sobrevivir en la adversidad y su pobreza no es falta de inteligencia, sino de oportunidades, de contactos, de pitutos. Lo que quiero hacer es darles las herramientas para que ellos resuelvan sus problemas.
Los motivas a emprender.
Es que en los campamentos también hay empresarios. Empresario no es el que tiene plata o estudios, sino el que emprende, toma desafíos y crea trabajo para sí mismo y los demás. Los empresarios son muy necesarios y quiero que en los campamentos cada día haya más.
¿Cómo convences a los empresarios del barrio alto que apoyen tus obras?
Les digo que si no los mueve el evangelio de Jesús, que entonces los mueva la inteligencia: este país no es viable si tenemos a gente viviendo en el tercer mundo. A todos nos molesta que nos asalten, pero también es una violencia continua ver que se construyen carreteras súper modernas, que la publicidad invita a viajar y cambiar el auto, cuando hay gente que no tiene qué comer.
¿La pobreza es la semilla de la delincuencia?
No la pobreza, sino la segregación y la injusticia social, que produce mucha rabia.
¿Cómo distingues a un empresario con sensibilidad social de uno que no la tiene?
Mi experiencia es que la mayoría de los empresarios que han tenido contacto con los trabajadores, la materia y las máquinas son personas que tienen una conciencia social profunda. Lo complicado del sistema de directorios es esta capa de ejecutivos jóvenes a los que sólo les interesa aparecer en una revista mostrando un rating de utilidades. Para mí, el problema no son los empresarios, sino esa nata de ejecutivos sin sensibilidad social. Son peligrosos, porque son muy egoístas y les importan un cuesco los pobres y los trabajadores de su empresa.
Ha habido muchos despidos en estos meses. ¿Crees que las empresas se están aprovechando de la coyuntura económica para despedir gente y reducir los presupuestos de trabajo?
Sí, creo que hay aprovechamiento. Y la gente con susto de perder su pega es capaz de trabajar el doble por el mismo sueldo. Pero ésa es una visión corta y pobre. Un empresario inteligente, con visión de futuro, en esta coyuntura, debería salvar el factor humano. Leí que en Sodimac los ejecutivos de ingresos más altos se bajaron los sueldos para no despedir gente. Te apuesto que va a mostrar mejores índices económicos que empresas que han hecho despidos masivos.
Tú eres experto en sacarle partido al factor humano. ¿Cómo lo has hecho para capitalizar la pasión de los jóvenes en Un techo para Chile?
Sería soberbio de mi parte decir que soñé cómo iba a ser Un techo para Chile, pero sospechaba que si tomaba un poco de aserrín y le tiraba un fósforo, tenía que prender. Intuía que si juntaba a los más pobres de los campamentos con los universitarios que han tenido tantas oportunidades, algo bueno tenía que pasar. Eso es Un techo para Chile.
"La mayoría de los empresarios tienen conciencia social. el problema en el sistema de directorios es esa nata de ejecutivos sin sensibilidad social. son peligrosos, porque son muy egoístas y les importan un cuesco los pobres y los trabajadores de su empresa".
Los jóvenes que trabajan en Un Techo para Chile son cuicos.
Es cierto, pertenecen a una elite social. Ser voluntario en Chile significa tener dinero. En el fondo, el voluntario, al dar su tiempo, está dando dinero. Lo importante no es tanto el origen económico del chiquillo, sino qué va a hacer con todas las oportunidades que tiene. Creo que los voluntarios complementan lo que aprenden en la universidad con lo que les enseña la gente de los campamentos.
¿Qué les enseñan?
Que con menos se puede vivir. Que los desafíos no se resuelven con plata, sino con creatividad. Que es mejor trabajar en equipo que hacerlo solo, aunque tal vez es más lento, pero más eficiente. Y la gente de los campamentos aprende cosas de los chiquillos. Los voluntarios ponen al servicio de los pobladores la enorme red de contactos que tienen. Hay un diálogo que se enriquece mutuamente. El gran desafío que tenemos en Chile no es crear riqueza: sabemos cómo hacerlo. Donde necesitamos las mentes más brillantes es en cómo combatir la pobreza, cómo mejorar las oportunidades, cómo hacer un país más justo. Y esas mentes están entre los jóvenes.
La chiquilla que amé
A Felipe Berríos le gusta investigar los mecanismos, saber cómo funcionan las cosas. Es un buen electricista, un aficionado a la astronomía, un aprendiz de biología y un memorioso a la hora de recordar las letras de Serrat, al que escucha con frecuencia. Cuando se trata de buscar un espacio donde dejar fuera los problemas del mundo, que tanto lo movilizan, se pone su overol y se encierra en su taller a hacer barcos en miniatura, faros y carabelas de colores.
–Carpinterear es, lejos, lo que más me relaja-– dice.
Felipe Berríos es, junto a su gemelo Andrés, el menor de cinco hermanos de una familia de clase media que siempre vivió en la misma casa: en Salvador con Irarrázaval, donde sigue viviendo su madre. Su padre era un ingeniero que por las mañanas despertaba a la familia recitando en castellano antiguo las coplas de Jorge Manrique y que, por las tardes, les pedía a los gemelos ayuda con los arreglos de la casa. El padre y los niños maestreaban. Cambiaban cañerías. O hacían raros inventos en el patio, donde había un mesón con herramientas.
–Mi papá inventó una máquina que generaba corriente electroestática.
¿Y para qué servía?
Ésa es la gracia y me la enseñó mi papá: las cosas más fundamentales en la vida, los inventos más geniales, los adelantos más grandes de la humanidad, han ocurrido por la pasión de la búsqueda del conocimiento puro, no para saber para qué sirve; eso es un paso posterior. Si Galileo se hubiera hecho la pregunta de para qué miraba el cielo, habría dejado de observar las estrellas.
"Todavía me gustan las mujeres. Un sacerdote no renuncia a lo femenino. No soy un castrado. Si había alguien que no era para el celibato, era yo. Pero he vivido enormemente feliz y tengo amigas que han sido clave en mi vida. Dios necesita hombres que sepan amar, no que crean que las mujeres son fuente de pecado. Si un tonto piensa eso, tiene que ir a un sicólogo, no entrar a un seminario".
Estabas en tercer año de construcción civil cuando decidiste ser sacerdote. ¿Cómo tomaste esa decisión?
Lo mío fue más bien abrupto y creo que fue así por mi personalidad; si no, habría arrancado. Me apasionó darme cuenta de que la vida era una oportunidad para jugársela, amar y servir. Que tenía que transmitir la experiencia de sentirme profundamente querido por Dios. Hay una canción de Serrat que me identifica mucho: "Si alguna vez fui un ave de paso lo olvidé al anidar en tu regazo. Si alguna vez fui sabio en amor lo aprendí de tus labios cantores. Si alguna vez fui bello y bueno fue enredado en tu cuello y tus senos. Si algún día después de amar, amé, fue por tu amor".
¿Quién te hacía sentir así?
Mucha gente. Algunos, más.
¿Una mujer?
Una chiquilla que amé mucho.
Si esa mujer te despertó tanto amor, debe haberse querido morir cuando te hiciste cura.
Por respeto a ella prefiero no hablar mucho ese tema. Pero ciertamente era una chiquilla notable de la que aprendí que el amor es gratuito, que me amaba porque me amaba. Y creo que experimentando eso pude abrirme a que Dios me quería, aun si no tenía mérito para ello.
Qué difícil la elección.
Es que no es una elección. Habría que ser idiota para dejar a una chiquilla así. Es la pasión de algo más grande. La mujer no puede ser alguien que te desahogue de tus pasiones, sino quien te acompañe. Entonces, si tenía este proyecto, tenía que ser honesto con ella. Por eso creo que el celibato, como fue al comienzo de la Iglesia Católica, no debiera ser para todos los sacerdotes, porque es una vocación.
¿Y cómo lo has hecho, si antes te gustaban las mujeres?
Hasta el día de hoy me gustan. Un sacerdote nunca renuncia a lo femenino. No soy un castrado. Si había alguien que no era para el celibato, era yo. Entonces, aquí se ve que hay algo que es una obra de Dios. He vivido enormemente feliz y tengo amigas que han sido clave en mi vida. Dios necesita hombres que sepan amar y no hombres que creen que las mujeres son fuente de pecado. Si un tonto piensa eso, tiene que ir a un sicólogo, no entrar a un seminario.
En los últimos años se ha sabido de sacerdotes que han cometido abuso sexual. Un caso reciente es el del fallecido padre Massiel, fundador de los Legionarios de Cristo del que, además, hoy se sabe que tuvo una hija, hoy adulta. ¿Qué reflexiones te despierta esto?
La pedofilia es una aberración y además un delito que me escandaliza profundamente. Creo que tenemos una responsabilidad con esas víctimas. La noticia del padre Massiel es un tema en el que hay que ser delicado para hablar, porque los legionarios son mis hermanos en la Iglesia Católica. Pero me llamó la atención que cuando se supo, la respuesta del vocero de los legionarios fue sólo: "No podemos callar". Me pareció una respuesta triste. Los sacerdotes y un vocero de una congregación no estamos para decir que no podemos callar. Estamos para decir la verdad. Su respuesta provoca la pregunta: ¿Y qué hubiera pasado si hubiéramos podido callar? Que un sacerdote que es fundador y superior de una congregación tenga relaciones con una mujer es un grave error. Pero también es humano, profundamente humano y comprensible.
¿Por qué si ése es un tema relevante no lo abordaste en tus columnas de la revista de El Sábado?
Es delicado y estoy esperando lo que todos: que ellos se pronuncien sobre eso.
¿Crees que este tipo de noticias repercute en que cada día menos jóvenes se interesen por ser sacerdotes?
Este año siete jóvenes ingresaron a la Compañía de Jesús.
¿No es poco?
No, porque en promedio son cinco por año. Lo importante es la continuidad, y eso se ha mantenido.
Ustedes, los jesuitas, viven en comunidad.
Sí. Hasta hace una semana vivía en la comunidad Rupe, que está en Departamental con Santa Rosa; una población de viviendas básicas. Compartía una casita con Fernando Montes, el rector de la Universidad Alberto Hurtado, con quien soy muy amigo. Vivimos ahí tres años, pero ahora nos separaron y yo me fui a una comunidad al colegio San Ignacio de Alonso de Ovalle.
¿Ésas son decisiones superiores?
Sí, y así tiene que ser, porque, si uno escogiera, siempre estaría con los puros simpáticos y los fomes quedarían todos juntos.
Entonces Fernando Montes es del lote de los simpáticos.
Para mí, Fernando no sólo es amigo, sino que fue mi maestro novicio y me ha formado como jesuita. Me ha tenido paciencia, me ha aguantado. Es muy agradable vivir con él, cocina bien y toca guitarra. Lo que más echo de menos de esa comunidad es que por ahí pasaban artistas, periodistas, gente de los medios, políticos de izquierda y derecha. Y se producía algo que a la Iglesia le hace mucha falta: conversar con el mundo.
¿Cómo amenizaban esas conversaciones?
Cantando rancheras o canciones con contenido: Cuco Sánchez, Serrat, Julio Iglesias. Fernando también cocinaba su receta especial: mousse de salmón, porque es un gran gourmet.
¿Y tú?
Soy más primitivo. Me conformo con coca cola y un sanguchito. Y a todo le pongo ketchup, incluido el mousse de salmón de Fernando, lo que lo pica a morir.