LA PREGUNTA:

Tengo un par de familiares que me caen muy mal, pero no puedo evitar verlos. No sé cómo lidiar con eso o cómo puedo hacerlo más llevadero.

María José, 40 años.

LA RESPUESTA:

Cualquier persona de nuestro círculo puede resultar no grata o incluso nosotros mismos caerle mal a muchas personas. Es parte de la vida y no tiene nada de malo. “Considerando que en este caso puntual la persona es un familiar directo, es muy importante partir por trabajar los sentimientos de culpa que esto puede provocar. Es parte de la naturaleza humana y que pertenezca a la familia no asegura que sea una persona grata. Ni siquiera depende del cariño o el agradecimiento que puedas sentir hacia esa persona, basta con que su forma de ser no sea compatible con la tuya para experimentar sentimientos de desagrado”, dice Constanza Toro Larrañaga, Coach Ontológico.

En ese sentido, resulta relevante lograr establecer límites que resulten cómodos y nos hagan sentir seguros en un espacio incómodo o incluso hostil. “La idea no es evadir compromisos familiares o quitarle el saludo a un familiar que te cae mal, pero sí procurar estar con esa persona lo justo y necesario, sin obligarte a hacer nada que no quieras, ni sentirte en deuda solo porque es un familiar. Aprender a decir ‘no’ es siempre una de las tareas más difíciles e importantes, porque es la palabra que nos ayuda a delimitar nuestro espacio personal, no solo físico, sino también emocional. Dejar en claro, por ejemplo, hasta dónde te acomoda la cercanía de esa persona”, recomienda la coach.

Exponerse poco

Lo que sientes es importante y aunque puede resultar incómodo, no deja de ser valido. Estas situaciones ocurren, no es algo que se elige. Por eso más que transar, lo importante es delimitar.

“Comunicar la incomodidad hace más fácil obtener la comprensión y apoyo de otros familiares. Asimismo, los límites deben ser determinados por ti, y no hacer cosas solo para agradar a otros o evitar conflictos. Por ejemplo, que otro familiar solicite hacer algo que no quieres por ‘el bien de la familia’, habla más bien de egoísmo, poca empatía y falta de validación al sentir personal. En vez de restarse de lleno de los eventos familiares, una buena estrategia es exponerse poco: no prestarle atención a ciertas conversaciones, no sentarse junto a la persona, traer a la conciencia lo que se siente y comprender que no es malo ni poco importante, sino que es algo natural y más común de lo que se piensa. No sentir culpa por ello, sino más bien actuar de una manera que a ti te haga sentir bien”, sugiere Constanza.

¿Y si me siento culpable?

Siempre será mejor validar los sentimientos que intentar negarlos o taparlos. Por más que resulte desagradable, reconocer lo que nos pasa es el primer paso para recuperar bienestar. “Al reconocer es más fácil tomar la responsabilidad y hacerse cargo del asunto, tomar acciones. Es contraproducente insistir en el por qué, ya que es muy probable que en este caso no existan razones de peso o ‘razonables’ que justifiquen tu sentir. Tampoco sirve forzarte a que la persona te agrade y con ello aumentar las instancias de contacto. Cada cierto tiempo puedes hacer algún esfuerzo o no cerrarte a la posibilidad de mejorar la relación, y si algo se puede hacer al respecto, bienvenido, pero lo importante es que realmente ocurra desde el genuino sentimiento de querer hacerlo, lo cual también es una decisión personal. Nunca forzarte, ni transgredirte, porque eso también genera sentimientos de culpa y enojo hacia ti misma”, aconseja la coach.