Las madres víctimas de femicidio
El hecho de que el 20% de las víctimas de femicidio en nuestro país el año 2021 haya tenido hijos o hijas en común con el victimario es algo que nos mueve a reflexionar en distintos niveles. Si bien el femicidio se comprende a grandes rasgos como el asesinato de una mujer por razones de género y dentro de la tipificación del delito ya no se excluyen asesinatos que se dan fuera de una relación sentimental pasada o actual, lo cierto es que un alto porcentaje de los victimarios son personas con quienes la víctima había tenido una relación de pareja: según datos aportados por Fiscalía, la relación más frecuente entre víctima e imputado es el de conviviente, superando el 50%.
De esta manera, en muchas oportunidades las víctimas del femicidio incluyen también a los hijos e hijas de estas mujeres cuyo padre es el victimario, ya que no sólo pierden a su mamá, sino que también dejan de tener un padre, pues ciertamente no puede ser parte de la crianza y de la vida de un niño quien ha asesinado a su madre.
Hace pocos meses se promulgó la ley de reparación y protección para víctimas del femicidio, que incluye medidas de reparación para los hijos y otros familiares de las víctimas, además de medidas de protección para las víctimas de femicidio frustrado o tentado. Esta ley es un paso necesario, y es ciertamente valorable que el Estado se haga presente para acompañar a quienes han visto sus vidas truncadas a causa del femicidio de una integrante de su familia o para proteger a quienes han sobrevivido a un intento de femicidio; sin embargo, aún tenemos mucho que trabajar a nivel social y cultural para que no tengamos que seguir lamentando este tipo de crímenes en nuestro país.
Si miramos también los femicidios frustrados o tentados, nos enteramos de que 2 de cada 5 mujeres víctimas de femicidio frustrado o tentado durante el año 2021 tiene hijos o hijas en común con el victimario. Estos datos, sin duda, nos llevan a preguntarnos por la violencia de género y la manera en que podemos apoyar a las mujeres, ya que el femicidio no es algo que ocurra de un día para otro, sino que llega luego de un largo camino de violencia que muchas veces se vive al interior del hogar de la víctima. Se ha evidenciado que las mujeres en edad reproductiva tienen mayor riesgo de sufrir violencia, y entre quienes la sufren, ésta se acrecienta durante el embarazo (Jiménez y Oropesa, 2022). Es decir, la maternidad aparece como un factor de riesgo a la hora de pensar en la violencia de género, que, como sabemos, antecede los femicidios e intentos de femicidio.
Cerca de un quinto de las víctimas de femicidio ya presentaba causas previas de violencia hacia el imputado
La violencia contra las mujeres es un fenómeno multifactorial y que involucra no sólo a la víctima y el victimario, sino a todo el sistema social (Mella et al, 2021). Es por esto que necesitamos preguntarnos por nuestro propio rol como personas y como comunidad para erradicarla. Es urgente que podamos promover cambios culturales que nos alejen de concepciones y dinámicas que muchas veces fundamentan actos de violencia que pasan desapercibidos y que gradualmente aumentan hasta que ya es demasiado tarde.
Es urgente también que contemos con mayores niveles de prevención y detección en las instituciones que acompañan a las mujeres –por ejemplo, en los controles de embarazo en consultorios y centros de salud– para que no haya más mujeres que no puedan identificar y hacer frente a señales de violencia o que sientan que no pueden salir de una relación abusiva por carecer de redes de apoyo.
Finalmente, necesitamos también una agilización y mayor protección a las víctimas dentro de los sistemas de denuncia, que hoy resulta insuficiente para protegerlas: cerca de un quinto de las víctimas de femicidio ya presentaba causas previas de violencia hacia el imputado; algunas de ellas incluso poseían medidas cautelares vigentes (Fiscalía, 2022). Para que no haya más niños solos por haber perdido a su madre a causa del femicidio, necesitamos que no haya más mujeres solas a la hora de enfrentarse a una pareja o ex pareja violenta.
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